No se que está pasando ahora, siendo sincera. Ahora si que estaba hecha un lío. Ayer me besé con Sam, y ahora he tenido un encontronazo con Jack que me ha dejado sin palabras.
Literalmente.
¡Normal que vayan a pensar que soy una puta! Por dios Maddie, he de controlar esto, arreglarlo de alguna forma.
'Besarte con dos chicos sin estar en una relación si quiera, no te hace ser puta' me dice mi subconsciente, haciendo que yo negara repetidamente con la cabeza, tenía que aclararme. Nadie tenía que enterase de esto.
¿Por qué seguí el beso de Jack?
¿Y por qué el beso repentino de Sam tampoco me ha molestado tanto después de sus palabras?
—Me gustaría saber en qué piensas a veces, Madison —me habló la última persona que creyese que lo haría, a no ser que estuviese obligado.
Ladeé la cabeza hacia Carter, que tenía las manos en los bolsillos de sus vaqueros, mirándome neutro, aunque con una ceja ligeramente levantada. Estábamos sentados en el sofá y ni si quiera noté cuando se sentó a mi lado.
Bueno, cuando digo 'a mi lado', si me refiero a Carter eso significa a aproximadamente un metro de distancia entre los dos. Ambos respetábamos nuestros límites.
—Nada que te importe, Reynolds —hablé en un susurro, desviando la mirada de él.
Últimamente no se me estaba haciendo tan pesado convivir con él, nos ignorábamos y ya no habían tantas malas miradas. De hecho, en ocasiones, hacíamos como una especie de duelo de miradas, a ver quién podía sostener más tiempo la mirada al otro. Solía ganar él, ya que yo desviaba la mirada bastante rápido. No hablábamos más, a veces para preguntar '¿y la sal?' O 'te has comido la Nutella". Aunque le estoy agradecida por lo de la rodilla, que me acompañó al bus, mostrando un Carter totalmente diferente al que suelo ver.
Pero nunca le admitiría que estoy agradecida, al fin y al cabo sigue siendo un idiota, ¿no?
Aunque, por alguna extraña razón, él nota cuando estoy desanimada o triste. O cuando me desconecto y me pongo a pensar en mis cosas, Carter lo suele notar, y en el fondo soy consciente de que tiene curiosidad.
—Simplemente me gusta pensar, desconectarme —le tomé desprevenido con mis palabras. Noté su mirada en mí. Yo miraba al frente. Me estiré aún más en el sofá y suspiré cerrando los ojos—. Tengo una pregunta.
No se le notaba muy seguro, lo miré de reojo. Pero después escuché en un susurro 'vale', dándome paso.
—¿Por qué me odias tanto? —pregunté en voz baja, como si solo formulase la pregunta para mi misma. Lo noté moverse nervioso en su sitio.
Pareció como que iba a hablar, pero se adelantó Cameron, entrado en el bus y dejándose caer en el sofá, encima de mí. Ahogué un grito de dolor, no me lo esperaba.
Las cosas con Cam iban bien, era un chico... Especial. Me caía muy bien, aunque a veces se pusiese muy protector, demasiado. Suelo enfadarme mucho con él, pero en el momento que me mira de esa forma, esa forma tan... dulce. Se disipan todos los malos pensamientos y solo quiero abrazarlo. Sí, lo sé, muy débil. Pero, ¿quién no lo sería con Cameron Dallas?
—Shh, ¡cállate! —la voz de Cameron me sacó de mis pensamientos. Él seguía encima de mí. Matt se unió al autobús, mirándonos con las cejas alzadas—. ¡Ya lo arruinaste!
Me di cuenta de lo que hablaban e insta tiré a Cam de encima mío, cayendo al suelo. Le miré molesta, siempre hacía lo mismo. Parecía que le gustaba estar encima de mí, no lo entiendo.
—Bueno, bro, al menos estuviste unos 10 segundos mientras ella estaba en su mundo —le animó Matt, encogiéndose de hombros indiferente mientras miraba su reloj como si hubiera contado el tiempo.
Noté la mirada fulminante de Gilinsky, tenía un vaso de cerveza en la mano, sentado en un taburete solo. Levantó la bebida como si estuviese brindado conmigo, con una sonrisa de lado que tanto me gustaba. Idiota.
Me levanté sin dar alguna explicación y salí del autobús, para tomar el aire. Que complicado todo. ¿Dónde está Aaron cuando más se le necesita? ¿Estará con Bianca?
No me caía bien.
—¿En qué piensas? —alguien colocó su brazo alrededor de mi cintura, haciendo que me sobresaltara.
Levanté la cabeza para ver de quien se trataba. Al ver la sonrisa del idiota de Sam, sentí que algo de mi se iba.
Es tan bonito...
Abrí los ojos al recordar que estábamos enfadados, me removí en sus brazos intentándome zafarme de él, pero me sujetaba con mucha fuerza, la suficiente para no hacerme daño. Empecé a golpearle el pecho inútilmente, sabía que él no sentía nada, digamos que la fuerza no es mi punto fuerte.
—Déjame idiota —intenté hablar con dureza, pero sonaba más a un reproche de un niño pequeño. Suspiré al ver que no tenía intención de soltarme. Apoyé mi cabeza en su pecho, rendida.
—No quiero que estes mal conmigo —susurró cerca de mi oído. Me atrajo aún más a él, sin dejar ni un centímetro de margen entre Sam y yo.
Abrí los ojos y sentí ponerme roja como un tómate, pero gracias a Dios no podía verme ya que al estar tan cerca de él, con la cabeza agachada, el pelo cubriéndome la mayoría de mi cara, era imposible.
'¡Sepárate!' Escuché una voz lejana en mi mente. Sé que tenía que hacerle caso, pero mi cuerpo no reaccionaba. Me sentía muy bien estar siendo abrazada de esa forma por Sammy, no podía. Era débil y sensible, y lo sabía. Pero me sentía muy feliz al estar así.
A pesar de que sepa que él no me quiere.
Sam apoyó su barbilla en mi cabeza. Este abrazo estaba lleno de sentimientos, de arrepentimiento. Inhalé su olor, olía tan bien, como siempre. Sentí caricias en mi pelo, con delicadeza, como si fuese a romperme.
¿Acaso podría ser mejor este momento?
—No quise decir eso, de verdad —habló después de unos segundos. Noté arrepentimiento en su voz—. De verdad no —suspiró—. Claro que significó para mí, pero no lo quería admitir. Era tan irreal, no me había pasado desde hace mucho —¿qué está intentado decir...?—. Lo siento.
Estoy muy confusa, no se a donde quiere parar. No entiendo que me intenta decir, parece que está haciéndome entender que no quiere nada conmigo, que lo siente por hacerme pensar que sí.
¿Por qué me está doliendo tanto esto?
—Eh, eh, eh —no sabía que decir, estaba temblando como una hoja. Aún no nos mirábamos.
Hizo que nos separásemos un poco, y me me cogió de la babilla con delicadeza, levantándome la cabeza para verle a los ojos—. Te quiero, Madison —bajó su cabeza y la juntó nuestras frentes, cerrando los ojos. Suspiró y abrió los ojos después de unos segundos—. Esta vez no es un te quiero de amigos.