Capítulo 2.-Inicia la guerra contra Prusia.

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Kirito recién se levantaba. Ronye tendía la cama, llevando ya bastante tiempo más de despierta.

Durante un rato, que pudieron ser unos cinco minutos, ella observó al joven barón prusiano dormir en aquel sillón. El joven se durmió la noche anterior mientras ella le contaba historias de su infancia.

Como criada, Ronye no se sentía ofendida, todo lo contrario. De hecho, se sentía realizada y tenía un leve sentimiento maternal, casi como ella hubiera contado un cuento a un niño.

-Buenos días. -Saludó él, estirándose en el sillón donde se había dormido. Tenía puesta una gruesa manta.

-Buenos días, barón Kirito. -Regresó la chica.

Ambos salieron de la habitación. Varias criadas espiaban la puerta, en espera de que ellos salieran. Fue sorprende ver a Ronye peinada y a Kirito con su cabello bien arreglado.

Había dos opciones, o la noche no fue tan ajetreada o se habían arreglado antes de salir. Al menos Alice y Tieze se dieron sus vueltas por la habitación, pegando el oído a la puerta para tratar de escuchar algún ruido proveniente de la misma. Nunca escucharon nada.

En la cocina se preparaba el desayuno. Tieze ni siquiera tenía apetito de pensar que le habían hecho a su amiga. No conocían al noble prusiano, así que ella pensaba lo peor, y solo lo peor.

Por la parte de Eugeo, él sujetaba en sus manos una bandeja de plata que tenía algunas tostadas con mantequilla y miel, además de un chocolate caliente y un poco de jugo de toronja. Unas pocas uvas en un plato también adornaban lo que era la bandeja.

Todos los que le veían le daban paso o le ayudaban a sortear algún obstáculo, ya fuera una escoba o una alfombra mal puesta. Daba la impresión de que aquello no era un desayuno en bandeja, sino algo que podría desatar una tragedia en la casa.

La habitación quedaba cerca de la chimenea, la cual seguía prendida ya que la mañana era fresca, pero se apagaría en algunos minutos más ahora que la temperatura subía.

Finalmente, el mozo abrió la puerta, entrando a una habitación adorada con una cama llena de peluches, de cosas muy infantiles y de una cama enorme tejida con hilos de oro. Era el cuarto de Yuuki.

Ella seguía durmiendo, el muchacho puso la bandeja en la mesa de noche, la cual era enorme y seguía teniendo más peluches todavía. Él sonrió.

-Yuuki-San, despierte. Yuuki-San. -Susurró Eugeo, moviendo delicadamente el hombro de la señorita.

-Eugeo, buenos días. -Fueron las primeras palabras que ella diría en aquel día. -¿Qué hora es?

El muchacho revisó su reloj de bolsillo. -Son las nueve, Yuuki-San.

-Dame cinco minutos más, por favor. Entra a la cama, por favor. Siento frío.

-No sé si deba, Yuu...

-Por favor. Consideralo como un deseo.

-Y sus deseos son órdenes. -El muchacho comenzó a quitarse los zapatos a la vez que la muchacha abría la colcha. -Me siento incomodo sabiendo que corren rumores sobre nosotros en la mansión.

-Madre se preocupa por ello, pero no me importa mucho ya que no son ciertos.

Tras eso, el muchacho se recostó en la cama de la señorita. Increíblemente, él pensaba que se iba a hundir en la misma por la suavidad del colchón. Ahora ya no le molestaba lo que pudieran decir, estar ahí acostado era como el cielo.

Aun así, los mozos y criadas pasaban por el cuarto como si nada. Eugeo siempre se quedaba a ver desayunar a Yuuki, ayudándola en lo que le fuera posible, de ahí que no dijeran nada a esa hora del día.

Sword Art Online: Palacio Noir et Blanc (Kirialice)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora