Capítulo XXVI: El pasado olvidado

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¡Hola! Perdón por la tardanza, pero espero que valga la pena. He dejado al final del capítulo dos sorpresitas que espero que os gusten. Falta una, que espero poder añadir en el siguiente capítulo. 

Sin más dilación; ¡el siguiente capítulo!

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Moros.

El hombre de piel marcada había llamado Moros a la mujer que había evitado que Demeter la matara. Poseidón había dicho ese nombre, era el destino, era quien habitaba el CAOS. Era a quien no podía liberar.

También era la mujer que había visto en sus sueños. A quien llamaba mitéra; madre.

Los ojos perla de la mujer la miraron en ese instante. La profundidad de su expresión era sobrecogedora. Era como en sus sueños, como en la visión que tuvo al llegar al CAOS, al adoptar ese aspecto que no era el suyo, pero reconocía y le era familiar. Cariño. Esa era la palabra, la miraba con cariño.

― Me resultó muy extraño que una diosa como Artemisa se adentrara en el espacio que ocupo en el mundo. Conozco a los dioses, y sé quienes se arriesgarían a venir y quienes no. ―Astrid se volvió para ver al dios de piel marcada. Su mirada violácea estaba centrada en Moros. Entonces hizo aparecer de la nada una perla que sujetaba con sus dedos―. Pero me enseñó esto. Y que Apolo le había dicho que yo lo entendería. Me pregunté, de entre todos los dioses, quien te sería útil para transmitir una profecía o un destino. ―El hombre suspiró―. Apolo, por supuesto. Y por algún motivo querías que viniera. A pesar de saber que no tenía intención de liberarte. ―Entonces sus ojos la miraron a ella. Astrid sintió un escalofrío ―Por lo visto, no me necesitas para eso. ¿Para qué me has hecho venir, entonces?

Astrid apartó la mirada del hombre, regresando la atención hacia delante. Ni siquiera se había atrevido a levantarse del suelo. El árbol que había sido Demeter seguía allí, como si quisiera tirarse encima de ella.

No había reparado en él hasta ese momento, pero cuando Moros se movió, alguien más la acompañaba. Alguien que reconoció al instante. Esbozó una sonrisa al verle allí.

― Estás aquí ―dijo con apenas voz―. ¿Cómo...? ―El dios no había dejado de mirarla ni un solo instante. Sus ojos abiertos como platos. Entonces recordó su aspecto. Desde que había entrado en el CAOS, su pelo ya no era rubio y su tez era más oscura. Sus ojos ya no eran turquesa.

― ¿Astrid? Eres tú de vedad...

Astrid asintió con la cabeza, extrañada ante sus palabras, como si sospechara algo increíble que, incluso viéndolo, le costase creer en ello. Lo vio mirar a Moros, como pidiendo permiso. Se lo concedió con un movimiento de cabeza.

El dios del sol, el dios que Moros había guiado hasta allí, Apolo, se acercó a ella en ese instante, agachándose a su lado.

― ¿Dónde está Ares? ―preguntó a Apolo. Tenía un millón de preguntas más, pero esa era la primera que había salido de su boca. La primera en la que había pensado.

Apolo esbozó una sonrisa.

― Recordando ―contestó. Apolo le dedicó una escueta mirada al dios de piel marcada y a la mujer que respondía al nombre de Moros―. Igual que debes hacer tú.

Astrid tenía pensadas más preguntas, pero apolo había acercado la mano a su sien, y su mundo se llenó de color y luz, y también de oscuridad.

<<La tez blanquecina de la mujer se reflejaba en las aguas marinas. Reconocía su aspecto, su naturaleza. Mitéra la llamaría ella, Moros era su nombre. Y el hombre que llegaba junto a ella, que había estado observándola lleno de curiosidad, también era un ser antiguo, igual que Moros. Eran los seres más antiguos del universo.

Aión Brechas en el tiempo (Parte 3 Hera)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora