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Hoy es sábado, lo que significa que es día de limpieza.

Con Laurie tenemos las tareas divididas. Mientras yo me encargo de las habitaciones y de lavandería, ella de los baños y la cocina, luego ambas, nos ocupamos de la sala y el comedor.

Mi habitación suele estar limpia y ordenada, pero esta semana... eso no fue posible. Había ropa desperdigada por el suelo, amontonada en una silla en el rincón, algunas prendas se mezclaban con las que estaban sucias, por lo que las agarré todas y las metí en un canasto. Ordené la biblioteca, mis libros pedían volver a sus estantes, pobrecitos. Arreglé mi cama, guardé la ropa que ocupaba la silla de la esquina y limpié el piso. Antes de salir, abrí la ventana para que el aire fresco de la mañana purifique el del interior.

Hice lo mismo con la habitación de mi tía.

Al finalizar, el canasto estaba hasta arriba. Bajé al lavadero y metí ropa blanca en el lavarropas.

Me encontré a Laurie en la sala.

—Hola tía, ¿te ayudo?

Estaba parada sobre una silla, tratando de alcanzar la parte superior del mueble para limpiarlo.

—Hola cielo. No te preocupes.

Puse música y comencé a acomodar los sofás, limpiar la mesita y juntar las zapatillas que había dejado tiradas ayer en la noche.

Luego de estar casi todo el día limpiando, Laurie me mandó al mercado por algo para merendar.

Siendo una zona casi céntrica, era obvio que me iba a encontrar con alguien pero no imaginaba que, ese alguien, sería Georgie la amiga de Ruby.

Estaba del otro lado del pasillo, nos separaba una pequeña estantería. Cuando me reconoció me saludó, como si fuéramos grandes amigas.

—Déjame darte un consejo Keilanne —dijo cuando estuvo lo más cerca que se permitía—. Aléjate de Ruby, me caes bien y no quisiera que termines mal. Trata de evitarla y no caer en sus provocaciones.

—Gracias Georgie, pero no soy de quedarme callada. ¿No deberías tratar de que ella deje de molestarme?

—Lo intenté antes y no funcionó, esto es lo mejor que puedo hacer.

—¿Qué?

—Solo toma mi consejo. Te aprecio, y también a ellos. No quiero que pasen por lo mismo.

Decir que me había dejado confundida era poco. Realmente no sabía a qué atenerme y qué pensar por sus palabras. ¿A quién o quiénes se refería con "ellos"?

Muy pocas veces intercambié palabras con Georgie, pero cuando lo hacía lograba dejarme pensando y confundida al mismo tiempo, casi la mayoría de las ocasiones.

Creo que también tuve las señales frente a mí y aunque seguí su consejo, evitar a Ruby era imposible cuando ella tenía sus propios motivos para enfrentarme.

...

Pensé que había acabado con un trabajo para el colegio, pero un mail de la profesora de matemática hizo que volviera el culo a la silla.

En el se leía y cito:

[Buenas tardes señorita Norlen, me comunico con usted para hacerle saber que fue seleccionada para nuestro equipo de olimpiadas en representación del instituto. Nos agradaría mucho tenerla con nosotros. Espero su respuesta.
Atte, Annelise Olsson]

Eso, definitivamente, no me lo esperaba. Claro que mis calificaciones eran altas, ¿pero avisarme un domingo? No dudaba en que iba acceder, después de todo, unos puntos extras no venían nada mal, además que sería útil para mi carrera y se vería bonito en mi legajo. Le respondí el mail aceptando la proposición y poco después me llegó un archivo para descargar e imprimir; se trataban de los permisos. Lo leí minuciosamente, y en el pedía la firma de mi tutor o tutora legal.
Sabía que todas las planillas pedían aquello, había logrado acostumbrarme que así sea. Pero que en cada actividad que me anotaba apareciera eso, una punzada al corazón me frenaba el aliento.
Claro que los del colegio estaban al tanto de mi situación, fue lo primero que hizo Laurie cuando ingresé allí. Agradecía la consideración, solo que era extraño no poder hacer que mis padres firmaran eso y observar el orgullo en sus ojos, o así quería imaginar que sería.

Lo imprimí y cuando bajé a cenar se lo entregué a mi tía.

—¡Felicitaciones Kei!

—Gracias. De algo tenía que servir estudiar mucho ¿no?

—Sí, aunque está en la sangre ser inteligente —Me guiñó un ojo—. Estoy orgullosa de ti cariño.

Nos abrazamos un buen rato, cuando el aroma del pollo en el horno nos hizo despegar.

—Ve poniendo la mesa, esto ya está.

—Eso huele delicioso.

—También llevamos en la sangre ser buenos cocineros.

Definitivamente sin ella, mis demonios ya me hubiesen arrastrado a la oscuridad.

...

El lunes a primera hora me acerqué a la oficina de la profesora de matemática. Toqué suavemente la madera de la puerta y cuando escuché su permiso, entré.

Estaba detrás de su escritorio, escondida tras la pantalla de su computadora. Alzó la mirada y me sonrió.

—Buenos días profesora Olsson.

—Buenos días Keilanne, imagino que vienes a dejar los permisos.

—Así es. Todo está aquí —expliqué y le extendí la carpeta que lo contenía.

Se aseguró que todo estuviera en orden y me pidió que me sentara en una de las sillas frente a ella.

—La primera ronda será aquí, en el auditorio, en unas pocas semanas. Te enviaré un mail con la fecha exacta junto al horario.

—De acuerdo.

—¿Algo que quieras saber?

—Ya que lo menciona sí. ¿Están todos seleccionados? Tengo entendido que solo los de último año participan.

—Sí, faltan algunos estudiantes que me entreguen la autorización. Y sí, cada año se renueva el equipo, como comprenderás son seleccionados los que llevan el mejor promedio.

—¿Puedo saber quiénes son?

—¡Claro!

Buscó una carpeta y me extendió una hoja. En ella estaba la lista completa del equipo de este año.

—Puedes quedártela —agregó—. Y bienvenida Keilanne.

Estuve tentada a echarle un vistazo, pero sería de muy mala educación, además podría hacerlo tranquilamente en casa. La guardé con sumo cuidado entre mis cuadernos, y cerré la mochila.

—Gracias profesora Olsson.

The Society ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora