열 여섯

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Llevaba un par de semanas distanciada con Mingi. San la había acogido en su casa, que era más bien la planta baja de un gran almacén de dos pisos oculto entre todos los altos edificios del Viejo Distrito Residencial. Dai no estaba del todo decaída pero tampoco sonreía mucho. Era como un medidor ligeramente inclinado hacia el rojo que indicaba peligro.

San tampoco estaba muy seguro de qué hacer con la situación, pues se daba cuenta del estado de ánimo casi constante de su amiga, pero había pasado tanto tiempo viviendo solo que a penas sabía cómo entablar una relación normal, sobre todo con una mujer.

Una noche estaban sentados a la mesa, situada junto a la propia cocina, cenando aquello que San había hecho con lo que fuera que hubiera en la nevera. De alguna forma logró que supiera bien y casi sonando a que lo hizo por obligación, Dai lo felicitó por la comida.

—Gracias de nuevo por recibirme... —dijo en un momento.

—No es nada, tampoco hace falta que lo sigas diciendo, han pasado ya varios días —dijo alegremente, como para darle ánimos.

—Sentí que era necesario... —miró su plato y jugó un poco con las papas.

San ladeó la boca y soltó un largo suspiro.

—Dai, últimamente no estás comiendo bien. Te noto más delgada.

—No tengo apetito.

—Pero necesitas comer, tu cuerpo eventualmente va a tener menos energía.

—¿Para qué la necesito?

—Para seguir viva.

—¿Y qué con eso?

Él sintió que esas palabras golpeaban su pecho con la fuerza suficiente para hacerle un nudo en la garganta, el cual tragó al beber algo de agua.

—Dai... todo va a solucionarse, yo te ayudaré. Hongjoong, Seonghwa y... Mingi también.

—Mingi me tiene asco —su voz comenzó a quebrarse—. Estoy sucia... Yunho me ensució...

—¡Claro que no! ¡¿Cómo puede ser que te tenga asco?!

—Ni siquiera me besaba, no me abrazaba como antes y tampoco teníamos sexo. Algo cambió entre nosotros. Sólo decía que aún le atraigo de la boca para afuera —las lágrimas comenzaron a brotar.

—No... —se levantó rápidamente y fue con ella, hizo que se pusiera de pie y la envolvió en sus brazos— Él estaba respetando tu espacio... supuso que necesitabas tiempo para sanar... sobre todo tus... heridas.

Le dolió decir eso. Pero continuó:

—No estabas lista para tener ese tipo de contacto, todo aquello por lo que pasaste dejaría traumado a cualquiera. Mingi sólo fue respetuoso.

—¿Por qué no fue capaz de hacer lo que tú estás haciendo ahora entonces? —escondió el rostro en su pecho.

San tardó en encontrar la respuesta.

—Todas las personas son diferentes. Tal vez Mingi no supo cómo manejar la situación y lo hizo de una manera que no te satisfizo... pero te ama. De eso puedes estar segura, y si vuelves a vivir con él... eventualmente volverán a tener el mismo tacto que antes, o incluso mayor, estoy seguro de ello.

—No estoy lista para volver con él... no podría mirarlo a la cara sin sentir vergüenza —se alejó un poco e intercambió miradas con San.

—Yo sé que sí puedes —le sonrió dulcemente.

—Eres un angelito, San —sus ojos volvieron a humedecerse.

San llevó ambas manos a cada lado de su rostro y enjugó las lágrimas que caían por sus mejillas, aún clavando la mirada en aquellas grandes esferas marrones.

I CAN FIX HIM [Song Mingi] +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora