III. Catarsis

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Edric se apresura hasta la puerta. Cuando la abre, una cantidad insólita de flores y hojas comienzan a cubrir las paredes de todo el piso. En unos segundos consigue evocar la sensación de estar en un bosque de unos pocos metros cuadrados.

―Ilya, cómo me hayas roto algo... ―Las palabras de Edric se quedan en el aire.

Me levanto del sofá y aparto algunas de esas ramas llenas de flores de todos los colores mientras me acerco a ellos.

― ¡Ella me ha amenazado! ―exclama una voz masculina desde el otro lado de la puerta.

―No ha sido una amenaza sino una advertencia ―bromea una segunda voz.

Ante mí tengo a tres de las piezas más importantes del rompecabezas que es mi pasado. Mi mirada atónita los observa mientras discuten amistosamente. Esta no es la primera vez que veo a Ava e Ilya en estos dos años ni mucho menos, pero se siente como si lo fuese.

Los ojos oscuros y rasgados de Ilya se cruzan con los míos y una silenciosa sonrisa se dibuja en su rostro.

― ¿A qué viene esa cara de bobo? ¿Es que no me estás escuchando? ―pregunta Ava con los brazos en jarra, justo antes de girarse para seguir la mirada del moreno.

Sus brillantes gemas color avellana engrandecen en cuanto me descubre detrás de ella.

―E-estás de pie... ―susurra, conmovida.

Me encojo de hombros y, sin previo aviso, se lanza hacia mí para envolverme en un abrazo que lastima a mis frágiles huesos. Balbucea palabras que no entiendo sin parar, entre sollozos. Entonces, Ilya se une al abrazo, casi levantándonos a las dos del suelo. Alzo la mirada, encontrándome con la de Edric. Nos observa con atención y con ojos vidriosos.

¿Qué es esto? Les sigo importando aún después de todos los años que hemos estado separados, después de mi evidente caída hacia el oscuro abismo... ¿Por qué?

Cada minuto que pasa el agudo dolor de mi pecho aumenta, extendiéndose por mis venas.

Ava e Ilya me dejan ir. La de tez morena me sonríe mientras se limpia las lágrimas.

―Pensé que las flores te alegrarían, así que le pedí el favor a Ilya...

―No me pediste ningún favor, me amenazaste con convertirme en una bola de agua ―interrumpe él.

Ella pone una mano en su hombro, reflejo de su descontrolada risa.

―Te imagino hinchado, rodando por el pasillo ―se burla con hoyuelos en sus mofletes ―En fin, no estamos aquí para eso... ¡Feliz cumpleaños!

Edric aparta sus cabezas, quedando entre ellos. ― ¡Feliz cumpleaños!

Estoy paralizada, ¿están seguros de que quieren ser tan bondadosos conmigo? He sido un lastre durante mucho tiempo.

Una cálida mano se posa en mi brazo. Ilya intenta llamar mi atención.

―Ava y yo te hemos traído un regalo ―informa, posando su mirada en Ava.

―Ah, sí, muéstranos tus manos ―ordena ella amablemente.

Dudosa, extiendo mis brazos y exhibo las palmas de mis manos. Ava hace que las junte, como si estuviese recogiendo agua, y ambos cierran los ojos. Yo observo, intrigada.

En mis manos aparece una mezcla de arcilla y agua, tomando forma sin prisa, moldeándose según el capricho de mis dos amigos. Poco a poco comienzo a adivinar la silueta de la pasta. Mis ojos están inundados en lágrimas una vez han terminado. En mis manos hay una pequeña escultura en la que estamos los cuatro.

Lilith: desolación [SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora