PARTE II. CAPÍTULO XXX. Fin del relato

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   Los siguientes recuerdos corresponden a lo que vivió Egúsquiza después de haberme tocado la frente.

Tomar conciencia de eso me causó un enorme desasosiego porque es claro que me fueron transferidos a distancia.

Esto es a lo que me refiero.

Antes de despedirse mi mensajero y su sobrina propusieron visitarme al día siguiente, yo me negué y los cité para la próxima semana.

Cuando me quedé solo, Xóchitl se materializó sentada al borde de mi lecho.

- ¡Felicidades! Creo que tu misión quedó en buenas manos –me dijo sonriendo con ternura-

- Eso sentí cuando entré en sus pensamientos para darle mis recuerdos. Ahora todo depende de lo él decida.

Yo por mi parte ya estoy listo para dejar éste cuerpo, pero antes, mientras aun disfruto de la humana sensibilidad de amar selectivamente, te pido que cuando regrese a mi naturaleza etérea me apoyes para que se me permita ser yo quien dé a mis padres y a Ana María la fortaleza para aceptar mi muerte.

- Eso ya fue previsto para que suceda como pides.

Xóchitl peinó mis canas, sentí una profunda paz y regresé a los espacios de la luz.

Hasta aquí llegan los recuerdos que me fueron transferidos.

A partir del momento en que Edith y yo salimos de aquella casona de la colonia San Rafael mi vida cambió por completo.

Haber hecho contacto con alguien que aseguraba provenir de otro plano de existencia y yo mismo estar recordando eventos en los que no participé, lograron que no pudiera tranquilizar mi ánimo por varios meses.

Cuando medio digerí lo sucedido comencé a escribir.

No lo hice con ánimo de profeta ni pensé en que si podría o no aportar algo valioso, solo pretendí beneficiarme de la posibilidad de disfrutar como lector lo que me había sido regalado.

Produje así este libro y el anterior que publiqué bajo el título de DEL BIG BANG AL TEPEYAC.

El resultado fue de gran impacto para mí, porque al escribir comencé a adquirir una visión más lógica y tranquilizante de Dios, de la vida y de la historia.

Realmente me resultó de gran alivio no seguir creyendo que puedo ofender a Dios con mis pecados, y entender que Él está por arriba de ellos; me conforta saber que no estoy sujeto a un destino fatal, y saber que soy amado por Dios no gracias a que mis antepasados fueron conquistados, sino porque mi nación siempre ha formado parte de su plan.

Paralelamente con la evolución de mi enfoque existencial, comencé a aspirar a que quienes lean esta fantástica historia se sientan estimulados a revisar sus conceptos sobre Dios y su obra.

Lo que me fue revelado aporta una perspectiva diferente de la historia de los pueblos mesoamericanos desde la creación del universo hasta la aparición de la Virgen de Guadalupe, que permite entender que lo que sucedió cuando llegaron los europeos fue forjado por los hombres y no por Dios.

A través del tiempo muchas veces ha sucedido que creencias, valores éticos y valores morales de pueblos enteros han sido suplantados con violencia, pero lo sucedido en el continente americano fue de dimensiones inconmensurables tanto en crueldad como en cantidad de humanos afectados.

El encuentro entre Europa y América es la confrontación entre formas de vida más traumática y transcendente en la historia de la humanidad, en donde con más ahínco y continuidad los vencedores han propalado la idea de que los vencidos merecían ser destruidos, porque eran inferiores y demoníacos, cuando en realidad su forma de vida era menos dogmática y más igualitaria, con una teología que no fue del interés de las monarquías europeas ni de la iglesia católica, porque la que habían diseñado por consenso acomodaticio, les otorgaba privilegios que decidieron no arriesgar.

Es desde luego imposible restaurar los imperios devastados, y totalmente indeseable cualquier intento al respecto, pero sin duda es necesario que los herederos de los vencedores y los vencidos entiendan que lo que sucedió no fue por causa de un destino fatal e inalterable dictado desde el cielo.

Se ha discutido y escrito mucho sobre las circunstancias que facilitaron la destrucción de los aztecas y por ende la del mundo prehispánico, siendo la explicación más injusta y mentirosa la de que Dios apoyó a los conquistadores.

Una explicación menos viciosa es la de que los aztecas fueron derrotados porque su estrategia de guerra no tenía como objetivo matar al enemigo en batalla, sino capturarlo para sacrificarlo a Huitzilopochtli, por lo que desperdiciaron la oportunidad de aniquilar a Cortés cuando en una escaramuza lograron capturarlo y en lugar de matarlo lo retuvieron para su posterior ejecución, dando oportunidad a que fuera rescatado.

En realidad me parece ocioso intentar imaginarse escenarios de difícil corroboración, cuando hay elementos para armar una explicación creíble.

Lo determinante fueron las alianzas que hizo Cortés con los pueblos sojuzgados por los aztecas; eso puso a su disposición un enorme ejército que liderado por Ixtlilxóchitl, tlatoani de Texcoco, fue la fuerza decisiva para lograr el triunfo.

Como quiera, el resultado es que ahora Latinoamérica está dividida entre los herederos de los vencedores que conservan el poder, y los herederos de los vencidos que nunca han recuperado una ciudadanía con plenos derechos.

Los vencedores son las minorías dominantes y los vencidos la mayoría pobre, unos con una obsesión de superioridad y otros con una de inferioridad que a facilitado la continuación del statu quo por siglos.

Ahora que esta surgiendo un nuevo y más justo americanismo, aspiro a que esta historia abone a la reivindicación de las culturas originales y a la cancelación de las erróneas ideas sobre la parcialidad de Dios hacia alguna religión o grupo.

FIN

RECUERDOS TRASCENDENTALESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora