Madrugada caótica

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Eran casi las tres de la mañana, mientras Armando y yo esperábamos sigilosamente bajo un escritorio. Se oían varias voces que nos confundían y no lográbamos entender ni menos reconocer. Mi respiración se fue acompasando y la de él también, luego de unos segundos desistimos y me senté con la espalda pegada a una de las paredes.

—No creo que nos encuentren— le dije
—No lo sé, me angustia no saber quiénes son y porque rompieron así la puerta —sentenció Armando
—Bueno, eso es cierto, mmm... Solo intentaba ser positiva, gracias por la ayuda— dije en tono sarcástico

Se escuchó un "por aquí" y escuché ruidos cercanos, al parecer ellos llevaban algún tipo de luces que les permitían ver las huellas, o algo así escuché. Por lo que rápidamente pudieron encontrarnos, arrinconándonos contra la pared.

—Armas abajo—decía uno de ellos
—Bajad eso, por favor, no somos ladrones, trabajamos aquí—decía Armando
—Sí, claro, y por eso entraron y se activaron las alarmas, es claro que no eran personal bienvenido. Pero nosotros estamos aquí y pronto llegará la policía — sentenció otro de los uniformados.
—Hey, chica, diles, muestra tu fotocheck, identificación o algo, para que dejen de tratarnos así...— suplicó Armando

Yo me había quedado paralizada, nunca me había pasado una cosa como esta, por el radio escuchaba que decían que habían reducido a los delincuentes. No podía articular palabra y empecé a pensar que tal vez, solo tal vez , la persona que tenía a mi lado no era tan inocente.

—¿Tú? ¿La que me manchó mi camisa esta mañana? ¡No me lo puedo creer!— logré oír a Armando incrédulo
—¡Pues qué coincidencia! Digo lo mismo, así que tú eras el famoso "inversionista" que tiene a todas mis compañeras babeando— Y cuando acabé de decir esa frase, deseé que las arenas movedizas me engulleran.
Él sonrió con suficiencia, como si estuviera acostumbrado a recibir halagos, sus ojos café empezaron a tener un brillo travieso. Unos segundos transcurrieron y oí que llamaban a mi jefa, me puse a buscar mi identificación pero fue en vano, en toda esa correteadera, definitivamente la había extraviado y estos señores no me creían. Ya tenía un plan, cuando Danielle les contestará, gritaría con todas mis fuerzas para que viniera por mi. Esto solo era un gran malentendido y la gracias a Dios que la policía estaba tardándose.
El momento exacto en que escuché: "Sra. Montes", osea mi jefa Danielle, empecé a gritar como placera, no tenía idea si ella me iba a entender pero tenía que intentarlo. Se escuchaban sirenas a lo lejos y entre en pánico, felizmente logré oír que dijeron que vendría la dueña. Les habían dicho que nos dejaran al menos sentarnos hasta que la dueña se cerciorara de que eran su personal.

Y así nos dejaron un poco más libres, pude ver al fin porque es que las chicas hablaban tanto de él. Tenía unos ojos impresionantes y músculos bajo toda esa ropa holgada, los había tocado, obvio inconscientemente, pero ya lo había comprobado personalmente, no solo una, sino dos veces, contando la vez que lo llené de chocolate.
—Hey, tu ...zzzz... ssss.... pizza caliente?—decía Armando
—Claro, dame— dije aún con mis pensamientos merodeando

Armando comenzó a partirse de la risa, y yo no entendía el porqué, y tampoco porque no veía ninguna pizza cerca. Pensé que el había encontrado la pizza que Katy y yo habíamos ordenado temprano, pero no había ni rastro de eso.

—¿De qué te burlas tanto, niño?— dije furiosa
—Pensé que solo a las chicas de acá las hacía babear, pero no sabía que a ti tambien— dijo provocativo
—¿Disculpa? Mira, que te haya abrazado y que hayas sentido algo diferente no es mi problema, fue solo un momento de ... fue solo un reflejo ¿Okay? No me vengas con tus jueguitos—
—Espera, yo en ningún momento mencioné nada de ningún abrazo, osea que ¿Si te gustó y sentiste algo?...
Yo solo estaba diciéndote: "Hey tu ¿podés dejar de mirarme como si fuera un trozo de pizza caliente?" A lo que tú me respondiste: "Dame, claro" con una voz extraña, por eso me reía, porque por no tomarme la atención debida, terminaste diciendo bobadas... O tal vez ¿era que de verdad lo estabas sintiendo ? —

Me puse de un color tan rojo que sentía mi sangre hirviendo. Este chico me estaba sacando de mis casillas y lo peor es que se creía chulísimo. Se creía que todas lo amábamos y con fundamento, yo misma me había ido de boca al decir que las chicas de la oficina estaban locas por él. Solo alimenté al monstruo, ¿porque había tenido que toparme con aquel papanatas?

Danielle llegó con su estruendoso jaleo, su voz ya llenaba todas las estancias, los de seguridad empezaron a ponerse en modo alerta.
—Dios, Deianira, Armando ¿por qué están aquí y a estas horas, por qué armaron tanto escándalo? ¿No me digas que ustedes dos, no, no, esto no lo voy a permitir y menos en mis oficinas, que les ha pasado? ¡no son un par de adolescentes! —dijo acalorada mi jefa

Si antes había estado roja de vergüenza, ahora estaba con ganas de matar a mi jefa, ella no sabía que yo había terminado mi relación con Carlos, seguramente que solo lo hizo para molestarme pero yo ya estaba picada. Y más aún cuando él tenía su mirada sobre mi, escrutándome, como intentando descifrarme. Mi hambre de venganza seguía bullendo dentro de mi, pero eso lo dejaría para después, solo tenía ganas de un duchazo frío y de meterme a dormir a mi cama. Había sido un día largo, por no decir impredecible, quedaría para la posteridad como mi día épico. Le dije a Danielle que se encargará del malentendido, que de veras ya no tenía ganas de seguir en ese lugar. Danielle asintió extrañada y me dejó ir aludiendo que ya había sido mucho por hoy. Mientras avanzaba por los pasillos, veía todo el caos ocasionado y a mi jefa dando indicaciones cual capitán, vociferando órdenes y poniendo a todos bajo su yugo. Todo había sido culpa de Armando por lo que entendí, al ingresar más de medianoche, había activado las alarmas y se habían cerrado las puertas principales, haciéndonos quedar encerrados, sin posibilidad de escapar, según dijeron, si se podía salir, pero más de medianoche ya nadie podía ingresar ni siquiera parte del personal autorizado.
Danielle se disculpó por mi, ya que yo recién me había reincorporado a la empresa y por Armando, porque no era un empleado, solo un visitante y no se le habían informado debidamente las últimas medidas de seguridad.

Cuando ya estaba a punto de salir, vi en el piso algo rosa bajo capas de polvo, lo levanté y divisé a mi osito de chaqueta rosa que me sonreía. Lo abracé, preguntándome como es que en todo este caos había terminado allí, pero eso no era algo de lo que debía  preocuparme a las 5 de la mañana.

Creo que una parte de mí, se quedó en MadridDonde viven las historias. Descúbrelo ahora