Capítulo 19.-Los miserables.

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Ronye, antes de su llegada al Noir et blanc, no la había pasado muy bien. Ella tendría, por aquel entonces, unos doce o trece años, ya hacía bastante de la actualidad.

Únicamente empezó a recordar tras ver a una chica de esa edad y a una anciana que pasaban por el camino de la carretera.

Su historia, algo trágica y con tantos sabores amargos, fue la razón por la cual a sus veintiún años de edad a ella ya casi nada le afectaba.

Vivía en un lugar pobre, donde las condiciones de sobrevivir eran nulas. Ahí no se decía "traje la comida" por lo regular se escuchaba el "conseguí algo de comer".

Ronye era hija única (de milagro), que vivía con sus dos padres en esa situación de casi miseria absoluta. Tenían una casa de madera con teja bastante delgada. Las ventanas del hogar quedaban rotas tras los descuidos de los años.

No tenía color, pero lo tuvo en alguna ocasión. Únicamente se veía el negro de la mugre y la suciedad de los años.

Tampoco tenía cimientos, la casa, en más de una ocasión, se había venido abajo con alguna lluvia fuerte o un soplo violento. Pasarían dos o tres días para que la casa volviera a ser alzada, en lo mientras, dormían en el suelo de la casa de algún vecino, ya que todos se ayudaban entre todos.

De ahí venía el cuento de que Ronye sabía alemán de sus primos y su tío. En realidad, ella lo hizo gracias a unos vecinos que venían de Stuttgart, y ellos eran los que le daban asilo a ella y su familia. De ahí que ella hablará alemán.

Cuando el padre de Ronye tuvo que irse a la guerra, fue de las peores experiencias en su vida. Los recuerdos del momento aquel, la invadieron mientras se sentaba en su cama.

Ella lloraba abrazada a su madre, viendo cómo es que todos los hombres, jóvenes, maduros o ancianos, partían a la guerra a morir por un Imperio que no les daba ni siquiera las migajas de lo que trabajaban el día a día.

Lo último que pudo ver de su padre fue su espalda, y de su rostro, su sonrisa calmada.

-No tardaré en regresar, amorcito. –Nunca regresó...

Lo peor del asunto es que, aun acabada la guerra, Ronye siempre esperaba a su padre durante dos horas en la puerta de su choza, ya que eso es lo que era, no podía ser llamada "casa" al ser tan desgraciada.

Siempre que ella regresaba a casa tras su trabajo infantil, gritaba una misma cosa, teniendo la esperanza de que ahora sí se cumpliera su sueño.

-¡Papá!...

Llegaba con la cara sucia, las manos manchadas y su vestido roto, aparte de su cabello corto por cosa de los piojos, que no era sorpresa que los tuviera en esas precarias condiciones humanas.

Recorría la casa en todos sus rincones (lo que le tomaría veinte segundos por el tamaño de la casa), gritando lo mismo.

Jamás tuvo la respuesta que quería escuchar.

A su madre le faltaba un muy buen rato de regresar de la esclavitud de doce horas a la que era sometida para llevar lo más "básico" a casa.

El rostro de Ronye era en parte limpiado por sus propias lágrimas, las cuales le recorrían las mejillas, quitando parte de la suciedad que la cubría al secárselas con las manos.

Tras llorar un rato, salía a jugar con los llamados "Hijos de la calle" al no tener ni casa ni padres. Hasta eso que Ronye se sentía afortunada de saber quién la parió, porque había quienes ni eso sabían.

Los chicos vestían igual de fachosos que Ronye, usando pantalones de jerga o de manta, algunos no tenían ni siquiera camisa al no poder conseguir una.

Sword Art Online: Palacio Noir et Blanc (Kirialice)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora