El Quinto Dragón. Parte 1

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Taehyung...

Algo dentro de mí decía a gritos que no debíamos separarnos, era un presentimiento tan sólido que casi podía tocarlo. Me estaba poniendo muy nervioso.

Después de la explosión, tres dragones salieron volando, mientras las tropas imperiales los perseguían, portando armas hechas de piedras preciosas, las cuales formaban parte de una colección de dragones muertos. Al ver a los dragones comabtir, Y/N supo que ya se podía transformar y aunque el plan era que lla saliera volando con SaRang, decidió algo diferente.

-Esperen aquí, tengo que ayudar a mis hermanos.

La sujeté de un brazo antes de que pudiera dar un paso más. No me importaba que me creyera un cobarde, no quería que se fuera, no quería que le pasara algo. Ella reconoció mi mirada y la entendió, por supuesto, no hacían falta las palabras, me conocía demasiado bien para saber que mis actitudes protectoras hacia ella no habían cambiado ni un poco en los últimos años.

-No va a pasarme nada -me aseguró acariciando mi cara con su otra mano.

Había algo más en su expresión, algo que había visto antes, una interrogante: "¿Confías en mí?". En el pasado le fallé, pero no lo haría de nuevo.

-Creo en ti, en las leyendas dang, en los dragones y en cualquier cosa que me digas -le confesé sin más lo que debí haberle dicho antes-. Creo en tu fe y en tu poder de corregir lo que sea. Creo en tu magia porque al primero que salvaste fue a mí.

-¡Gracias! -exclamó mientras me llenaba de besos toda la cara-. Eres mi fuerza. voy a pelear con todo mi ser y ganar la batalla, sólo para regresar aquí contigo.

Me besó y abrazó una vez más y luego se fue. Y/N se tiró al vacío y emergió un hermoso dragón blanco con ojos dorados. Vi como se unía a sus hermanos dragones en combate y, por primera vez en mucho tiempo, recé para que estuviese a salvo. Junto a mí, SaRang  observaba el enfrentamiento. Tal vez a ver su especie en combate la ayudaría a transformarse; según las leyendas dang ése era el día en que el Quinto Dragón aparecería.

Al ver el combate, no podía apartar mi vista del dragón blanco. Me sentía inútil parado y esperando; quería combatir también, ayudar a Y/N, quería ser un dragón igual que ella. Ese deseo se hizo más fuerte al ver cómo centenares de soldados atacaban a las criaturas fantásticas con lanzas, espadas y flechas. Cada dragón combatía a un gran número de hombres y, si bien era cierto que a un dragón no era fácil herirlo, tampoco era imposible matarlo. Después de todo los humanos se las habían arreglado para prácticamente extinguir a los dragones. Vi surgir al mismísimo emperador de entre esa multitud de hombres, quien llevaba la espada más grande. Fue fácil descubrir de qué estaba hecha el arma, de lo que contenía aquel ridículo cetro: el corazón del último dragón que el emperador había matado. El corazón de la hija de la abuela era una esmeralda gigantesca que sirvió para que el emperador tuviese poder y un arma letal contra sus enemigos.

El dragón blanco escurría gotas rojas por todo su cuerpo y las dejaba en el campo de batalla mientras se arrastraba. Los soldados y el emperador había puesto un interés especial en ella. Dejé de respirar cuando vi que el dragón blanco se desplomó en el suelo. Todo el mundo desapareció; no sabía qué había pasado con los demás, si se encontraban vivos o muertos, tampoco si SaRang se había convertido. Observé la pesada respiración de Y/N y cómo el emperador se le acercaba con una sonrisa malévola y la espada lista. Iba a rematarla.

Lo que hice fue irracional, pero era lo que el instinto me ordenaba hacer. Algo dentro de mí ardía y por una fracción de segundo pensé que así debió sentirse minutos antes de morir aquel hombre que robaba a las niñas en Puerto Jeju. Fuego vivo emanaba de mí, yo era el fuego mismo. Entonces lo entendí. Salté al vacío, sin caer ni romperme la cabeza al pegar contra el suelo. Mi cuerpo de humano se desvaneció y en su lugar apareció un poderoso dragón.

