CAPÍTULO 6

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AMALFI
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Leanne

—¿Dónde está mi padre? —interrogo en el momento en el que la empleada que lleva unos cuantos años trabajando aquí me abre la puerta de la inmensa mansión en la que me criaron.

—Su padre se encuentra en su despacho, señorita Vitali. ¿Le gustaría que la acompañe a verlo?

Niego con la cabeza.

—No, gracias.

Me dedica una corta sonrisa y la pierdo de vista hasta que me encuentro frente a la puerta del despacho de Giovanni Vitali, o como a mí me gusta llamarlo, mi padre, la persona más testaruda y gruñona que alguna vez he podido conocer. Doy tres golpecitos en la puerta, esperando a que me dé una señal para entrar.

—Adelante. —Su voz me invita a pasar a la estancia.

Al abrir la puerta, recorro con la mirada el extravagante despacho hasta fijar mi mirada en él, quien se encuentra fumando un cigarrillo con serenidad.

—Papá.

—Bambina —murmura mientras su mirada cae sobre la mía—, ¿dónde has estado?

—En Nueva York resolviendo algunos asuntos que contribuyen a mi carrera. —Tomo asiento frente a él—. ¿Y tú, que has estado haciendo?

—Nada en especial. —Vuelve a darle una calada al cigarrillo, poniéndome de los nervios.

Mi padre tiene problemas con el corazón ya desde hace mucho tiempo y el que fume sin siquiera cuidarse un poco me enferma.

—¿Olvidas que tienes problemas con el corazón? —interrogo levantándome de mi asiento—. ¿Por qué estás fumando?

—No es cómo si me quedara mucho tiempo de vida.

Le arrebato el cigarrillo que lanzo al cesto de basura.

—No seas ridículo, puedes ponerte mal. Eres lo único que nos queda a Alexander y a mí.

Se levanta de su asiento y me rodea con sus brazos. Recibo su abrazo con beatitud, a pesar de que sea un terco de mierda, es mi padre y lo aprecio.

—Ustedes ya son adultos y saben cómo cuidarse.

—Cállate —lo corto—, no me importa cuán adulta sea, te necesito conmigo, eres mi padre.

—Pero no voy a estar aquí para siempre. —Pone distancia entre ambos mientras pasa una mano por mi mejilla—, algún día moriré y tendrás que aceptar que ya no estaré contigo.

—No me importa, cuídate ahora para prevenirlo. —Deposito un beso sobre su mejilla—. Te veo luego, tengo que irme.

—Está bien, cuídate.

—El único que tiene que cuidarse aquí eres tú.

—Ajá.

—En serio, no me hagas llamar al doctor —advierto.

—No te preocupes, estaré bien. —Me dedica una sonrisa y le dedico una mirada a forma de advertencia antes de abandonar el despacho.

Mientras avanzo por la sala, me detengo frente al enorme cuadro en el cual se ve reflejada a mi madre, su muerte ha dejado un gran vacío en la familia, las cosas no volvieron a ser lo mismo luego de que muriera. El sonido de mi teléfono me advierte de una llamada, sacándome de mis pensamientos y cojo la llamada al ver el nombre de mi representante.

—Buenos días, ¿todo en orden? —interrogo mientras me echo a caminar hacia la salida de la mansión.

Todo en orden —responde Rebecca desde la otra línea—, ¿y tú?

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