Capítulo Nueve

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Capítulo Nueve.
Peut-être est temps pour vous

Él siempre había sido de sueños ligero, y aunque no había padecido de insomnio en su adolescencia siempre le costaba dormir. Hermione lo observó, sus manos cosquillearon con el impulso de tocarlo. Estaba dormido y parecía tan sereno que molestarlo, despertarlo, se convertiría en su mayor arrepentimiento. Contuvo la respiración, su mano fue a su brazo, el que la rodeaba por la cintura y no le permitía cambiar su posición; uno delante del otro, ella con su cabeza escondida en su cuello, un brazo firme manteniendo la posición, imposibilitándole moverse o alejarse.

Trazó pequeños círculos en sus brazos. Ethan tenía la clara imagen de un hombre que se ejercitaba a menudo, y desde niño lo había hecho, su padre lo había puesto en clases de artes marciales y luego en combates cuerpo a cuerpo. Sonrió al recordar uno de sus muchos intentos de enseñarle los movimientos más básicos.

Cuando volvió a mirar su rostro, sin un rastro de barba, se encontró con dos ojos verdosos que por la luz de la ventana parecían casi grises, adormilados, sus largas pestañas negras y sus labios entreabiertos que dejaron escapar una exhalación.

Humedeció sus labios, él se apegó más a ella.

—Estoy aquí—le pronunció bajito, su aliento acaricio sus labios. Ella, impulsiva, dejó un rápido toque de sus labios en su comisura.

—Estás aquí—afirmó, curvó sus comisuras dedicándole una sonrisita contenta, extasiada. Lo vio tensar su cuerpo, apretar sus labios. Su mirada cambió en un momento; lo supuso. —¿Te irás?

Maldita sea, pensó. La contempló, casi enardecido. Sus ojos grises brillando con vulnerabilidad, su brazo junto al suyo, su cuerpo cubierto con sus sábanas. Su aroma estaba impregnado en cada rincón de su habitación y él comprobó, casi complacido, lo mucho que gustaba de aquelolor, dulce, apetecible. ¿Cómo podía dejarla cuando ella lo veía… así? La odio por instantes por ser, en ese momento, su debilidad.

Exhaló, relajó levemente su cuerpo.

—Después.

Aquella afirmación agitó su pulso, un pensamiento pasó rápidamente por su cabeza. Temerosa de un rechazo, alzó la cabeza, cerró sus ojos. Apretó sus parpados con fuerza cuando el contacto electrizó cada parte de su cuerpo… Él la recibió gustoso, ansioso de más. Disfrutó del sabor de sus labios, mordisqueó suavemente el inferior. Ella dejó escapar un jadeo,
sorprendida. Ethan la tomó de las caderas, se removió, dejándola encima suyo. Notó en cuanto abrió sus ojos como el ambiente relajado, tranquilo, sereno de aquella habitación se había tornado caluroso, casi sofocante. Vio sus ojos verdes oscurecidos, coloreados por el deseo.

No, se dijo a sí misma. No iba a permitir que el placer le nublara nuevamente la cabeza. Reparó al instante que ya su pecho desnudo no era escondido por las sábanas y él, gustoso, acariciaba la piel de su torso. Cuando su tacto suave, atento, delicado, se le hizo una pequeña tortura, buscó su mano y detuvo aquellas caricias.

Ese hombre iba a ser su tortura.

—Debemos hablar—le susurró con la voz baja, ese tono afable que solo ella tenía.

—Hermione…

—Ethan—le susurró.

—Sé lo que me quieres decir—le murmuró, casi impaciente. Sujetó con firmeza sus caderas, miró sus mejillas sonrojadas, disfrutó la visión de su pecho. Ella tenía pequeños lunares dibujados en su piel, trazando un camino desde sus hombros hasta su espalda, rodeando su torso y más que pequeñas imperfecciones le parecieron algo… genuino. En ella, solo en ella.

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