CAPÍTULO 45

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RECHAZO
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Leanne

Salir a cenar con mis amigos tiende a ser algo usual cuando estamos celebrando algo. En esta ocasión, Lidia y Francesco fueron a buscarme a mi apartamento, me dijeron que nos íbamos a cenar un restaurante y me pusiera linda. Básicamente, una cena en uno de los mejores restaurantes del centro de Milán para celebrar mi victoria en los Fashion Awards.

Aunque Lidia lo celebró conmigo en Londres, insistió en que vayamos a cenar. Además, según ella, tengo un malhumor que se percibe de manera fácil y que lo mejor es irnos a cenar para distraernos y pasarlo bien.

—Fue increíble —le comenta Lidia a Francesco, quien mira atento—. Se veía hermosa, pero lo peor, era que la muy idiota creía que no iba a ganar —me mira mal y yo le dedico el mismo gesto mientras niego con la cabeza.

—Estaba nerviosa —me defiendo—. No sabía si iba a ser la ganadora entre tantas nominadas.

—Era algo obvio, Lea, ¿cómo no pudiste verlo venir? —Francesco sonríe—. De todas formas, me siento feliz por ti.

—Nos sentimos —lo corrige Lidia y a continuación, alza su copa de vino—. Por Leanne.

Chocamos nuestras copas a modo de brindis y me la llevo a los labios, saboreando al costoso champán que complace mi paladar.

—¿Y por ahora no tienes ningún desfile?

Niego con la cabeza.

—No estamos en temporada de desfiles aún, pero si tengo que hacer otras cosas relacionadas a ello —explico.

Terminamos de cenar, Lidia llama a la camarera que nos trae la cuenta y aquí empieza el debate de la noche.

—Invito yo —dice Lidia mientras saca su billetera de su bolso.

—No. ¿Qué clase de amigo sería si no pagase yo? —refuta Francesco—. Yo sugerí el restaurante, me concierne pagar.

—Tonterías.

—Dije que voy a pagar yo —gruñe Lidia.

—Parecen niños pequeños —Le doy un largo sorbo a mi copa de vino. Ellos continúan protestando y mientras esto sucede, tomo mi billetera y dejo el buen par de billetes sobre la mesa.

Me aclaro la garganta y ambos parecen regresar a la realidad para mirarme a mí y a los billetes que están sobre la mesa.

—¡Leanne! —ambos sueltan un bufido de protesta y me rio.

—¿Ya nos vamos o prefieren seguir debatiendo acerca de quién va a pagar? —inquiero.

Nos ponemos de pie y salimos del restaurante.

Doy un paso para caminar, sin embargo, Lidia me detiene, tomándome del brazo.

—¿Ese bombón que está allá no es el hermano del Dios Griego ese que se llama Edward?

—¿Eh?

—Mira —señala de forma discreta a la figura masculina que está despidiéndose de una mujer que acaba de meterse dentro de un taxi.

Apenas se voltea, lo reconozco al instante.

—Daniel —murmuro.

—Estoy un poco perdido, ¿qué sucede? —interroga Francesco.

Lidia me guiña un ojo.

—Pues... resulta que nuestra querida amiga Leanne tiene muchos hombres multimillonarios por detrás que mueren por cortejarla. ¿Quién pudiera? Solo ella. 

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