Capítulo 44

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La semana más importante del año para las Amazonas había llegado y toda la isla paraíso estaba decorada adecuadamente para la ocasión, el contagioso ritmo de los tambores se escuchaba en cada esquina y todas portaban una vestimenta especial, independientemente de si iban a competir o no

– ¡Diana! ¿¡Puedes dejar de moverte!? – gruñó una irritada Lauren

Todas se encontraban sentadas desayunando mientras que la pelinegra no paraba de dar vueltas alrededor de la mesa

– ¡No puedo! Estoy nerviosa, es la primera vez que Mera, Jenn, Tula y Nereus nos observaran competir – dijo para luego caer estrepitosamente al suelo – ¡Arya! ¿Lo hiciste a propósito? – se quejó al ver el pie de Arya sobresalir de la mesa

La rubia simplemente se encogió de hombros y siguió untando mermelada en su pan tostado – Alguien tenía que hacerlo – respondió

Artemis, quien se encontraba sentada al borde de la mesa rodó los ojos y se levantó justo a tiempo para impedir que Diana tirara a Arya de la silla

–Estas muy paranoica, necesitas tomar las cosas con calma – le regañó Artemis mientras la sentaba en una silla –No impresionaras ni a una mosca si te desmayas porque no desayunaste bien, así que ahora come – ordenó mientras le servía una cantidad considerable de comida

Las demás observaron su interacción de manera extraña, hace días que las veían un poco más unidas, secreteaban juntas, bromeaban juntas, entrenaban todo el tiempo juntas y si no fuera porque sabían que Diana moriría por la heredera de Xebel pensarían que entre ellas dos había algo

Cuando todas terminaron su desayuno se dirigieron hacia sus habitaciones para colocarse la armadura y terminar de arreglarse

Diana entró a su habitación, tomó una ducha rápida y se colocó la armadura, un ligero toque en la puerta llamó su atención, se apresuró a abrirla y se encontró con su madre, quien la veía con una enorme sonrisa en su rostro

Diana le devolvió la sonrisa y se acercó para abrazarla, Hipólita suspiró con alegría y envolvió a su hija en sus brazos agradecida de esta tuviera un corazón tan puro como para no guardarle rencor luego de lo que había pasado

Hipólita sabía que lo que le había dicho a su hija era una verdad a medias ya que no le había contado toda la historia y solo le dijo lo que le convenía, le preocupaba cómo reaccionaría el día en que por fin toda la verdad saliera a la luz

– ¿Estás bien madre? – preguntó la pelinegra alejándose del abrazo al sentir como su madre se tensó de repente

–Sí, solo estoy un poco preocupada – respondió acariciando su mejilla

Diana frunció el ceño y su corazón dolió un poco al pensar que su madre no confiaba en que fuera lo suficientemente buena como para competir en las olimpiadas – ¿Por qué? – se limitó a decir con nerviosismo, ya que si ni su madre confiaba en que ella pudiera al menos ganar una categoría ¿cómo podría ella confiar en si misma?

–Porque no sé si te gustará esta nueva armadura que me dieron especialmente para ti – dijo mientras tomaba una caja que había dejado en el suelo y se la entregaba a Diana

La pelinegra suspiró con alivio al saber que su madre no desconfiaba de ella

Tomó la enorme caja y la colocó sobre su cama mientras la observaba, esta era totalmente diferente, parecía estar hecha de metal distinto, por lo que pesaba mucho y tenía varias incrustaciones de distintos diamantes y diseños hechos con oro blanco, era preciosa, pero no podía evitar preguntarse quién se habría tomado tantas molestias en hacer una caja como esta

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