Fantasmas Que Ayudan

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Cabalgué rumbo a la batalla como muchos otros, consciente de que tal vez no iba a regresar. El amanecer del desierto era lento y limpio, no habïa momento más espectacular y todos pensamos que era un presagio para volverse mártires y no héroes.

No le tenía miedo a la muerte, para mi gusto había vivido tres años de más y tenía la remota esperanza de que al morir me encontraría con ella. No le tenía miedo a la muerte, aunque sí a ese silencio maligno de las batallas, al temblor que la muerte deja al pasar, al torbellino de partes revueltas y a la peste de la carne quemada. Deseé morir rápido para no tener que presenciar esto.

La cabeza del emperador se había vuelto gris en el último año, su cara también se llenó de arrugas y sus ojos de fantasmas. Los hombres cercanos a él e incluso hasta la misma SaRang contaban que el gobernante no dejaba de murmurar:

-Estoy pagando, sé que lo estoy pagando.

¿Qué era lo que pagaba? No tenía ni idea, pero el remordimiento se le notaba hasta en la forma de cabalgar. Sabía que ante la unión de las demás islas no tenía escapatoria y que su destino terminaría en funeral. A veces me preguntaba si ya estaría resignado a perder. Si así era, entonces sacrificaría la vida de sus hombre en vano.

De la batalla, recuerdo poco. Recuerdo hombres a mi costado cayendo y quedándose atrás, la dunas salpicadas de sangre y cuerpos torcidos, recuerdo la soledad de avanzar entre las tropas enemigas y el silencio. El campo de batalla era el lugar perfecto para que yo desquitara mi enojo con gente que nunca había visto, para matar, para liberar la ira acumulada todos estos años. Sin embargo, algo me detenía y nunca lo lograba, antes de que pudiera hacerlo llegaba el silencio que adormecía todas mis emociones. Veía la pólvora entre el humo negro y los soldados inertes que brotaban de la tierra, amigos y enemigos se amontonaban uno contra otro en el suelo; nadie elegía el lugar donde se echaría a morir. ¿Cuánto tiempo había pasado? Perdí la noción del tiempo y mis brazos me dolían. Empecé a desesperarme por no caer junto con los otros; consideraba que no era justo que siguiera en pie, vivo, mientras que a los que en verdad deseaban la vida los habían arrancado de ella.

Entonces un elemento nuevo llegó al campo de batalla: el fuego. No sólo en la arena, entre los cuerpos, sino también en el aire y en todos lados. El desierto se había convertido en un infierno. Confundidos todos paramos de pelear y miramos al cielo, el lugar de donde provenían las llamas.

El emperador se había equivocado en muchas cosas y la más importante de todas ellas era que no había matado al último dragón, puesto que cuatro de ellos revoloteaban en el cielo rojo justo en ese momento. Los cuatro dragones eran serpientes voladoras sin alas, con plumas en lugar de escamas y poderosas garras en lugar de brazos. El más grande de ellos era rojo, casi anaranjado, y terrorífico desde cualquier ángulo; también había uno azul y uno verde que parecían animales marinos que nadaban, en lugar de volar, y, por último, el más pequeño de ellos, un dragón blanco de ojos dorados, el cual brillaba con cada movimiento. A pesar de que todos corrían, me fue imposible no quedarme quieto a contemplarlos aunque fuera un minuto; hasta ese día nunca había creído que de verdad existieran.

¿Qué hacían allí? ¿De qué lado estaban? Ninguno de los dos bandos lo sabía; por eso, ambos nos retiramos antes de ser asesinados por los dragones. El peligro me hizo despertar y correr como los otros.

Esa noche, los que regresaron al campamento se sentían felices de estar vivos y secretamente aliviados de que aquellos seres hubiesen aparecido de la nada, sin importar de qué bando formaran parte. El emperador era el único que, más que preocupado, parecía fuera de sí de la angustia. Caminaba de un lado a otro con pasos rápidos y la cara enrojecida, casi al borde de las lágrimas.

-¿Qué pasa, papá? ¿Por qué estás así? -le preguntó SaRang preocupada.

-Han venido por mí -respondió él como loco-. Han venido a castigarme por haber matado a uno de los suyos.

Mi Dragon (Kim Taehyung)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora