Silencio

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Espere tras aquella puerta color caoba. No recibía respuesta. Realmente no sabía que hacer, no podía irme a mi cuarto sin más con esta sensación de culpa.

Volví a llamar con los nudillos y entré.
Mis ojos se encontraron con su torso desnudo, y sus músculos se movían al son de los movimientos que hacía para ponerse la camiseta. Me quedé allí helada, aferrada a aquel pomo de metal.

En su cabeza llevaba los cascos, podía escuchar levemente la música, estaba a un volumen muy alto. Terminó de ponerse su camiseta de pijama y levemente levantó la cabeza, viéndome de sopetón. Me miró en un movimiento brusco y se quito los cascos. Estaba sonrojado.

-¿¡Es que no sabes llamar a la puerta?! - Me gritó, mientras se dirigía hacia mi.

-¡¡Lo he hecho!! Pero no me escuchaste con tus cascos- Me puse nerviosa ante su tono de voz y sus pasos fuertes hacia mi.

-Pues no vuelvas a llamar ni a entrar en mi cuarto, y ahora vete- Me dijo, poniendo una mano en la puerta e intentando cerrarla.

-¡No! Por favor, tengo que hablar contigo. ¡Dame un minuto por favor!-
Exclamé mientras evitaba que cerrase la puerta apollando mis dos manos y todo mi peso en ella. De pronto la presión paró.

-¿Que quieres?- Por su tono de voz estaba muy enfadado.

-Mira, no sabía que decir antes en la cena. No quise decirlo así. Lo siento. De verdad que no quiero causarte problemas.- Dije avergonzada, todavía apollada en la puerta. No podía mirarlo a la cara.

La puerta se abrió. Levante la mirada y nuestros ojos se encontraron. Aquellos ojos grises que estaban convirtiendo mi vida en una montaña rusa en apenas dos días. Nos quedamos en silencio perdidos en la mirada el uno del otro.

-Está bien. No es tu culpa. Es mi padre, siempre ha sido así. Créeme, me he quedado sin cena por cosas mucho más ridículas que esto.-

Aquello me hizo sentir más aliviada, puse una mueca divertida ante su comentario, y el se rio un poco, yo sonreí.

A los segundos, se formó otro silencio, esta vez, era uno incómodo. Los dos allí plantados sin saber que decir.

-¿Que escuchabas? - Pregunté e internamente me arrepentí. Vaya pregunta más tonta.

-¿Como? - Me preguntó el pelirrojo desconcertado.

-Que qué escuchabas, antes, cuando llamé a la puerta. - Repetí yo. Me sentía tan incomoda y tonta que solo quería irme.

-Ah, pues mi disco favorito de Winged Skull, pero no creo que los cono... Un momento, ¿Los ibas escuchando esta mañana verdad? Cuando tropezamos. - Me preguntó Castiel, mientras me señalaba con el dedo y levantaba una ceja, con gesto dudoso.

-¡S-Si!- Contesté. Mi vergüenza por la pregunta tonta cambio rápidamente a emoción - ¡Son mi grupo favorito!-

-¿De verdad? Nunca lo hubiese dicho por tu aspecto - Me dijo

-Claro, yo lo hubiese dicho totalmente del hijo perfecto del director, el mismo que siempre viste en camisa - Le contesté sin pensarlo.

Se quedó serio. Otra vez unos largos segundos de silencio transcurrieron entre nosotros. Temí haberle vuelto a herir con mis palabras.

-Y-yo... Perdona si- Empecé a balbucear cuando su risa me cortó.

-Tendrías que haberte visto la cara- dijo entre risas- En el fondo vas a ser adorable.-

Mi cara se puso roja como un tomate entre rabia y vergüenza. Estaba a punto de contestarle, cuando de pronto se avalanzó sobre mi y me tapo la boca con su mano. Agarre su brazo y pude notar la fuerza que tenía de nuevo. Me intenté zafar de él, sin saber que estaba pasando. -Shhhhh- me mandó a callar al oído, apretandome contra el aún más. Pensé que iba a morir de un ataque al corazón, pero obedecí, y quedamos los dos en silencio. De pronto lo escuche, eran unos pasos.

-Rápido, no hay tiempo- Susurró Castiel, y en un giro sin esfuerzo para el, me deslizó hasta dentro de su habitación y cerró la puerta. - Es mi padre, escondete rápido- me dijo en susurros. Pude ver el miedo en sus ojos. Asentí, y me escondí con rapidez debajo de la cama, a lo justo para que su padre entrase en el cuarto sin verme.

-Hijo mío, ya sabes lo que toca- Dijo el padre de Castiel entrando en la habitación.

-Padre por favor, apenas ha sido- Dijo la voz de Castiel, temblorosa. Se me encogió el corazón de escucharlo así.

-¿Apenas que? ¿Te parece poco que mi nueva pareja tenga que oír que tiraste al suelo a su hija? Así no es como yo te he educado. Y ahora, quítate la camiseta y arrodillate.- Dijo la voz del padre.

-Si, padre- Dijo Castiel, e hizo exactamente lo que le habían ordenado.

Una sorpresa pelirrojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora