Todos en el palacio corrían de un lado para otro con bastante prisa, ya fueran mozos, sirvientes, ayudantes de cocina, lo que fuera. Todos tenían el mismo objetivo: que todo quedara completamente listo.
El jefe de los sirvientes, Bercouli, miraba con un catalejo montando en su caballo. Se encontraría a unos cien metros del palacio, vigilando la carretera para avisar cuando el carruaje estuviera a la vista.
Nada aparecía, algo que, en vez de tranquilizarlo, lo dejaba más nervioso. En cuanto el carruaje apareciera, Bercouli iría a todo galope de regreso al palacio para avisar que era mejor que todo estuviera listo.
La ama de la casa, Quinella-Sama, apuraba a todos a la vez que ella también ayudaba. Su vestido no le ayudaba mucho, dificultándole el caminar rápido.
Ponía la mesa junto con sus criadas: Alice, Tieze y Ronye. La última de las tres era, al igual que el invitado, de Prusia.
-Vamos chicas, dense prisa. –Apuró Alice, quien era la que acomodaba las cucharas.
-No se preocupe, señorita Alice, todo está viento en popa. –Tranquilizó Tieze.
-Ronye ven conmigo, por favor. –Pidió Quinella, tomando de la mano a la chica, quien la acompaño a uno de los corredores del enorme palacio.
Eugeo y Scheta arreglaban la habitación en donde aquel invitado se quedaría, teniendo muchísima prisa en hacerlo. Acomodaban las sábanas de algodón egipcio, sacudían la cerámica china que reposaba en los muebles.
-Se supone que Quinella-Sama lo quiere casar con Stacia-Sama, ¿no es así? –Cuestionó él.
-Es un noble, sería raro que aceptara a una chica que es de la burguesía, pero el dinero lo puede todo, ¿no crees?
-Karl Marx no estaría de acuerdo, por lo que yo menos.
-¿Y ese hombre quién es? ¿También es prusiano?
-Debería darte a leer uno de sus libros. Pero sí, es prusiano.
Los dos sirvientes salieron de la habitación del invitado, incluso sacudiendo la manija de la puerta para que todo quedase impecable.
Quien limpiaba la alfombra de las escaleras era Iskahn, tratando de que la misma quedara con un aroma a limpio.
La mesa, puesta. La alfombra, limpia. El piso de la entrada, reluciente. No podía haber fallos, salvo que Quinella buscaba una forma de decirle a Ronye lo que quería decirle. La chica de ojos azules se sentía confundida, era la primera vez que su señora no sabía cómo darle un comunicado.
Por otro lado, Tieze y Agil ayudaban a Yuuki a bajar por las escaleras, provocando una leve molestia en Iskahn, quien acababa de terminarlas.
-Solo porque es usted, Yuuki-San. Pase, por favor.
-Gracias, Iskahn, que tierno de tu parte. –Sonrió la chica, quien tenía que apoyarse de un bastón para poder caminar además de ser sujetada por Tieze y Agil.
Retirándose los tres de la escalera, el joven de piel canela suspiró pesadamente. Siempre le daba tristeza saber que una de las señoras de la casa estuviera enferma.
El carruaje digno de un prusiano aparecía en la lejanía, Bercouli sintió como si le apretaran el corazón, tragando saliva de forma pesada para irse a todo galope, apurando a su caballo.
En menos de un minuto llegó, siendo esperado por Eldrie, quien se notaba tan nervioso como el viejo Bercouli.
-¡¿Ya viene?! –Cuestionó el más joven de los dos varones.
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Sword Art Online: Palacio Noir et Blanc (Kirialice)
Fiksi PenggemarCorre el año 1870. La dueña del palacio Noir et blanc, Quinella-Sama, invitó al noble prusiano Kirito a casarse con su hija: Stacia. No obstante, al día siguiente de su llegada, estalla la guerra Franco-Prusiana, por lo que Kirito se ve obligado a...