CXXXII: Sonámbulista

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Como mecerse en una frágil cuerda a quinientos pisos de altura.

Exhalo oxígeno pausadamente y rezo porqué no se rompa esa poca inestabilidad que me queda.

Que no se apague el fuego de esa vela que tintinea al compás de los latidos de mí corazón.

Cierro los ojos para no mirar abajo.

Y es en ese instante, que me percato de que la cuerda está ardiendo.

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