XXI. Confesiones

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Skylar

Cargar con un príncipe delgaducho a través de los congelados bosques del norte no es, precisamente, como había imaginado este viaje. Sin embargo, quedarnos parados en la nieve no es una opción que me plantee. No cuando no sé si ellas nos necesitan, si aún siguen en ese tren, no cuando sé que nos tienen vigilados, esperando el mejor momento para atacar.

Esto no es lo que Heller prometió, no es lo que yo debería estar haciendo ahora. El vaho que sale de mis pulmones me recuerda al humo de mi chimenea, la que teníamos en casa de mi padre, el lugar donde tendría que estar justo en este momento.

Sé muy bien que lo que hace ese condenado demonio no está bien, es como estar bajo las órdenes de alguien completamente diferente al Capitán Heller... Y cada vez es más difícil mirar a Lilith a la cara. El día en el que presencié el entierro de su hijo fue demoledor; jamás la había visto comportarse como un ser humano, su rostro era el espejo del dolor que estaba sintiendo por dentro. Ser testigo de su agonía me hizo dudar sobre mis acciones... ¿Y si le cuento la verdad? ¿Se enfadaría? Lilith da miedo cuando se enfada, seguramente me convertiría en cenizas y se llevaría a Elsie y, si pierdo a Elsie, Zariah echaría mis cenizas a un volcán para rematar la jugada. No puedo permitirme tener a Heller, Lilith y Zariah en mi contra a la vez... ¿Qué debería hacer? Yo sólo quiero volver a casa, con mi familia.

En ese momento, el príncipe de pelo blanco emite un quejido que interrumpe mis pensamientos.

—Estoy seguro de que Lilith le curará ese esguince, Alteza.

—Y-Ya te dije antes que no tienes por qué dirigirte a mí de esa...

Otro latigazo hace que su voz se rompa. Estos críos de hoy en día no saben ni caer en condiciones... Tiene el tobillo inflamado y nula resistencia al dolor, pero debo reconocer que se necesitan agallas para dejarlo todo e ir en busca de su hermano.

―Así que tu nombre es Skylar ―afirma.

―Skylar Dyer ―respondo ―, trabajo para el Ministerio del Interior.

El chico tira de la tela que cubre mis hombros.

―¿Trabajas para el Gobierno? ―pregunta, con el tono un poco más alto de lo que resulta prudente ―. ¿Sabes algo de mi hermano?

Suspiro, caminando más lentamente.

―Si supiese algo no estaríamos perdidos en este bosque.

―Lilith no ha desaparecido, y ahora me entero de que viaja junto a una persona que trabaja para el gobierno que, supuestamente, tiene atrapados a los Herederos... ―musita casi para sí mismo.

―¿Sospechas de Lilith? ―pregunto, extrañado.

―Sospecho de todos.

―Bueno, un príncipe paranoico no es algo que la historia no haya visto antes...

―¡No estoy paranoico! ―se defiende ―. Estoy preocupado por mi hermano.

―No puedo hacer que dejes de sospechar de nosotros, pero puedo asegurarte que Lilith está tan desesperada por encontrar a tu hermano como tú.

―Lo único que Lilith ha hecho ha sido aprovecharse de la buena voluntad de Edric durante dos años.

Mis ojos se abren como platos. ―¿Eso es lo que piensas?

El peliblanco no responde, guardando silencio durante unos minutos.

Exhalo, estoy agotado. ―Lilith quiere a tu hermano.

Lilith: desolación [SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora