VIII

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No podía dormir. Ni siquiera podía cerrar los ojos del susto que se había llevado en Lothal. Y sinceramente, sabía que, si los cerraba y lograba conciliar el sueño, volvería a esa fatídica noche donde su vida cambió por completo.

Se levantó de la cama como pudo, cogiendo su manta tras ella y abrazando sus hombros. Estaba cansada, dolorida, agotada emocionalmente y con hambre, pero por mucho que quisiese, también sabía que vomitaría cualquier comida que engullese. Así que probaría suerte por la mañana temprano, cuando no hubiese nadie en el comedor de la base. Sinceramente, no recordaba la última vez que había comido con gente, en el comedor de la base, al menos.

La noche había entrado completamente, y seguramente sería de madrugada cuando la consejera salió de su habitación personal. Era de los pocos mandos que no compartía habitación, y estaba agradecida. No le gustaba despertar a nadie con gritos y llantos en medio de la noche.

Lo que le gustaba, y mucho, era ir al exterior de la base, sentarse sobre la puerta del hangar, y ver las estrellas de D'Qar. Sobre todo, si lo podía hacer sola, sus pensamientos siendo los únicos que la acompañaban.

La base estaba completamente en silencio a esas horas, solo los sonidos tintineantes de las luces de neón antiguas se escuchaban con sus pasos descalzos. Iba vestida con una camiseta negra de manga larga, unos pantalones y su manta encima, cubriéndola de cualquier frío.

Iba a estar bien, la vida seguía y amanecería un nuevo-

Un golpe y un gruñido hicieron que sus alarmas fuesen a mil. No estaba tranquila, para nada. Se pegó a la pared mientras volvía a escuchar otro golpe. Miró al final del pasillo, nada.

Pero sonó otro golpe.

¿Tenía curiosidad? Para nada. Pero algo la llamaba. Era como si la Fuerza la hubiese mantenido despierta hasta ese momento. De nuevo, la sensación que corría por sus dedos se reanimó, como un cosquilleo.

"No." Se dijo a sí misma, susurrando. Pero el cosquilleo no desistía. Hacía tanto tiempo que la Fuerza no se manifestaba ante ella o que la usaba, al menos no queriendo... ¿Significaría eso que estaba cerca de encontrar al Maestro Luke Skywalker? ¿Sabía la fuerza que tenía que despertar y enfrentarse a sus miedos?

El cosquilleo continuaba.

"Está bien." La chica suspiró, dejando ser guiada hacia el ruido de los golpes. Tenía la sensación que encontraría una cara conocida tras la puerta del gimnasio, de donde parecía que venían los sonidos.

Un droide pitó preocupado mientras su dueño se desquitaba con un saco de boxeo que no tenía la culpa de nada. Eevan se apoyó en el marco de la puerta automática, mirando el espectáculo. En el gimnasio de la base, donde normalmente se reunían muchísimos activos, cuidando de su salud, había una sola persona, en una esquina, apartado de las máquinas y las pesas que ocupaban la mayoría de la gran sala.

Poe Dameron estaba sudando la gota gorda, incluso en tirantes, Eevan podía ver los goterones caer por su frente, su nuca y su espalda. La joven picó en el marco de la puerta, y el piloto paró.

"Se le ve frustrado, verdad, ¿BB-8?" El droide giró su cabeza redonda hacia ella, pitando para darle la razón, mientras Poe paraba el saco de boxeo y giraba a medias la cabeza. La chica ni siquiera pensó que era una invitación, solamente pasó hacia su lado, con la manta cogida fuertemente a su alrededor.

"Por qué será."

La voz de Poe sonó neutra, comenzando a darle de nuevo al saco de boxeo mientras la joven consejera lo observaba. Sus cejas estaban fruncidas, su boca, una fina línea, sus músculos del brazo tensos.

REVOLUTIONARY ☍ Poe DameronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora