El Festival

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Castiel y yo fuimos por la ciudad, pegando los carteles en su moto, parecía un sueño. Aquel chico me hacía reir como nunca nadie lo había conseguido. Me sentía nerviosa y como si no fuese yo cuando estaba junto a el. Me hacía sentir la chica más feliz del mundo.

Ya era la hora de ir al instituto, donde habia quedado con Violeta. Cuando llegamos le conté a mi nueva amiga la idea de que Castiel tocase en el festival y le pareció genial.

-¿Donde será el concierto? - Pregunté

-El único sitio decente que hemos encontrado y nos han dejado usar es el sótano, no se si lo habéis visto alguna vez, pero es muy espacioso- Dijo Violeta, con expresión de saber que no era el sitio mas glamuroso del mundo.

-Me gusta el sótano- contestó Castiel - Es muy mi estilo- Nos reimos juntos los tres.

Violeta nos guió por las salas que se estaban usando para organizar el festival. Decoraciones, música, comida, disfraces...

-Castiel tu puedes practicar aquí, es donde han estado ensayando los demás, por lo visto es una sala con muy buena acústica y está insonorizada- dijo Violeta, abriendo la puerta de una sala de música.

Castiel se despidió de nosotras y en el fondo lo eché de menos en cuanto entró en el aula.

-Necesitamos una mano en el sótano, montando el escenario y los puestos de comida- Dijo Violeta, asi que hacía allí nos dirijimos. Al final del pasillo, tras una puerta, bajando unas escaleras... Me encontré de pronto en una sala con las paredes y el suelo de cemento. Había muchas maderas y cajas allí, apiladas.

-Si que es espacioso, va a ser genial - dije observando la amplitud de la sala- aunque Violeta, tienes que saber que no tengo experiencia ninguna montando escenarios- dije riendo.

-No te va a hacer falta- escuché de pronto detrás de mi oreja, con una siniestra voz femenina. Antes de que pudiese reaccionar, Violeta me tiro al suelo y me ató los brazos detrás de la espalda.

-Ya esta lista- dijo Violeta, con una expresión completamente distinta a la que solía tener, fúnebre y siniestra. Yo estaba allí paralizada del miedo, y a la vez tan dolida de no reconocer a la única amiga que habia hecho. Y para colmo, todo esto tenía que ver con...

-Amber- musité, al ver aparecer a la chica rubia delante de mi.

-Te lo dije esta mañana, Laineria, pero pobre de ti, no quisiste escuchar.- dijo Amber, con la sonrisa más siniestra que nunca había visto.

El pánico empezó a apoderarse de mi, estaba alli atada, tan indefensa, delante de aquellas dos psicópatas.

-¡¡Castiel!! ¡¡¡Castiel!!!- Grité con todas mis fuerzas.

-Castiel está en un aula insonorizada, ¿recuerdas? No va a escucharte por mucho que grites- dijo Violeta, acercándose a mi cara- y lávate la boca antes de pronunciar el nombre de ¡mi Castiel!- Gritó, mientras me cruzaba la cara de un guantazo.

Amber y Violeta comenzaron a reirse al unísono. Y yo comencé a pensar que aquel era mi fin.

-¿Que vais a hacer conmigo?- pregunté aterrada

-Verás bonita, cuando yo digo algo, se cumple, y cuando alguien me hace algo, me las paga. Estoy donde estoy porque siempre demuestro que conmigo nadie puede. Y tu lo único que eres es un estorbo. Sobras, y lo que sobra lo elimino- dijo Amber, lentamente, disfrutando el terror en mi mirada.

Yo estaba buscando una forma de escapar de allí cuando de pronto lo vi, y supe que aquel era mi fin. Amber habia sacado una pistola de su bolso. Mirándola bien...

-¿Esa pistola no es...?- murmuré, intentando recordar

-¿Esto?- dijo Amber levantando la pistola -Se la pedí a mi hermanito Nathaniel, y como siempre, obtuve lo que quería- dijo entre risas.

-¡¡Matala ya!!- Gritó Violeta, con rabia en los ojos -Ha estado estos dias... Tan cerca de mi Castiel... Debe morir, nadie... Nadie puede estarlo- Parecía completamente ida, perdida en su locura.

Amber levantó la pistola en dirección a mi cabeza. Supe que era mi fin. Si tan solo pudiese... Ver a Castiel una vez más... E incluso cuando lo único que podía notar era el frío y duro cemento, pude recrear y perderme en sus cálidos brazos, pude notar mi cabeza en su pecho y su aroma.

En ese instante pensé que al menos moriría feliz.

Una sorpresa pelirrojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora