CAPÍTULO 36

9.9K 760 128
                                    

IT'S OVER
.
Edward

Le doy un largo sorbo a la tercera copa de la noche mientras Daniel me mira, atento.

—¿Puedes creerlo? Fui a buscarla como un loco por toda Italia para que después de follarla me eche de su suite como un don nadie. Me faltó el respeto y se lo permití —Me sirvo otro trago y empiezo a beberlo—. Es tan patética, no te das una idea de cuanto la odio. Nunca había odiado tanto a una mujer como la odio a ella.

—Estás exagerando, Edward.

—No exagero. La detesto, es tan cobarde —Le doy otro largo sorbo a mi copa de champán—. Es patética.

—Estás ebrio, no sabes lo que dices.

—¡No estoy ebrio!

Lanzo el trago al otro lado de la oficina que se hace añicos en el suelo. Al parecer la inepta de mi secretaria va a tener que mover el culo y ponerse a limpiar el desastre.

—Deseo que se arrastre por mí.

—No va a suceder —dice Daniel—. Si no lo hizo antes, menos lo va a hacer ahora.

Recuerdo todas las veces que cedí ante ella como un imbécil. No sé en qué pensaba. Todo comenzó en Paris cuando perdí esa estúpida apuesta. Ni siquiera tenía planeado llevármela  a la cama, más bien, planeaba hacer que se corriera en mis dedos y luego largarme con tal de ilusionarla y de esa forma, que ella me buscara a mí y me rogara. Pero todo se fue a la mierda, perdí el control cuando la oí gemir de esa forma y al sentir lo mojada que estaba. Me pedía a gritos que me la follara y así lo hice.

El simple recuerdo de su cuerpo está plasmado en mi mente y no me lo puedo sacar de encima. Eso es lo que más me enfurece, que no me puedo arrancar a esa cobarde de mierda de la piel. No sé qué me hizo. Me estoy volviendo loco.

—Te gusta, admítelo de una vez.

—¡Ya te dije que sí, que me gusta! ¡No me jodas!

—Pero no de la forma que tú crees. No solo te gusta físicamente, te gusta ella y su forma de ser. No es un capricho, Edward, simplemente estás en...

—Ni siquiera te atrevas a decir semejante idiotez —lo corto—. Yo nunca me he enamorado de nadie y estás muy equivocado si crees que me enamoré de esa insolente.

—Acéptalo de una vez. Te has equivocado, ve a buscarla.

—Ya lo hice y me echó. No pienso volver a buscarla. Maldita desgraciada.

Me sirvo otro trago.

» Me faltó el respeto y se lo permití. Estoy hecho un imbécil.

—¿Entonces no te importaría si empiezo a acercarme a ella?

Su pregunta me hace soltar el trago que tengo en la mano y mirarlo de inmediato.

—No es gracioso, Daniel.

—No es una broma. Has dicho que no quieres nada, ¿entonces puedo intentar algo con ella? Ya que no te importa y crees que es una desgra...

—No —lo interrumpo—. Es mía.

—No puedes seguir con ese pretexto. Ella se cansó de ti.

La cólera me recorre el cuerpo y lo tomo por el cuello de su camisa.

—Es mía —reitero—, eso la hace intocable para ti y para todos. Fue mía primero y así será para siempre.

—¿Entonces te retractas? Dijiste que ya no querías nada con ella.

Caricias ProhibidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora