Capítulo XI: El pasado del pasado

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Zoe se quedó congelada al ver como Ares y Astrid desaparecían en la noche. No hacía falta ser muy inteligente para saber lo que había sucedido. Astrid había tocado la brecha, y esta se había activado, llevándolos a un pasado que no deberían poder volver a pisar.

La brecha estaba abierta y desprendía un ligero resplandor que iba cerrándose poco a poco, haciéndose visible ante el contacto de la joven. Ante lo sucedido, vio horrorizada como Demeter y Poseidón seguían los pasos del dios de la guerra y la joven que les había abierto el paso. Intentó avanzar, dispuesta a ir tras ellos, pero unas manos la detuvieron.

― Ni pienses en ir ―dijo Apolo con firmeza. Zoe lo miró angustiada.

― Tengo que hacer algo. Están en un pasado que nos afecta a todos. La guerra de Troya, ahí es donde se dirigen. O justo después, cuando Hera ya no estaba viva. Cuando...

― Cuando poco después apareciste tú. ¿Te das cuenta de lo que podría pasar si te presentaras allí? Zeus todavía no te conoce. Todavía no estáis casados. Ni tenéis hijos. Todavía no ha pasado nada de lo que recuerdas. Podrías alterar el pasado intentando conservarlo.

― Pero Astrid...

― Ares está con ella. ―Apolo sonrió al ver los ojos entornados de su señora―. Vale, no es lo más tranquilizador del mundo. Y esos dos... también han pasado ―siguió. Lo pensó detenidamente antes de decir―; Yo iré.

― ¿Qué?

― La brecha no permanecerá mucho tiempo más abierta. Iré con ellos, procuraré que Astrid esté a salvo.

― No, yo...

― Tú tienes que volver. Alguien tiene que ir e informar de lo sucedido. Y si tú vas, yo tendré que ir para procurar que no te ocurra nada ―Apolo miró la brecha, esta empezaba a estrecharse―. No tenemos tiempo, Zoe. Por favor, deja que lo haga.

Ella lo pensó un instante antes de asentir, resignada.

―Ve con cuidado.

Apolo sonrió, y corrió hacia la brecha, atravesándola segundos antes de que se cerrara del todo. La luz desapareció, y aunque Zoe creía que seguía allí de algún modo, al menos ya nadie más iba a atravesarla. Aunque, ojalá nadie lo hubiese hecho.

***

Siglo XII a.C

Por un instante, le pareció ver una fugaz imagen de sí mismo desapareciendo ante sus ojos. Luego la dureza del suelo se estrelló sobre su espalda segundos antes de sentir otro peso caer sobre él. Aunque debía admitir que ese segundo peso era mucho más agradable que el primero.

La joven que lo había apartado de un golpe mortal permanecía con la cabeza enterrada en su pecho. Había estado a punto de dejar caer la cabeza hacia atrás, dispuesto a dedicar unos instantes a auto lamentarse por su suerte y alargar, al mismo tiempo, el contacto con la joven que parecía tan dispuesta a quedarse encima de él. Pero otra luz procedente de la brecha lo alarmó. Alguien más los seguía, y no hacía falta ser un dios para saber de quién se trataba.

Cogió a la joven por los hombros levantándola del suelo y forzándola a correr hacia una arboleda cercana y, por primera vez en su existencia, esconderse.

La ocultó pegándola contra el tronco de un árbol, se situó delante de ella y se asomó un poco por el borde para ver lo que ocurría en el claro. Al escuchar la voz ahogada de la joven, Ares presionó la palma de su mano sobre su boca, acallando cualquier cosa que fuera a decir.

De la brecha salió un hombre y una mujer. Ares ya lo esperaba. Es lo que querían de ella, en realidad. Demeter y Poseidón querían atravesar la brecha temporal. Maldijo interiormente su suerte, otra vez. Porque sabía lo que tendría que hacer. Si quería que las cosas no cambiaran...

Aión Brechas en el tiempo (Parte 3 Hera)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora