XXV. El fin del viaje

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El viaje hasta Egia no ha sido, en absoluto, fácil. Hemos luchado contra enemigos poderosos, discutido los unos con los otros, temido por nuestras vidas… Pero hemos llegado hasta aquí juntos. Relativamente sanos y salvos, llevamos a un niño lesionado, un perro hambriento y un hombre con mal genio, pero lo de Skylar es, desgraciadamente, crónico.

―¿No podemos ir un poco más deprisa? ―gruñe.

―Vamos tan rápido como podemos, tú preocúpate de vigilar a Viktor. 

El moreno resopla, frustrado, sé que tiene muchas ganas de ver a su familia, pero tampoco debemos levantar sospechas.

Es increíble cuánto puede cambiar un lugar en un par de años. Poco queda ya del pueblo abandonado que dejé atrás hace años. Las calles están llenas de vida, y las murallas han sido derruidas. No puedo evitar fijarme en una floristería situada a mi izquierda, su fachada está pintada de un azul que recuerda al cielo estival, y la acera está casi completamente cubierta de plantas y ramos de flores. Un chico de pelo oscuro sale de la tienda con una delicada rosa roja en sus manos, y una enorme sonrisa en su cara. Un recuerdo que creía olvidado invade a mis sentidos...

«He perdido la cuenta de las veces que he recorrido este pasillo en los últimos cinco años. La primera vez que vine a este edificio tenía catorce años, e iba, justamente, camino al mismo despacho al que me dirijo hoy. 

Contengo la respiración antes de tocar en su puerta, ¿habré hecho algo mal? No me he saltado ningún entrenamiento, no me he metido en problemas con ningún compañero esta semana… ¿Será por alguna misión? Exhalo, nerviosa. Vamos, Lilith, no tiene por qué ser nada malo, toca ya. 

―Adelante. 

Trago saliva al escuchar su voz, y giro el pomo con cuidado. Ya no hay marcha atrás, así que si me van a regañar, no me queda otra que afrontarlo con valor.

Como siempre, su escritorio está iluminado por esa antigua lámpara de gas, y él está rellenando papeles sin descanso. Sin embargo, esta vez hay algo diferente sobre la mesa de madera… Una rosa roja. La observo durante unos segundos, hasta que él se aclara la garganta, llamando mi atención.

Mi pulso se acelera, no he saludado. Me llevo la mano derecha a la frente antes de decir:

―¿Qué necesita, señor?

Él devuelve la mirada a sus documentos, y señala la rosa con su bolígrafo.

―Eso es para ti.

Mis ojos se abren como platos. ―¿D-Disculpe?

―Dije que esa rosa es… ¿Estás llorando?

―¿Eh? No, no, es… esto… Alergia, es alergia ―miento con torpeza, agachando la cabeza.

Él se levanta de su asiento repentinamente y aleja la rosa de mí, dirigiéndose hacia la papelera.

―¿Eres alérgica a las flores? Lo siento, no lo sab

Sin pensarlo dos veces, le arrebato la rosa de las manos.

―¡No! No… Yo, es que… Verá… 

¿Cómo voy a salir de esta? Debo parecer una loca. El capitán se apoya contra su escritorio, con las manos en el borde del mismo, dedicándome una sonrisa gentil.

―Feliz cumpleaños. 

Le miro, con lágrimas en los ojos, y le devuelvo la sonrisa.

―Gracias. 

―Si te preguntan no te la he dado yo, podría verme en serios problemas. 

Lilith: desolación [SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora