Llegó tan deprisa como pudo al lugar donde el agua empezaba a cubrir el túnel. Buscó alrededor, intentando encontrar el trozo de tela que había rasgado de su vestido antes de meterse en el agua. Lo encontró pegado a la pared, seguramente arrastrado por la gorgona al pasar. Envolvió con la tela la falange, y se metió en el agua manteniendo el trozo de carne en alto, lejos del agua venenosa, pasándolo por el único hueco seco que tenía el paso hacia la caverna. Nadó con la falange tan deprisa como pudo. No quería pensar en lo que podía pasar si perdía toda la sangre de ese trozo que se había llevado. Pero nada tuvo importancia cuando intentó localizar a Ares y no lo vio.
Astrid estaba asustada. Más de lo que lo había estado nunca.
Dejó el trozo en la superficie, ahora el lugar ya no brillaba, aunque mantenía una débil luz que su cuerpo todavía desprendía. Buscó a Ares, pero no había señales de él.
No... no podía ser. No podía haber muerto.
Nadó por la superficie, intentando encontrar el lugar donde había estado cuando alejó a la gorgona de la caverna. No había rastro de él. No había...
― ¿Ricitos?
Astrid se volvió hacia la débil voz que la llamaba. Lo localizó cerca de las rocas más altas. Y entonces comprendió porque no lo había visto. Su piel estaba tan negra que se mimetizaba con la oscuridad de la cueva. Sus ojos rojos eran lo único que contrastaba, y seguramente su condición de Dios era lo que lo vinculaba a la vida.
Sin perder más el tiempo. Astrid corrió hacia él. Intentó incorporarlo un poco, sujetándolo por los hombros. Su rostro se contrajo un poco ante el contacto.
― Está un poco negra la cosa, ¿verdad?
Astrid lo miró sin rastro de humor en su semblante.
― No creo que sea un buen momento para bromas, Ares ―lo regañó―. ¿Crees que podrías moverte?
Ares no dejaba de mirarla.
― He sido un idiota prepotente ―gruñó―. Pensaba que podría contra ella... Tenías razón, debería reflexionar más antes de sacar la espada.
― Sí, y deberías también informarme mejor. Suerte que de pequeña me gustaba jugar al cluedo ―dijo Astrid con cierta ira en la voz―. Demuestra que eres el dios de la guerra y levántate de esta agua venenosa, idiota.
Astrid lo sujetó con fuerza, intentando que se levantara. Ares hizo acopio de toda la fuerza que le quedaba para ayudarla. Su rostro estaba concentrado en la tarea, y minutos más tarde, logró quedar tendido en la superficie. Astrid lo miró entonces, su rostro severo cuando habló.
―Ni se te ocurra morirte antes de que vuelva.
Ares la miró, frunciendo un poco el ceño, pero no dijo nada mientras la veía alejarse corriendo. Sentía como todo su cuerpo pasaba del dolor más intenso a la nada. Una sensación horrible. Peor que el dolor. No sentía su cuerpo. Sin embargo, pese a su situación, no había entrado en pánico hasta que vio a la gorgona ir detrás de Astrid y ambas desaparecer de la caverna.
No había temido por su vida, había temido por la de ella. Se había mantenido despierto, deseando verla emerger por el agua. Había intentado llegar hasta allí, pero solo había logrado que el veneno circulara con mayor rapidez. Así que, cuando llegó a la otra orilla, su cuerpo apenas le respondía. Quedó tirado en la roca sumergida a apenas metros de la salida de la caverna por la que Astrid había desaparecido.
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Aión Brechas en el tiempo (Parte 3 Hera)
FantasyNo se puede jugar con el tiempo. Aunque puedas hacerlo y esté en tu poder. Con un reloj marcando la cuenta atrás de su eternidad, Ares, dios de la guerra, debe cerrar las brechas temporales creadas por el elixir Aión que ha usado para viajar a travé...