|C A T O R C E|

30 4 1
                                    

—¡¿QUÉ HICISTE?! —gritó Jesper.

Aún en mi semi inconsciencia sabía que se trataba de él.

—¡RESPONDE RUBY! MALDITA SEA —bramó enfurecido y sentí como unos brazos me rodeaban.

El cuerpo me dolía. La espalda, las piernas, los brazos y el pecho. Me sentía un poco mareada, pero oía lo que sucedía a mi alrededor.

—No te duermas, mantén los ojos en mí, no te duermas —pidió asustado.

Traté de reír, de acariciarle el rostro pero no tenía las fuerzas suficientes.

Inspiré profundo y como pude, exclamé: —Me haces un favor. Siempre me dan ganas de mirarte.

Me miró con una ceja alzada y se le escapó una leve risita.

—Lo sé, no puedes resistirte —Me levantó en brazos y, antes de abandonar el lugar, se dirigió a Ruby—. ¿Cuál es tu puto problema? Te has pasado, maldita sea. Déjala en paz.

Era de las pocas veces que lo oí decir palabrotas. Él nunca lo haría, era muy educado en lenguaje, y la verdad era de sorprender si lo utilizaba aun más para dirigirse hacia otra persona.

Ella trató de reclamar algo pero él no se lo permitió.

¿Se arrepentía? Parecía muy decidida a acabar conmigo.

Una vez en la enfermería escolar me recostó delicadamente sobre la camilla y mientras la enfermera me inspeccionaba, él le insistió en llevarme a la clínica.

Notaba su nerviosismo. Su mano que seguía aferrada a la mía, temblaba y apretaba con firmeza.

Quería decirle que estaba bien, pero el aire se me había escapado tan de repente que me costó llenar mis pulmones.

La enfermera me realizó un par de evaluaciones más y me indicó que solo necesitaba reposo. Me dio unos cuántos analgésicos y fue por un permiso para que pudiera irme a casa.

—Yo te llevo. Seguramente tu tía no se encuentre y no pienso dejarte sola —sentenció Jesper sin lugar a réplica.

Estacionó en nuestro garage y antes de ayudarme a bajar se encargó de acomodar la sala para mí.

—Podemos mirar una peli, o alguna serie —sugerí, mientras ponía la calefacción con el control inalámbrico.

—Debes descansar. ¿Quieres unos masajes? Puede ayudarte a dormir.

—No, gracias. Solo ven —pedí.

Se acercó y le dejé sitio. Una vez sentado acomodé mi cabeza en su regazo y guié su mano a mi cabello.

—Eso me hace dormir —indiqué y comenzó a acariciar mi cabello, pasando sus dedos entre las hebras en un movimiento lento y delicado.

Luego de un buen rato en absoluto silencio el sueño comenzaba a invadirme. Los párpados se me cerraban por inercia y decidí no llevarle la contraria. Me quedé así, no sé por cuánto, pero sabía que estaba a instantes de dormirme profundamente cuando oí su voz.

—No soportaría perderte a ti también.

...

Me encontraba en mi cama y Jesper me abrazaba por sobre las cobijas, cuando mi tía nos encontró.

Era hora de la cena.

Me dio un cálido beso en la frente y me pidió perdón por lo de la otra vez. Me explicó que había tenido un día malo, y que además de que estaba preocupada por mí no tenía porqué hacerlo un sermón. Yo también le pedí disculpas, y acepté mi error de no haberle avisado, le di la razón de que no era hora para llegar. Al final nos entendimos y perdonamos. No era lindo evitarnos por una pelea tonta.

The Society ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora