|T R E C E|

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Tragedias y secretos.

Algo de lo que yo era partícipe.

Y por lo que Jesper sufría.

Solo era cuestión de saber sumar.

Fueron varias noches que traté de hacer encajar las piezas. Desde aquellos mensajes he estado más alerta que nunca, y aunque soy más precavida, sabía que los mensajes entre líneas iban a mostrarme algo.

No fue necesario que Jesper me dijera que ocurrió para haber ido aquel día a hacer paracaidismo. Algo lo atormentaba, o le dolía, y aquellos mensajes me dieron la respuesta.

Justo un día específico, primero Jesper y luego los mensajes. Como si fuera el constante recordatorio de lo que debí hacer.

¿Pero cuál era la conexión?

Yo estaba en el medio, sí. Pero esos extremos ¿cómo se unían?

Y sabía perfectamente quién podría saberlo aunque estuviera quebrantando la confianza de Jesper.

Pero yo necesitaba respuestas, mi mente me lo pedía para obtener un poco de paz.

—Estuvo raro —continué con la conversación—. Me dijo de ir y fue absoluto silencio.

Zia me miraba, quizás evaluando si decir o no lo que sabía.

Porque ella sí sabía que ocurría con él.

—Es difícil para él estas fechas. Aunque ha sanado un poco con el pasar de los años.

—Quisiera ayudarlo un poco más. Me duele verlo así —confesé.

Jesper no estaba siendo el mismo esos días, y todo el mundo lo notaba. Y todo el mundo parecía saber el porqué.

—Estos cinco años han servido para saber su reacción. Puedo asegurarte que estará bien.

¿Cinco años?

Imposible.

—¿Puedo saber qué pasó hace cinco años?

Un lento suspiro se escapó entre sus labios y su vista se clavó en mis ojos.

—Perdió a su mejor amigo. Y debe aguantarse ver todos los días el mismo pasillo donde ocurrió.

...

Los días comenzaban a ser mucho más fríos. La temperatura a la mañana lograba quitarme el sueño por completo.

Los chicos pasaron por mí como cada día para ir al colegio. Y ese día se sentía un aire pesado dentro del vehículo.

Yo solo estaba segura de algunas cosas...

Jesper sabía como ocultar sus sentimientos, reprimir y guardarse cada palabra. Zia sabía muchas más cosas de las que llegaba a pensar, y solo decía lo necesario. Ragnar, aunque pareciera que no estaba enterado de nada era todo al revés, sabía lo importante, sin detalles pero lo suficiente para ser leal. Y Reanna era la que escondía los secretos que ni siquiera sus primos sabían.

El punto clave eran ellas; Zia y Reanna.

Zia era la única enterada de mi curiosidad, a la cual respondió sin dar muchos detalles, y eso era una ventaja sobre sus primos. Por lo tanto seguía siendo la que sabía perfectamente todo lo que ocurría o se hablara. Por otro lado, Reanna estaba un paso adelante sobre su prima; ella conocía mi secreto.

Y también sabía, aunque era injusto, el porqué de la cizaña de Ruby hacia mí.

Nunca imaginé como llegó a saberlo.

Con el correr de las semanas, los mensajes se multiplicaron.

Cuando bajé del vehículo mi teléfono sonó notificando la llegada de uno.

Todos se adelantaron menos Jesper quien aseguró el vehículo y se acercó a mí.

—Lo he oído Luciérnaga —murmuró—. Ábrelo.

Obedecí al instante, rogando que no sea otro de esos mensajes.

Debes frenarla pero no puedes. Solo aléjate —cité.

—Esto es nuevo.

—No es el mismo número —informé al fijarme en ese detalle—. Son dos personas diferentes.

Su frente se arrugó, en una clara señal de confusión, y sin emitir palabra tomó mi mano y nos dirigió al interior del instituto.

Nos detuvimos frente a las escaleras y, antes de irse a su clase, me besó rápidamente en los labios.

—Te quiero —sonrió—. Hablaremos luego, Luciérnaga.

—Yo igual te quiero —murmuré conteniendo una sonrisa—. Suerte en tu clase.

Me dio otro beso y reí.

—No la necesito. Ya estás en mi vida y ya soy muy afortunado por eso.

Me lanzó un beso imaginario y fingí que lo recibí en mi mejilla.

Lo vi irse por la derecha y yo subí al piso siguiente, encontrándome a Ruby. Me estaba esperando.

—De nuevo solas, huerfanita —dice en tono burlón.

—¿Qué quieres?

—Sabes, te creía más inteligente. Me decepcionaste.

—¿De qué hablas? —pregunté realmente confundida.

Una sonrisa torcida se dibujó en su boca y añadió: —Tu infierno comenzó, te vas a arrepentir maldita huérfana.

—¿Tú? ¿Por qué, qué te hice? —exclamé alterada al reconocer sus palabras.

Los nervios me comenzaban a controlar. Todo este tiempo había sido ella.
Ruby era la persona detrás de todos esos mensajes.

¿Pero por qué?

—Existir —gruñó.

Des cruzó sus brazos y lo siguiente que vi fue como se abalanzó sobre mí tirándome de un empujón hacia atrás.

The Society ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora