El entrenamiento de básquet de Ragnar había terminado. Pareció ser muy duro y era entendible ya que se preparaban para jugar la final. Por suerte el clima acompañaba un poco porque el gimnasio era ocupado por las chicas del equipo de Handball.
Mientras Ragnar iba hacia los vestuarios me quedé en las gradas esperando a los demás. Jesper saldría de su práctica de natación en cinco minutos, Zia y Ree de sus clases. Yo había tenido la hora libre, el profesor de literatura había tenido un percance. Me hubiera gustado ir a ver a Jesper pero no se permitía estar allí.
Estaba chateando con las chicas. Hablaban de su aburridísima clase de historia mientras mantenían una pequeña y divertida discusión, cuando sentí la presencia de alguien. Alcé la mirada y Ruby estaba de pie frente a mí.
—Al fin te vuelvo a encontrar sola. Esos idiotas que llamas amigos se la pasan pegados a ti, ¡agh!
—Igual que ellas a ti —señalé a Georgie y Brigitte. La primera me daba un mirada como diciéndome en silencio que cierre la boca—. Te siguen como cachorros esperando su comida.
—¿Te crees gran cosa? Mírate. No entiendo como ellos se juntan contigo. Eres patética Keilanne.
—Lo dice la persona que debe humillar a los demás para sentirse superior, ¿no?
Dio otro paso, logrando que ambas quedáramos a la misma altura. Para ese entonces yo también estaba de pie.
—¿Con qué derecho me hablas así, estúpida? —bramó furiosa.
—Con el mismo que tú haciéndome la vida imposible. He soportado todo lo que me has hecho —Tenía suficiente y no estaba de ánimos de quedarme callada—. ¿Con qué derecho, Ruby? Yo no te hice nada para que me trataras de ese modo.
—Sí, lo hiciste.
—Ilumíname, porque no te sigo.
—Hace cinco años, ¿recuerdas a Haziel? —susurró con voz melancólica, herida.
Sí que lo recordaba. Lo recordaba perfectamente.
Mudarse a una nueva ciudad incluía cambios, unos que no estaba preparada para afrontar. Era algo tan simple y cotidiano, pues mucha gente se mudaba y se enfrentaba a esto, pero para mí se convertía en una situación complicada después de perderlo todo.
Adaptarme no fue fácil. Me costó mucho trabajo y ayuda profesional superar la pérdida. Mi familia había muerto, nunca tuve hermanos, y la tutela quedó a cargo de mi tía paterna. Ella hizo todo lo posible para que estuviera cómoda, trataba de darme lo mejor, aunque había veces que se dificultaba. Habíamos pasado por mucho pero su cariño incondicional nunca faltó. Era como una madre, fue uno de los pilares más grande en mi vida.
Tuve que construir todo de nuevo. Empezar de cero.
Llegué al Northlands College con la esperanza de que ese instituto me abriera las puertas al mundo en un futuro porque, además de ser el mejor de Estocolmo, exclusivo, privado y número uno en el ránking, no iba a vivir el resto de mis días del dinero que mis padres habían dejado en una cuenta bancaria. Al ser uno de los más importantes allí asistían aquellos niños nacidos en cuna de oro. Solo los de sociedad se permitían pagar una cuota como aquella. Y aunque alguien como yo solo accedía por sus notas, asistir al Northlands era todo un privilegio. Hice un esfuerzo enorme para rendir el examen de ingreso y mantener las calificaciones, tan altas como fuera posible, para que no me quitaran la beca que me habían otorgado. Iba a aprovechar todos los recursos que tuviera al alcance.
ESTÁS LEYENDO
The Society ©
Teen FictionCon su presencia intimidaban a cualquiera. Los estudiantes se los quedaban viendo como si fueran dioses y debieran ser venerados. Tenían una gran reputación y, a pesar de ello, sacaban provecho de su estatus ayudando a todo aquel que fuera posible. ...