Volé hacia Y/N como un rayo y de un colazo aparté al traidor. Volé alrededor separando humanos de dragones con el fuego que salía de mi boca. Debí haber sido un dragón muy impresionante y furioso porque los rostros de todos estaban llenos de miedo. Los mejores hombres del emperador, mis compañeros, se veían absolutamente confundidos; no podían atacarme porque el mismo gobernante se los había prohibido, creyendo que el Quinto era su hija. No sé cuánto tiempo pasó; tal vez segundos, quizá minutos. Durante mi primer recorrido vi cómo el emperador volteó hacia el balcón de la torre y encontró a su hija. Ahora lo sabía; todos estos años había estado equivocado y su hija no era un dragón. Furioso, cruzó el fuego y se dirigió hacia mí. Cuando por fin estábamos frente a frente me dijo:

-Hoy voy a acabar con ustedes, no será una tarea fácil, pero lo haré.

No reconocí al hombre viejo del desierto que moría de miedo antes de la batalla contra sus enemigos humanos. ¿Por qué para ese guerrero humano pelear con seres titánicos era más fácil que hacerlo contra los de su propia clase? No tenía sentido. El emperador se movía con la agilidad de un joven soldado, enérgico y valiente. Sus arrugas y pelo gris y blanco desaparecieron y en su lugar quedó una máscara de ojos verdes, llena de soberbia y triunfo. Ese hombre no había matado un dragón, su práctica iba más allá. ¿De dónde habían salido todas esas armas para enfrentar a Y/N, Namjoon, Hoseok y Jimin? Un solo corazón no era suficiente. Él provenía de una antigua familia de cazadores que no nos tenía miedo y que se dedicaba a buscarnos y matarnos. El emperador había matado su primer dragón a los 15 años y la hija de la abuela había sido la número 22 en su larga lista.

El más brutal asesino de miembros de nuestra especie estaba parado frente a mí, moviendo sus pies como si en lugar de una cacería se tratara de un baile que se supiera muy bien. Adivinaba todos mis movimientos y por ellos pagué con heridas profundas en mi piel recién estrenada. Estaba rodeado de fuego, pero sólo su espada verde me quemaba y yo, confundido en mi nuevo cuerpo sólo podía aventar llamas y seguir mi instinto. Me sentía pesado y torpe; quería aplastarlo, sabía que podía. Sin embargo, no era lo suficientemente rápido para hacerlo.

Mi verdugo me llevó hasta el final de la grandiosa terraza, aquella en la que hubo tantos bailes a los que había asistido, acompañado de la propia hija de mi enemigo. Era el final de la terraza y el principio de la muralla; estaba acorralado y sabía que nada me podría salvar. En los últimos momentos del enfrentamiento pensé en Y/N; después de que acabara conmigo, de seguro iría a buscarla y compartiría mi final. No podía permitirlo. Me arrojé encima de él, sabiendo que si espada estaría lista para recibirme y así fue. La espada me atravesó el pecho por completo y se quedó enterrada en mí. Fue entonces el momento de mi venganza; tomé al emperador desarmado con mi boca de fuego y volé lo más alto que pude. Estando en el aire sentí como el cuerpo de mi enemigo se transformaba en sal; lo que Yoongi algún día dijo a sus estudiantes era verdad: ningún humano podía volar son un dragón. Estrellé la estatua de sal contra la muralla que él mismo había construido. Lo arrojé con tanta fuerza que pude escuchar cómo sus huesos y su cráneo salados se rompían con el impacto.

El emperador estaba muerto y yo también. Había una espada de fuego dentro de mí. Mi corazón seguía latiendo, con seguridad así seguiría por horas; no obstante, sabía bien que moriría. La ciudad entera estaba en llamas y Y/N malherida, ambas se recuperarían aunque yo ya no lo viera. El fuego sobre la muralla due lo último que vieron mis ojos y mi último pensamiento para lo que más había amado en la vida: pensé que por ella había valido la pena morir también...

Mi Dragon (Kim Taehyung)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora