Capitulo 10

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Se quedó estática. Eso de tener dos teléfonos no podía terminar bien. Tragó saliva y esperó algo, a que su amigo dijera algo, escribiera algo.

"¿Qué?"

Estaba pálida y los latidos de su corazón eran lo único que se escuchaba en su habitación, acelerados. Cogió aire y miró hacia todos lados. ¿Esperaba inspiración divina, quizás?

"Me he equivocado."

Claro, eso era obvio. Ella se había equivocado, sí, de teléfono y de personalidad, lo cual era bastante grave, pues acababa de meter la pata hasta el fondo y no sabía si sería capaz de salir del pozo.

Luis frunció el ceño, mirando aquel mensaje, y después fue a mirar su conversación con Alexander. Ese mensaje encajaría perfectamente en esa conversación... Sí... De no ser por la persona que lo envió, ¿no? Porque era Alexander quien tendría que haberlo enviado para encajar bien. Y entonces se planteó algo: ¿Alexander conocía a Alexandra?

"¿Conoces a Alexander?"

Le envió aquel mensaje a Alexandra, y le envió uno igual a Alexander pero cambiando su nombre por "Alexandra". Porque... Su amiga no estaría tan loca como para hacerse pasar por un hombre, ¿verdad?

Alexandra frunció el ceño mirando ambos mensajes, y respondió con un "no" a ambos. Se relajó un poco al ver aquellos mensajes. ¿Él no sospechaba nada de nada? A decir verdad, se sorprendió bastante, porque pensó que su amigo la descubriría con eso, es decir, no había usado cirugía ni nada parecido para cambiar, simplemente un corte de pelo y lentillas... Bueno, y lentillas. Nada más allá, y sin embargo; su amigo de toda la vida era incapaz de reconocerla.

***

—Luis. —la voz de su padre lo hizo estremecer, él parecía enfadado ahora.

—¿Sí? —su voz tembló, sin querer.

—¿Y la comida? —le gruñó.

—Ya voy, papá. —dijo levantándose rápidamente y corriendo, pasando por su lado y rezando a la vez que no tirara de su brazo, o de su pelo para frenarlo y castigarlo por no haber preparado la cena.

Entró rápidamente en la cocina y agarró un bol. Estaría bien preguntarle qué quería para comer, pero tal vez eso lo irritara, así que prefirió callarse y cocinar patatas al horno, y unos filetes de pavo.

Peló las patatas, cortó la carne en trozos, limpió ambas y empezó a cocinar.

Cuando terminó sirvió dos platos y empezó a poner la mesa. Su padre estaba en el sofá mirando la televisión, y giró la cabeza al ver a Luis salir de la cocina.

—¿Has terminado? —le preguntó con voz áspera. Luis asintió con la cabeza dejando los cubiertos y sin decir nada, ni siquiera lo miró.

Su padre se levantó y él entró a la cocina a por los platos, salió con éstos y los dejó sobre la mesa, donde su padre ya esperaba sentado a que Luis trajera su plato. Sí, él vivía básicamente haciéndolo todo en casa mientras su padre hacía el vago, aunque a veces le daba por hacer algo, como esta mañana, cuando se ha encontrado con la comida hecha. Supongo que a veces te sorprendía.

Empezaron a comer en silencio, y ninguno de los dos pensaba hablar, mucho menos Luis, quien siempre evitaba hablar lo menos posible con su padre, ya que a la mínima enfurecía, y mejor estarse callado que hablar y meter la pata sin querer y por casi cualquier cosa.

—La carne está un poco cruda. —se quejó su padre, y Luis empalideció y lo miró sin levantar la cabeza, así como de reojo.

—¿Quieres que la ponga de n-nuevo al fuego? —dijo un tanto nervioso, y su padre negó seriamente, dando otro bocado.

—Tengo hambre, prefiero comer. —dijo sin más. Luis comió tenso, como de costumbre, y es que cerca de su padre no estaba de otro modo. Realmente hechaba de menos a Alexandra, que era la única persona a la que tenía... O solía tener.

Y al terminar de comer, Luis se llevó los platos a la cocina y los lavó, y después de secarlos los guardó en el mueble. Salió de la cocina pasando por el salón y la voz de su padre lo hizo frenar.

—Mañana no estaré en casa, me voy de viaje. —aquello lo sorprendió. ¿Cómo? Al principio no lo creyó. ¿De viaje?

Se giró para mirarlo con un ceño fruncido y un tanto confuso. —¿De viaje? —murmuró, y su padre asintió.

—Me han dado un trabajo un tanto lejos. —dijo él. —Estaré dos meses fuera. —abrió sus ojos como platos. ¿Estaría solo durante dos meses?

—¿D-dos meses? —dijo sorprendido. Su padre asintió con una sonrisa un tanto burlona.

—Disfruta estos dos meses sin mí, chico. —murmuró con diversión.

Parpadeó. Lo haría, sí. —Hum... ¿Y cómo es que no me llevas contigo? —preguntó, aunque realmente prefería esa opción, quedarse solo en casa estaba bien, pero lo que estaba mejor era quedarse sin él, estar lejos de él.

Rió con ganas y el ceño de Luis incrementó. —Esto son como unas vacaciones para mí, ¿de verdad crees que quiero llevarte?

Luis dejó de respirar por unos instantes. De acuerdo, tal vez él no apreciaba mucho a su padre, pero aunque le pegara, no lo odiaba, lo quería, incondicionalmente. Era la única persona que él tenía ahora, y esta persona prefería estar sin él, tal vez lo prefiriera muerto.

Los ojos de Luis se llenaron de lágrimas en un instante y la mirada de su padre hacia éste fue indiferente. Luis tragó saliva y no dijo nada más, simplemente subió las escaleras y entró en su habitación. ¿Qué razón había para ser tan cruel cuando él no había hecho nada malo?

Se tumbó en su cama, no sin antes cerrar la puerta con llave. Prefería mantener a su padre lejos, claro que dudaba mucho que su padre se molestara siquiera en subir.

Sintió la primera lágrima caliente resbalar por su mejilla. ¿Por qué seguía afectándole lo que él dijera, si era más que obvio el odio en su mirada? Él no era más que un estorbo, un estorbo para todos.

Y ahora comprendía por qué Alexandra había decidido irse lejos, porque todo apestaba, nada valía la pena aquí. Se limpió las lágrimas y decidió algo. O ella volvía, o él se iba, y no precisamente del pueblo, ni de la ciudad... Y tampoco del país. Simplemente... Desaparecería, y no como su amiga había hecho.

Chico Guapo Chica Horrenda (Cancelada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora