Capítulo Cinco

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Capítulo Cinco
Peut-être pour a Nuit qui vous amour Me.

Sintió su cuerpo adolorido, pesado.

Un fuerte golpeteo atormentaba su cabeza, desquiciándolo. Abrió sus ojos con pesadez, su vista se tornó borrosa y poco a poco se iba aclarando hasta que… la vio ahí, delante suyo.

Su cabello pelirrojo estaba sujetado en un moño alto, algunos mechones reposaban en el sofá, ella tenía su barbilla apoyada en el sillón, sus brazos soportándola mientras suaves respiraciones se escapan de sus labios; estaba dormida.

Contempló su rostro, sintiéndose extasiado por la visión que obtenía. Sus ojos cerrados, sus pestañas rojizas descansaban casi alcanzando sus pómulos. Trato de contar sus pecas, siempre le había resultado imposible, sin embargo, ahora aquellas pecas que antes le daban un aspecto aniñado, regadas sobre su nariz y sus mejillas ahora le daban un aspecto… único, inocente; genuino.

Sin pensarlo, alzó su mano en su dirección, se encontró poco después disfrutando la suavidad de su piel. Acaricio su mejilla, sintió su respiración acelerarse, suspiró. Había deseado acariciarla, abrazarla, tenerla desde que la vio pasar por aquellas puertas cristalinas. Parecía que los años no habían pasado en ella, continuaba con los mismos rasgos de aquella chiquilla de dieciocho años, continuaba siendo ella.

De repente, se sintió insatisfecho, deseoso de más. No quería solo acariciarla, quería abrazarla, besarla. Acarició sus mejillas, continuó el trazo de sus pómulos, delineó su nariz. Con su dedo pulgar tocó la curvatura de sus labios. Aquella vocecilla escandalosa en su cabeza le decía a gritos que se detuviera, mas no él contuvo su deseo. Cuando aquellos ojos grises protegidos por largas pestañas rojizas se fijaron en su rostro, contuvo el suspiro que iba a escaparse de sus labios. Su mano, pálida, pequeña, se detuvo sobre la suya.

—¿Ethan?

Se había quedado dormida. Lo supo cuándo, con suaves caricias, se despertó. Dos ojos verdosos la observaban adormilados, pronunció su nombre, aquello pareció despertar algo en él. No dejó de acariciar su mejilla, ella tocó su mano.

—Hermione.

Sonrió. No quería que aquel momento acabase, no cuando Ethan parecía ser él mismo.

—¿Qué hora es?—cuestionó en un susurro adormilado. No quería salir de allí, se sentía hipnotizada por aquellas caricias… todo el cansancio del día comenzaba a cobrarle factura, si fuese por ella, se quedaría por toda la noche allí.

Ethan fijó su mirada en un punto tras ella.

—Son cerca de las tres de la madrugada.

Contuvo un suspiro. Iba a dormir allí, no estaba dispuesta a pararse. Cerró sus ojos. No los abrió ni cuando sintió que Ethan se removía de su lado, ni cuando lo oyó pararse. Fue cuando unos brazos firmes la elevaron del suelo y se apoyó en su pecho, sintiéndose segura, que abrió sus ojos grises.

Ethan la veía, la miraba realmente, y aquel brillo que ella nunca supo identificar coloreo sus ojos verdes. Aquel brillo de la adoración.

Ella, lejos de sentirse incómoda, se acomodó en su pecho, abrazó su cuello y escondió su cabeza. Aspiró su olor. No sabía lo que hacía, pero Ethan olía delicioso, atrayente.

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