열일곱

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San llevaba varios días conteniendose. Por más que todas las veces (que tampoco fueron tantas) que Dai había intentado tener algo con él o se habría insinuado, automáticamente miraba hacia otro lado, iba a su cuarto o cambiaba el tema de conversación, sabía que si así seguía, tarde o temprano terminaría cediendo.

Ese día Dai tenía turno con su psicólogo, el cual Mingi había conseguido para ella una semana después del rescate.

Se sentó en la mesa de la cocina frente a una porción de pastel de vainilla.
Llamó a Mingi.

—¿Qué pasa? —del otro lado, su voz se oía rasposa y arrastraba las palabras como si hubiera bebido.

—Dai tiene que volver contigo.

—¿Ella quiere volver conmigo?

—No me lo ha dicho, pero estoy seguro que sí.

—¿Y por qué me lo dices?

—Te necesita, lo noto. Yo no puedo darle lo que ella quiere o necesita... y sé que tú sí.

Hubo una corta pausa y un largo suspiro de parte de Mingi.

—San...

—¿Qué?

—¿Tuviste sexo con ella?

—¡Claro que no! ¡No podría hacerte eso!

—¿Quiso tener sexo contigo?

—Eh... Mingi, te juro que yo...

—¿Quiso tener sexo contigo? —repitió con más énfasis.

—Sí... —tragó saliva y se apresuró a continuar— Necesito que me creas, yo no la toqué.

—Te creo... gracias, San —lo escuchó sonreír del otro lado—. Sé lo difícil que es decirle que no a Dai.

—Sí... —rió con nerviosismo— Cuando regrese del psicólogo, la mandaré a tu casa para que puedan hablar.

—Sí, necesitamos arreglar las cosas.

—Tuvimos varias charlas y siempre intenté convencerla de que regrese contigo, pero está muy avergonzada. Quiere sentirse deseada pero se siente sucia, cree que no vas a querer tocarla de la misma forma que antes sólo porque Yunho la... "ensució"... convéncela de que se equivoca. Ella sabe que la amas y aprecia todo lo que hiciste y haces por ella, pero... ya sabes.

—Eres una masita, amigo —rió y respiró. Se oyó como si fuera una muestra de alivio—. No sé cómo agradecerte.

—No es necesario... ¡Oh! Ya vino Dai. Adiós, Mingi.

—Adiós, amigo.

Rió y cortó.

"Amigo..."

***

Estaba sentada en el suelo junto al sillón, frente a la mesa ratona, Mingi acostado en el sofá detrás de ella. Llevaban charlando cuarenta minutos seguidos, se pusieron al día: Mingi había conseguido un trabajo como mesero en el bar que Hongjoong administraba junto a otro chico de High Clowd y se encontraba pegado a su estudio de tatuajes, también había remodelado un poco la casa para cuando Dai volviera.
Ella se sintió mal por no haber mejorado en absolutamente nada, sólo recuperó una parte de la confianza y estabilidad que tenía anteriormente. Mingi dijo que eso en sí es un avance y no le creyó, pero como él sí, decidió aceptarlo.

Ella comenzó una partida en un juego en línea no muy difícil. Luego de un rato, Mingi descubrió su nuca y dio un par de caricias con la yema de los dedos, se inclinó y comenzó a repartir besos. Ella sonrió y apagó el Smate antes de darse la vuelta e incorporarse para tomar su rostro y besarlo.
Mingi sabía que San también había tenido el privilegio de probar sus labios, pero no le importó.

—Quiero tener sexo como antes —dijo ella.

—No será así... —vio su expresión involucionar— Será mejor.

Ella volvió a dedicarle una sonrisa y aumentó la intensidad de sus muestras. Bajó por su cuello y dejó un pequeño chupón antes de quitarle la camiseta y desabrochar sus pantalones. En un arrebato de fogocidad, Mingi la alzó en brazos y se la llevó al hombro entre risas de ambos, dándole un suave golpe en la nalga y la llevó a la habitación, donde ella se quitó la ropa y fue arrojada a la cama.

Se quitó el sostén y tuvo los ojos de Mingi clavados en sus pechos por unos segundos antes de que comenzara a lamer y succionar ligeramente su pezón derecho.

Bajó lentamente por su torso y dejó dos chupones en su vientre antes de quitarle las bragas y estimular su clítoris con los dedos. Definitivamente, Mingi era mejor que Yunho en el sexo oral y eso la hizo sentir excelente. Le quitó parte de la culpa y, luego de mucho tiempo, había logrado sentir un verdadero placer, el placer que cuenta, el que es dado con sentimiento. Era lo más similar que había experimentado al hecho de caminar por el aire. Su entrepierna cosquilleaba, en su vientre se producía un calor picante, su frente también se calentaba y sus piernas se tensaban ligeramente. La puntiaguda y larga lengua de Mingi se introdujo hasta donde pudo dentro de ella y con el resto de su boca succionaba su clítoris. Estaba tan húmeda que no le fue difícil en lo absoluto penetrarla y las sensaciones se multiplicaban gracias a tal lubricación. Abrazó su cuerpo, que se sentía pequeño entre sus grandes brazos y, con el rostro en su cuello, se movió con profundidad y lentitud. Respiraba pesadamente sobre su piel y gozaba de los deliciosos sonidos que salían de la garganta de Dai, quien clavaba los dedos en su espalda.

Se dio cuenta de que por más que no fuera la forma más compleja o la situación con más tensión sexual en el ambiente, fue la mejor sensación que había experimentado: volver a tener algo que se había perdido. No había sentimiento más gratificante que ese.


***


Mingi se incorporó en la cama, con el torso descubierto. Miró a la dormida chica junto a él y sonrió antes de dar suaves caricias en su pelo y un beso en su mejilla. Se levantó y fue a desayunar. En ese momento respiró profundamente y supo que la tormenta había pasado. Todo estaba bien ahora.

Luego recibió un mensaje de Hongjoong:

"Lo siento"

El pecho se le encogió y tragó saliva. 

No. No estaba todo bien.

I CAN FIX HIM [Song Mingi] +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora