El Callejón Sin Salida

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El despertador marcó el inicio del siguiente reto: salir de casa sin ser vistos.
Nos vestimos por turnos, aquel día lleve una sudadera negra con rosas bordadas en las mangas, una falda negra de tablas y mis converse negras. Aquel día, me dejé el pelo suelto sin coleta.

Salir de aquella casa fue mas fácil de lo que pensamos, pues el padre de Castiel volvía a no aparecer.

Pusimos rumbo a nuestro instituto, y en cuanto fuimos llegando, algo empezó a no ir bien. Violeta, que se encontraba en la puerta nos vio y corrió hacia nosotros.

-La han encontrado.-dijo, con una cara completamente sombría.

Los chicos y yo nos quedamos de piedra -Violeta... ¿A quien han encontrado?- preguntó Nathaniel, el miedo asomaba por su tono de voz.

-A Amber. Han encontrado a Amber.- dijo Violeta, comenzando a llorar.

Miré al instituto, se encontraba allí la policía y alguna ambulancia. Entre ellos, vislumbré una silueta familiar, era el padre de Castiel.

-Allí están - dijo el padre de Castiel, a todo volumen, señalandonos. Todo el mundo nos miró, y la policía empezó a correr hacía nosotros.

Castiel fue el primero en reaccionar, agarrandome de la mano, haciéndome correr más rapido de lo que mi cuerpo podía.

Nos adentramos en la ciudad, y entramos en los callejones para dar esquinazo a la policía. Entre ellos, nos separamos, y Violeta y Nathaniel cogieron por otro callejón. La policía pareció ir tras ellos, de manera que Castiel y yo corrimos hasta llegar a un pequeño callejón, y nos escondimos acurrucados detrás de una verja.

-Castiel... ¿Que vamos a hacer? Pronto nuestra cara estará en toda la ciudad- Le pregunté, acurrucada en su pecho, notando su acelerado corazón.

-Laineria...- me empezó a contestar Castiel, pero noté que su voz se quebraba.

Rápidamente me incorporé para mirarlo, él mirada hacia abajo, tratando de ocultarlo, pero las lágrimas caían de su rostro. El corazón se me rompio en mil pedazos. Acerqué mis manos y le limpie las lágrimas. El me miró directamente a los ojos, con esos iris grises que tantas emociones habian traido a mi cuerpo y a mi corazón. Cuando me di cuenta, nos estabamos besando. Las caricias y los besos fueron en aumento, al igual que el ritmo de nuestros latidos.

Cuando nos quisimos dar cuenta, estabamos desnudos escondidos en aquel callejón. Quizás fue una especie de despedida, quizás era nuestro miedo a perdernos, pero acabe perdiendo la virginidad en aquel rincón escondido del mundo, con la persona que más amaba en esta vida sin haberme dado cuenta hasta ese momento.

Cuando sentí a Castiel perdido por mi cuerpo por primera vez, susurrando mi nombre, supe que si alguien quería hacerle daño antes tendría que pasar por encima de mi cadáver.

Una sorpresa pelirrojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora