XXIII. Oscuridad

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La niebla se ha asentado a la altura de nuestros pies, consiguiendo que este lugar parezca incluso más tétrico de lo que ya es.

Skylar se ha colocado frente a los niños. Hasta ahora, la presencia de extraños no nos ha traído más que problemas.

Mi corazón palpita con incertidumbre, no logro descubrir desde dónde nos observa. ¿Será otro de los monstruos de Caleb?

El viento sopla gentil, moviendo mi cabello de un lado a otro. Mis pulmones duelen después de haber respirado aire frío durante tanto tiempo. Inhalo, tratando de llenar mi sangre del coraje para preguntar:

―¿Quién eres?

Sólo la brisa me responde. Skylar se lleva una mano al bolsillo, preparado para hacer uso de sus armas.

Unos pasos sobre el camino de piedras rompen el silencio. Se está acercando. Extiendo mi brazo, en un intento de proteger a Elsie y Ezra del posible peligro. Chai, que sigue acurrucado en los brazos de la rubia, comienza a ladrar y gruñir.

Consigo discernir una figura entre las tinieblas, parece un hombre de estatura normal y constitución delgada.

―Egia está cerca ―susurro, mirando hacia atrás por encima de mi hombro ―, si las cosas se ponen feas, huid.

―Pero... ―balbucea Elsie.

―Cuidad de esto ―ordeno, pasándole el libro a Ezra.

El peliblanco traga saliva, y guarda el libro en su bolso.

A medida que el desconocido avanza, logro reconocer ciertas facciones: tez pálida, y un tanto arrugada, debe tener unos cincuenta años. Su rostro está marcado por una enorme cicatriz que comienza en la comisura derecha y sube hasta la mejilla. Va ataviado con un denso abrigo negro, parece hecho de piel. Lleva una pala apoyada en su hombro. Sin duda, no es una de nuestras copias... ¿Será una Sombra? Sin el Fénix no logro distinguirlas con tanta facilidad.

―Un momento... ―murmura Skylar.

―¿Qué pasa? ―pregunto, con los puños cerrados.

―He visto a ese hombre antes.

Le miro, descolocada. ―¿Estás seguro?

―La juventud de hoy en día es muy intrépida, no todo el mundo tiene las agallas para venir a Aleth ―expresa el hombre ―. Me alegro de ver que estáis a salvo.

Ahora puedo ver su rostro con claridad, y me sorprendo al percatarme del inusual color gris de sus ojos. El desconocido sonríe, su cicatriz se arruga con el gesto. Skylar suspira y relaja los hombros.

―¿Cómo has llegado hasta aquí, viejo? ―pregunta ―, ¿dónde has dejado a tus ovejas?

―Vengo a esta aldea con bastante frecuencia ―responde él, apoyando su peso en la pala ―. Las ovejas no son mías, las cuido para ganar algo de dinero, uno tiene que sobrevivir como puede.

Skylar abre la boca para contestar, pero decido entrometerme en la conversación y averiguar qué demonios está pasando.

―Skylar, ¿quién es este hombre? ¿De qué lo conoces?

―Es verdad, ¿dónde están mis modales? Ni siquiera me he presentado ―El hombre da varios pasos hacia nosotros y extiende su mano, manchada de barro ―. Soy Viktor, conocí a este muchacho en la montaña del Norte, fui yo quien te encontró desmayada en la nieve. Me alegro mucho de ver que estás bien.

―Dice la verdad ―asegura Skylar.

Aun así, hay algo en él que no me gusta. Mi frente se arruga, y no le tomo la mano.

Lilith: desolación [SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora