v. someone who spend time with

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“Mi amada, ¿dónde estás?
necesito a alguien para pasar un rato,
para dar y compartir todo mi amor”
—Someone who spend time with; Los retros.

Hoy no logró dormir por completar parte de su trabajo. Tenía un cincuenta por ciento hecho y solo le quedaba armar cuidadosamente cada pieza. Anotó en una improvisada pizarra cerca de su refrigerador que al regresar de casa debe hacer la composición 2D y hacer un breve ensayo sobre el análisis de su pieza. Eran las cinco y media de la mañana, tiempo suficiente para tomar un poco de dinero e ir a su tienda de conveniencia de confianza. Caminar por la larga avenida en donde se encuentra su vivienda era algo tétrico y oscuro. Su entorno era gris, de colores opacos y pistas en completo descuido. Las paredes a su alrededor tenían pintas alusivas a la mala gestión del alcalde, dibujos descuidados, frases en graffiti como también muros llenos de afiches sucios relacionados a conciertos, eventos entre otros sucesos extraordinarios.

“Prepárate para el fin de los tiempos” leía uno.

“Arriba la juventud, abajo Charles” decía otro garabato en negro y al finalizar el nombre del alcalde tenía un dibujo demasiado sugerente.

Las personas a su alrededor caminan como muertos vivientes ya sea por haber salido de algún muladar o porque en el frío de la niebla se iban acoplando al clima diurno.

No reparó en ver el semáforo y cruzó la pista hacia la tienda abierta iluminada con tenues luces blancas. Al abrir sonó una campanilla indicando su llegada. Suspiró y buscó con la mirada lo que tenga de comestible para llevar. Pasó por el lado de cereales y tomó un paquete con cereal en forma de almohadillas, una botella de leche lista y en la sección congelados una pizza con jamón preparada.

—Son catorce dólares con sesenta y ocho centavos.

Drew sacó un pequeño fajo junto a unas monedas y lo tendió en la mesa.

—Recuerda que me debes setenta.

—Te lo doy este fin de semana— dice mientras toma una cajetilla de cigarrillos clásicos, sin adimento o sabor—. Anota esto, Fred.

—Son setenta y siete dólares, Drew.

—Hecho.

Tomó una bolsa y el hombre desgarvado, de rulos opacos, agobiado y con clara tendencia al insomnio llamado Fred lo pasa por el lector de código. Su camiseta beige delata una larga noche de pensamientos inconclusos e irrisorios.

—¿Piensas cobrarme una puta bolsa de cinco centavos?

—Hoy estás de buen humor, niño bonito— vacila en la monotonía de su voz.

Le ayudó a ingresar los alimentos y no llegó a cobrarle.

Al salir puede ver que el tono verdoso de las calles se transforma en un azul más nebuloso, las personas ya inician su recorrido a los paraderos con destino a sus empleos, una de las tantas maneras de escapar de esta parte de la ciudad. Las mujeres de la calle desaparecían y los ancianos vagabundos caminaban en busca de algún alimento en el comedor popular. Desobedeció al semáforo rotol y cruzó a la siguiente calle sin percatarse de la llegada de los autos; cualquier cosa solo culparía de sus desgracias al maldito semáforo sin arreglar y, por supuesto, al inepto alcalde de la ciudad.

La humedad se impregna en sus fosas nasales haciéndole difícil respirar por la nariz, no sabía si atribuirle al hecho de vivir cerca al mar o tal vez a las consecuencias de sus actos. Espera no estar desarrollando pólipos. Tiene el deseo de poner ambas manos en su bolsillo pero se mantiene en su perfil de soportar la baja temperatura y jugar con su aliento a crear un poco de humo en su propio espacio.

A poison called love [Contestshipping // AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora