La Bruja. Parte 2

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Los dang, eran el último grupo nativo de la Isla del Sur; en algún momento, muchos siglos antes de que otros grupos llegaran, ellos gobernaron las Islas. Ahora sólo eran los peones mal pagados, casi esclavos, considerados animales por su piel oscura y sus dialectos desconocidos. Lo poco o mucho que pude averiguar de ellos me lo contaron Hye y Jungkook, quienes eran dang puros, y la abuela, que era mitad dang y jamás me habló de ellos directamente, sino que me contaba sus leyendas antiguas. ¡Parecían tan reales! A pesar de que había dragones, dioses, magia, fuego y demás seres y situaciones fantásticas, para mí esas historias eran bastante reales. Sus leyendas eran, además, mi único medio de educación; de ninguna manera iban a dejar que una bruja se juntara con los otros chicos. Jamás me permitirían ir al colegio.

Hye y Jungkook iban casi a diario a jugar conmigo. Tenía 9 años otra vez y no me preocupaba correr como loca por la playa o ensuciarme de pies a cabeza; con ellos y con mi abuela tenía más que suficiente, era feliz. Así transcurrieron mis primeros dos años en las Islas, a pesar de ser una marginada, disfruté cada momento.

A los 15 años, no tenía más deseos y aspiraciones que ver el interminable ir y venir de las olas del mar; sentir la humedad, el calor de las tardes y el aroma de la sal. Era una chica poco educada, con mala reputación, medio sucia, que pasaba los días ayudando a su abuela en la pequeña huerta detrás de la casa y jugando como una niña con sus dos únicos amigos. De haber seguido así, de seguro hubiese vivido el resto de mis días en un pueblo congelado en el tiempo. Mucho de eso cambió precisamente a consecuencia de la noche en la que yo conjuré una imagen en papel y mi abuela me habló acerca de la marea...

-El mar se escucha bastante alborotado -me advirtió-. mantente alejada de él, no te acerques.

Los días tranquilos que viví de niña pequeña en el Puerto Jeju estaban a punto de terminar. Me aguardaba una sorpresa, un don fantástico y oculto, que se encontraba dentro de mí, ansioso por salir a la superficie, y poner todo el mundo que conocía de cabeza. Todo comenzó cuando me enteré que Hye y Jungkook aún no sabían leer. Por ser dang se les tenía prohibido aprender. Con seguridad alguien tuvo la fabulosa idea de que, entre más ignorantes fueran, menos protestarían y más ventaja sacarían de ellos.

A mis dos amigos poco les importaba; sus padres, sus abuelos y bisabuelos habían sido analfabetos toda la vida. Sabían cuál era su destino y lugar en el mundo: al lado de la gente de su tribu, trabajando todo el día en el campo sin parar. Eso es lo que su gente había hecho durante siglos y ¿quiénes eran ellos para desafiar ese orden?

Por eso cuando les propuse enseñarlos a escribir, ambos hermanos se miraron el uno al otro preocupados, como si estuvieran a punto de traicionar a su gente. A mí, por otro lado, me entristecía pensar en el futuro que les esperaba a ambos, y, aunque aprender a leer y escribir no era la solución a su destino, sí era el primer paso para querer escapar de él.

Hye usaba dos largas trenzas oscuras que se movían de un lado a otro, tan contentas como su dueña; tenía una sonrisa de dientes chuecos y una risa contagiosa; sus manos y sus pies eran chiquitos como ella, y su abuelo la llamaba "pulga" porque se la pasaba saltando de un lado a otro sin parar.

Su hermano Jungkook era más bien lo contrario de Hye, muy callado. Prefería ver a sus pies o sus manos en lugar de ver a la gente directamente a los ojos y, por ser un año mayor que Hye, sus padres le habían encomendado la tarea de cuidar a su hermana menor. A él le tocaba tomar la decisión de aprender a leer o no y Hye seguiría su decisión, aunque antes de eso ella intentaría convencerlo de lo que quería.

Cuando ambos aceptaron, tenían la expresión de un ladrón primerizo, como si ellos le fuesen a robar letras y palabras a alguien más. Por eso decidí que sentarse horas y horas a repetir letras sobre un papel no era la mejor forma de comenzar. En lugar de eso empezamos trazando las vocales y consonantes sobre la arena. Con una rama caída dibujamos primero una "A" gigantesca, que nos causó risa a los tres, y luego las demás vocales durante días, para luego escribir todo el abecedario completo en un largo camino de arena, justo al lado de tres pares de huellas.

Para escribir palabras comenzamos a utilizar papel, aunque nuestras clases siguieron siendo al aire libre. Ambos chicos progresaban rápidamente y fue eso lo que me acercó a descubrir ese misterioso poder que jamás había sospechado tener. Al principio no lo había notado porque apenas si escribía unas cuantas líneas al día, lo suficiente para que Hye y Jungkook leyeran y las repitieran; sin embargo, pronto me di cuenta de que ellos necesitaban algo más.

No había libros en la casa de la abuela y a los dang se los tenían prohibidos. Fue así como empecé a escribir pequeñas historias para ellos. No recordaba ningún cuento; en mi mente sólo estaban las leyendas dang que ellos mismos y la abuela me habían contado años atrás. Pensé que yo también podría darles unas historias fabulosas y nuevas, aunque en realidad no era nada buena en ello; en lugar de dragones, espíritus y dioses antiguos, mis cuentos eran pequeños y sencillos. A los niños no les parecían tan malos; pensaban que era divertido encontrarse a sí mismos plasmados en papel y dibujados con palabras. Mis cuentos siempre eran acerca de ellos dos, jugando, trabajando y viviendo como lo hacían.

La noche en que mi abuela me advirtió acerca del mar, algo extraño me impulsó a escribir una historia diferente. Para empezar, yo ya estaba en la cama y escuchaba el sonido de la marea intranquila. Por lo general, me dormía en cuanto tocaba la almohada, pero esa vez di vueltas durante lo que me parecieron horas, enredada en las sábanas, con un calor asfixiante y una imagen fija en mi mente: la sombra de un chico que salía de las aguas. Por más que intentaba concentrarme en otra cosa, volvía siempre a la misma imagen que cada vez se hacía más y más clara. Cuando ya no pude más y me empezaron a temblar las manos, decidí poner en papel lo que veía; no tenía sentido alguno, pero, tal vez sólo tal vez, si estaba escrito, desaparecería de mi cabeza y podría dormir. En el papel, llovían estrellas fugaces una tras otra como si fueran gotas de agua y un misterioso chico emergía del mar: no sabía su nombre ni cómo había llegado a las Islas. Era apenas un cuento sin forma ni sentido, sin motivos ni conflicto que resolver; tampoco tenía un final, únicamente existía porque me había atacado y no lograba librarme de él: no obstante, ahí estaba, su imagen en mi cabeza.

Fue así como Taehyung llegó al Puerto Jeju. Cada una de esas palabras que yo había escrito sucedieron la noche en que lo conocí; lo vi salir del mar, como si de allí hubiese nacido. Me escondí detrás de unas plantas y corrí hacia él en el momento en que lo ví caer muerto en la arena.


Continuará en el próximo capítulo!

Mi Dragon (Kim Taehyung)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora