La Dama Eterna

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Dicen que uno puede ver a la Dama Eterna una sola vez en la vida. Son muy pocos los que han logrado llegar a Isla Azul, pero, a quienes lo han hecho, la Dama Eterna les ha cumplido su deseo más anhelado. El simple hecho de llegar a Isla Azul los hace dignos, puesto que la Isla sólo se revela a los que merecen llegar a ella.

Me preguntaba con frecuencia si sería digna ¿Cuáles eran las condiciones? No era buena; cargaba en mi conciencia un secreto, un accidente. Había sido un accidente, sí, no obstante, lo odié por lo que había hecho a tantas niñas, por lo que quería hacerme a mí, y eso hizo que ese hombre ardiera.

Al dejar la costa me introduje en una selva verde y mojada, el suelo estaba tan tupido de plantas que con trabajo pude avanzar, aunque, eso sí, llena de arañazos. La luna apenas iluminaba un débil sendero entre las plantas y los ruidos desconocidos de la selva me hicieron temblar. Me aferré al corazón que aún latía y continué mi caminata, sin percatarme que detrás de mí iba dejando un rastro de sangre que me debilitaba cada vez más. Deseaba con todas mis fuerzas llegar, aunque fuera moribunda, y encontrar a la Dama Eterna para pedirle que reviviera al Quinto Dragón.

Entonces, el sendero angosto se ensanchó y las plantas salvajes que arañaron mis rodillas se hicieron a un lado. Delante de mí había una cascada azul que parecía estar suspendida en el tiempo. Había llegado.

Siempre imaginé a la Dama Eterna como una emperatriz que permanecía inmóvil e inmaculada en un trono de oro; sin embargo, no había palacios o templos en la Isla; más bien parecía un paraíso natural, lleno de cascadas y riachuelos, donde todo era verde y los árboles estaban en flor. El recuerdo fugaz de la pequeña huerta de la abuela cruzó mi memoria y se desvaneció cuando vi a quien estaba buscando. Callada y tranquila, la Dama Eterna reposaba a la orilla de un río de agua cristalina y parecía no haberse percatado de mi presencia. No portaba ninguna corona y, cubierta por un velo transparente, parecía un espíritu, un espectro que no se había ido completamente. Era difícil ver su rostro, aun así noté que sus ojos eran color morado, su piel tan oscura como la de cualquier dang y su cabello más blanco que la nieve en las montañas del norte.

El corazón de Tae latió entre mis dedos; se debilitaba más con cada minuto que pasaba; lo apreté un poco con mi mano, deseando que jamás dejara de latir y me acerqué a la Dama Eterna. Quise decirle tantas cosas, contarle toda mi historia, rogarle por la vida de Taehyung, pedirle perdón por lo que me había atormentado durante estos tres años; pero, en lugar de eso, me arrodillé ante ella y, sin poder contenerme más, lloré.

-¡Por favor! ¡Por favor! -fue lo único que pude balbucear entre sollozos, mientras le ofrecía el débil corazón de Taehyung con la mano.

La Dama Eterna se arrodilló también y acarició mi cara de modo maternal. Me preguntaba si ella sería o suficientemente compasiva para ayudarnos a Taehyung y a mí.

-Por favor -rogué una vez más, esta vez en voz baja-, el corazón de mi amigo, de mi amor, ya casi se detiene; si no lo ayuda ahora, él no podrá regresar, él va a...

No pude terminar la frase, mi garganta se había cerrado y mis ojos se encontraban llenos de lágrimas.

-Sé a lo que has venido, mi niña -fue lo primero que me dijo; su voz era suave y tranquilizadora-. Yo sé todo lo que hay en tu corazón.

¿De verdad sabría todo lo que había dentro de mí? ¡En mi mente habitaban tantas cosas! Luchas, entrenamientos, deber, culpa, remordimiento, dudas y miedo. En mi corazón estaban mis días en Puerto Jeju, las leyendas dang, el mar, mi abuela, mis hermanos y Taehyung.

-Sé que tal vez yo no soy digna de tu ayuda; sé que he cometido errores, que he hecho cosas muy malas -confesé asustada-, pero Tae, él es bueno, muy bueno y no había nadie más que viniera a ti para rogar por su vida.

Mi Dragon (Kim Taehyung)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora