LXXXVIII: Como un juego de niños

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El niño se quejaba, y la madre lo apoyó.

El niño se lamentaba, y la madre lo consoló.

El niño estalló en llantos, la madre lo abrazó y el renacuajo acabó por clavarle un puñal por la espalda.

Algo impredecible pero a la vez no sorprendente.

Ansiedad, tú eres el niño.

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