Capítulo Quince

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Capítulo Quince.
Espoir.

Hermione había huido.

Su cabeza lo repitió una y otra vez, como una suave cancioncita tortuosa. Pasaron segundos que sintió como horas antes de dejar caer su teléfono al suelo, no le interesó el murmullo de la pantalla al quebrarse, mucho menos la presencia femenina que dormía a su lado, sin percatarse del caos que ocurría fuera de sus sueños. Ni siquiera, bajo la lluvia artificial en el baño comprendió lo que sucedía.

Siempre había ido inteligente, astuto. Era el niño prodigio, como lo alababa su padre; sin embargo, no fue hasta que salió a la sala que lo supo, y fue cuando vio uno de sus libros, de sus numerosos libros, hecho pedazos en el suelo.

Él... él la había alejado.

Quiso desbaratar a golpes lo poco que quedaba en aquella sala, se contuvo, aflojó la corbata de su traje —se había vestido poco después de salir del baño, casi perdido en sus pensamientos— y la lanzó a la mesa. Él. Él era el único culpable de que ella se hubiese ido. Si tan solo no hubiese dicho aquello...

Pasó su mano una y otra vez sobre su cabello, no quiso reconocer el miedo que se acentuaba en su pecho. Buscó su teléfono celular en su bolsillo, a pesar del pequeño quebrado en la pantalla, marcó el número con la desesperación latiendo en su pecho.

—Señor Everett —saludó la voz grave al otro lado de la línea.

—¿Has hecho tu trabajo? —cuestionó.

—Afirmativo, señor. La señorita Hermione salió del Stella a las aproximadas 20:30. Llegó a su usual lugar de trabajo a las 22:00. Estuvo dentro alrededor de una hora, luego salió del sitio acompañada de Grey Hamilton, ambas se dirigieron al apartamento de la señorita Hamilton, están ahí desde las 23:20 y no han salido en ningún momento de la noche.

Bruce no necesitó decir las palabras la seguí hasta...

Ethan sintió un peso desvanecerse sobre sus hombros, quiso suspirar. ¿Cómo se había permitido a si mismo ser débil? ¿Reaccionar así? La culpó, maldita sea si no era así. Esa chiquilla de ojos grises... esa chiquilla tenía su mundo patas a arriba.

—Continúa ahí, Bruce. Voy en camino. Cualquier cambio infórmame al segundo.

¿Cómo reaccionaría esa niña tan inquieta y terca si supiese que tenía guardaespaldas siguiéndola en todo momento? Aquel pensamiento le sacó una sonrisa a Ethan en medio de todo su caos. Definitivamente, ella no lo podría saber, enloquecería totalmente ante el hecho. Ethan los había contratado semanas atrás, sabía que Hermione era demasiado distraída, y era tan pequeña y delgada que el solo pensamiento de alguien haciéndole daño lo ponía de los nervios. Asignó dos de su pequeño ejército, los dos mejores hombres de la agencia: Bruce y Parker.

En aquellos momentos agradecía su elección.

No pensó en nada más, guardó su celular en su bolsillo, despeinó nuevamente su cabello, se dirigió al elevador. Y entonces, su voz lo detuvo.

—¿Ethan?

Sintió su pecho hundirse incluso antes de voltear a verla, y cuando sus ojos castaños lo encararon, confundidos, casi temerosos... el mundo se le vino abajo. Sintió el suelo arder bajo sus pies, la culpa abatió en su pecho. ¿Qué había hecho? La visión de su cuerpo desnudo, solo cubierto con una sábana, terminó por confirmárselo. Lo había hecho, y maldición, la culpa carcomía cada una de sus entrañas. De repente, se sintió abatido. ¿De qué se arrepentía? ¡Lo habían hecho miles de veces! Había tomado su cuerpo, había disfrutado del placer del momento, de sus caricias, había saciado su deseo muchas veces antes, entonces, ¿Qué era diferente?

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