Capítulo 16.-Una buena navidad.

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Era veinticuatro de diciembre en la mañana. Todos los empleados amanecían de muy buen humor, Iskahn y Klein regresaban con varios patos en la cintura al irlos a sacrificar muy temprano del corral de caballos. Entraban por la cocina, para prevenir cualquier cosa.

Eugeo le leía el periódico a Yuuki, salvo que ahora lo hacía acostado junto a ella en su cama por dos razones: la primera era que hacía un frío muy endemoniado, y la segunda, pues era navidad, quería consentir a la señorita de la casa.

Kirito se levantaba sin noción de los días. Se había desvelado hablando con Alice en el cuarto, tapados bajo una misma manta por el frío de la noche. Se calentaron, como no, con unos besos.

La celebridad cayó un día sábado, ¿Qué mejor que celebrar la navidad como tal yendo a misa? Era perfecto...para los que creían, menos para un amargado que se quitó toda religión de la cabeza.

La señora de la casa despertaba con un humor sumamente especial, uno que nada más presumía en fechas navideñas, de año nuevo, o alguna celebración importante del país, como lo era el ascenso al trono del abuelo Bonaparte y del nieto Napoleón.

Ahora con la República, quien sabe que se celebraría, ¿de nuevo la revolución? Lo bueno es que ya se podía cantar una vez más la marsellesa.

Lo primero que hizo Quinella al ver a Stacia fue abrazarla, llenarle de besos el rostro y elogiarla por el vestido blanco con rojo que llevaba. Era ideal para la fecha.

-Dile a tu hermana que se levante de la cama. No olviden que tenemos que ir a visitar a su padre.

-Por supuesto, madre. -La chica se alzó el vestido para subir las escaleras.

Lo que nadie sabía, es que Yuuki, cuando se sentía deprimida, iba a visitar la tumba de su padre, llorándole por ya no estar presente. Cuando eso pasaba, y aunque nadie lo supiera, el ambiente entristecía.

Cabe mencionar que la tarde anterior había nevado, por lo que la nieve se amontonaba, formando pequeños cerros de color blanco, lo cual alegraba a la menor de las hijas y a cierta criada.

Ronye miraba desde la cocina la nieve, queriendo jugar con ella ya que siempre le había gustado. Tendría, por aquel entonces, unos veintiún años, y no le apenaba aceptar que le gustaba jugar con la nieve.

Se desayunaba algo ligero, la cena sería un poco pesada por incluir carne de pato, un poco de vino y de algunas verduras. No se pondrían muy borrachos o se desvelarían, como sí ocurría otras veces, ya que la misa aguardaba al ser una fecha tan importante como la del domingo.

Tieze se puso detrás de Ronye, tomándola de un hombro. El desayuno ya se había servido, que eran tortitas dulces.

-No has dejado de mirar la nieve en todo este tiempo. -Observó ella.

-No puedo...es hipnotizante para mí. Me recuerda a algunas cosas que me pasaron en la adolescencia.

-¿Jugamos nosotras dos y Scheta cuando acabemos el desayuno? Hoy a Alice le toca la comida junto a las demás chicas, así que no tendremos problema.

-Sería muy bueno. -Sonrió Ronye de forma muy emocionante.

Mientras Stacia caminaba al cuarto de Yuuki, se llevó una mala sorpresa por ver a Eugeo compartiendo cama con su sagrada hermana. Al abrir la puerta, soltó un pequeño grito, llevándose la mano al pecho.

-¡Stacia-Sama! -Exclamó el joven, dejando el periódico en la cama para tratar de auxiliar a la mencionada.

-¡¿Qué haces en la cama de mi hermana?! ¡La servidumbre no tiene el derecho de...!

Sword Art Online: Palacio Noir et Blanc (Kirialice)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora