Capítulo Siete

148 17 4
                                    


Capítulo Siete.
Rien est tous les Oui


La besó. Agarró sus mejillas, ella abrazó su cuello. No necesitaron detenerse, pensarlo. Movían sus labios en un compás lento, calmado; como si quisieran disfrutar cada segundo de ello. Ella sintió que todo a su alrededor se desvanecía, sus problemas, sus tormento. Él… él lo sintió todo.

Hermione retrocedió, la cercanía le pareció, de repente, más necesaria que respirar. Ethan contempló su aspecto, sus labios rojizos, su respiración agitada y sus mejillas sonrojadas. Ella lo vio, sus ojos oscurecidos, sus labios entreabiertos. Casi suspira.

—Lo siento, Hermione. —Le susurra— No sabes cuánto lo siento.

El peso del mundo cayó sobre sus hombros, soltó un quejido, lágrimas silenciosas bajaron por sus mejillas.

—Está bien, Ethan.

Se fue de allí antes de que su cuerpo siguiera el impulso, sollozó, se sentía atormentada, cansada. Quiso voltear, regresar a sus brazos, besarlo nuevamente. Quiso ir a donde único se sentía completa.

Nada está bien, quiso decirle.

Ethan siguió con la mirada su recorrido, la vio irse, sintió la frialdad de la soledad abrazarlo.

Casi jadea, caminó por la habitación. ¡Dios! Quiso gritar, correr; buscarla. Golpeó la pared; el dolor que recorrió su brazo no le importó; la golpeo una y otra vez, furioso, colérico, necesitado.

Tiró todos sus documentos al suelo, pateo los sillones. Nada. No sentía nada.

Miró la puerta por donde ella se había ido. Pensó que aquello era lo mejor, que se hubiese ido, que hubiese detenido aquello que lo hacía sentir vulnerable. Jadeó. ¡Maldita sea! Pensó. Dejó que pasara el tiempo, pasaron minutos, pasaron horas. En medio de aquello, se sirvió del viejo whiskey que su padre le había enviado a principios del año. Se sumergió en el alcohol, en lo único que había calmado sus sentidos, en lo único que la sacaba de su mente.

Recordó como el día anterior había bebido hasta no sentir nada; rió por el recuerdo. Lo deseó.
Deseó sacar su mente aquel recuerdo, deseó sacar de su cuerpo aquella sensación. Deseó olvidarla a ella.

La mañana del jueves llegó con una rapidez desesperante; ella no trató de buscar su presencia en el apartamento. Sabía que él no estaba. Ni siquiera desayunó, salió de aquel lugar como si la visión de las paredes grises la atormentara. Llegó a la librería mucho más temprano de lo
que esperaba, acomodó los libros, incluso, limpió los pisos de aquel lugar. Buscaba desesperadamente algo en lo que ocupar su mente.

Cerca de las diez de la mañana Lara le tendió una taza de té.

—¿Estás bien?—le cuestionó en un susurro. La señora le sonreía con amabilidad, un brillo de preocupación coloreaba sus ojos cafés.

Asintió. —Estoy bien.

Lara frunció sus labios, no se lo había creído.

—Querida—susurró, tomo su mano— ¿Has visto tu aspecto? ¿Estás segura que estás bien?

Hermione recordó su imagen. Llevaba su cabello suelto, no había tenido muchas ganas de peinárselo. Grandes y oscuros círculos negros rodeaban sus ojos; no había pegado un ojo en
toda la noche. Vestía con comodidad. No le había interesado su aspecto cuando salió de la casa.

—Creo que voy a coger un resfriado—susurró—Pero estoy bien. Lo estoy.

La señora dejó el tema allí. El día pasó en un parpadeo, se mantuvo distraída ordenando los gigantescos libreros del lugar. Llegó a las cinco a la cafetería; no saludo a nadie —realmente no los conocía— y se extrañó al ver a Grey allí. Ya había captado lo necesario de como trabajar en la cafetería; se colocó aquel delantal lleno de flores rosas y comenzó a trabajar. Sintió que su día había pasado como una martirizante rutina.

CulpableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora