VI

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Ni siquiera sabía cómo había llegado a D'Qar. O al menos, cómo había llegado viva.

Una emboscada la había cogido por sorpresa en medio del templo, y sinceramente, si había salido viva era gracias a su blaster y a su buena suerte, aunque dudaba que le quedara mucha. Quizá la Fuerza la había guiado para salir por patas del templo. La Primera Orden sabía que estaba ahí, así que el espía era alguien de la base.

Y debían encontrarlo con la mayor brevedad posible. Porque quizá la siguiente información que daba era el paradero de la base rebelde.

PK-2, el droide que la había llevado de vuelta a casa, bajó la nave lentamente mientras la joven se quitaba el casco. Se había soltado la trenza y desabrochado la camisa de cuello alto negra que la caracterizaba, sudor y sangre seca cayendo por un lado de su cabeza. Seguramente olería igual de bien que su apariencia en general.

Se llevó una mano al bolsillo, notando el cristal de Kyber todavía entre sus pertenencias. Debía llevárselo a la general cuanto antes, mejor.

Y cuanto antes mejor, significaba en ese mismo instante.

"PK-2, abre este trasto." Eevan ordenó de manera contundente, el droide, pese a estar bajando la nave, y estando a unos cinco metros de distancia del suelo, no rechistó.

La joven trepó como pudo del asiento del piloto, apoyándose parcialmente en este y en el borde de la nave, y cuando tenía el suelo a suficiente distancia, saltó de esta, cayendo al lado con un salto certero.

Ni siquiera había pensado en la gente que se la había quedado mirando en el hangar antes de salir corriendo a la sala de mandos, donde esperaba encontrar a la general.

En el interior de la base, con cara de pocos amigos, Leia observaba a la nueva incorporación que había traído su propio comandante favorito. Suralinda Javos, una squataman, con piel azul y vestida con ropa completamente a la moda de los planetas del interior, como Hosnian Prime, los miraba fijamente. Leia podía no usar la Fuerza para notar el conflicto dentro de ella.

"¿Y bien?" La general acabó diciendo. Estaba esperando una respuesta concreta, ya que la habían arrastrado a una de las salas de reuniones casi sin explicaciones.

"Claro, déjeme presentarlas. Suralinda, esta es-"

"Sé quién es, la senadora Organa..." Leia levantó una ceja, observando de cerca a la squataman, los detalles de su piel, que formaban pequeñas roturas como si se tratase de porcelana, sus ojos amarillos como si se tratase de algún lagarto, y su pelo negro, atado en varias trenzas anchas. "Es un honor"

"Claro." Leia no cortó su contundencia, su mirada más severa plasmada en su cara. "El comandante me ha comentado que tienes información sobre la Primera Orden. Quieres vendérnosla."

"A decir verdad... no sé nada de ellos. A ver..." Suralinda bajó la mirada mientras la ceja de la general iba subiendo, cruzándose de brazos lentamente mientras su mirada se dirigía a Poe. "Sé que son monstruos."

"¿¡Qué!?" Poe exclamó mientras sus dos manos iban hacia delante, ahora no entendía nada. Suralinda le había jurado que tenía información sobre la Primera Orden, y el hecho que la conociese desde que era un cadete en la Nueva República había hecho que la trajese delante de la general.

Problemas incluidos.

"Dameron, has dado la cara por esta mujer y la has traído a nuestra base." La general hablaba lentamente, como si haciéndolo así Poe entendiese la gravedad de la situación.

"Soy periodista, y he usado la amistad de Poe para conseguir la información que necesitaba para mi investigación." Suralinda explicó, avergonzada por sus hechos. "No ha sido culpa suy-"

La puerta se abrió con tanta violencia, mostrando a una joven con sangre seca en la cara y el pelo alborotado tan rápidamente, que Suralinda se asustó y dio un paso atrás.

Solamente la energía que emanaba hizo que mirase entre la general Poe, que se habían girado para mirar a la recién llegada.

"¿Quién es esta?" Tras un segundo escudriñándola, Suralinda bajó la mirada, la general se había olvidado que estaba ahí. "General, necesito hablar con usted."

"Pero... pero, ¿qué ha pasado?" Poe se acercó a Eevan mientras esta entraba en la sala y la puerta se cerraba tras ella. El piloto se acercó para ponerle la mano encima, pero Eevan se movió más rápido, apartándose de su paso con una pequeña finta a un lado.

Poe se quedó de cuadros. Con una mano en el aire y los ojos como platos. Nunca nadie se había apartado de él como si fuese... como si fuese fuego, o algo peligroso. Ni siquiera atribuyó el estado claramente nervioso de Eevan a su reacción, solamente se fue a lo peor.

Que la consejera lo odiaba tanto que ni siquiera quería que la tocara.

"Emboscada. Me cogieron por sorpresa en Lothal." Eevan miró a sus dos acompañantes, que la miraban fijamente.

El cuello de Eevan estaba destapado, y los tres botones de la camisa cruzada también, mostrando el cuello y clavícula de la consejera. Una enorme cicatriz recorría parte de su cuello desde la base hasta el interior de la camisa, alargándose hasta a saber dónde. Poe la observó para después mirar a Eevan, que giró la cabeza rápidamente hacia él.

Los ojos azul oscuro hicieron que su mirada se fuese a la puerta, de manera casi automática.

"Esta conversación la acabaremos en breve, comandante Dameron, mantenga vigilada a nuestra invitada." La general ordenó, y Poe cumplió con lo que se le había ordenado, girándose hacia Suralinda y acompañándola fuera de la sala, cogiéndole el brazo.

Cuando la puerta se cerró, Eevan se tiró a una de las sillas, soltando aire y pasándose la mano por la cara, mientras la general, quitándose la máscara de persona militar de alto rango, se acercaba a la joven y le tocaba la cara, girándola lentamente para verle las heridas.

Dos cortes secos pasaban por parte de la frente y la ceja de Eevan, que con una mano buscaba dentro de su bolsillo, tirando una pequeña bolsa de cuero a la mesa de reuniones.

"Me ha llevado hasta esto." La joven explicó, y Leia se giró rápidamente hacia la pequeña bolsa de cuero, abriéndola y viendo el halo azul. "No he logrado ver qué había además de la piedra de Kyber. Pero sabiendo que es de color azul...Podría ser de cualquiera."

Leia abrió la bolsa y lanzó dentro de su palma el contenido de esta. Un cristal, de color azul brillante, cayó en su mano, apagando su halo de color justo cuando impactó contra la piel de la general. Después cayó una pequeña unidad de memoria.

"Podría ser de cualquiera..." Leia arrastró las palabras, mirando fijamente los dos objetos que tenía en la mano. "Los cristales de Kyber son extremadamente raros, y aun así, ha aparecido uno en Lothal."

"El último templo Jedi." La joven arrastró. No quería ilusionarse en pensar que todo estaría resuelto con traer a Luke de vuelta. Porque no lo estaba. "Me gustaría pensar que fue Lor San Tekka quien dejó eso. Pero nunca fue Jedi. No podía tener un sable láser, así como así."

"¿Es posible que sea de otra persona?"

"Es posible que sobreviviese alguien más." Eevan se llevó de nuevo una mano a la cara, suspirando para sí misma. "Alguien como yo."

REVOLUTIONARY ☍ Poe DameronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora