Capítulo 12

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La semana transcurrió un poco irregular, al menos para Borja, el cual estaba muy preocupado por el bienestar de su amiga. Stef durante los últimos días había pisado la oficina muy pocas veces y hablaba solo lo necesario con él. No deseaba presionarla pero se estaba comenzando a desesperar.

Estaba acostumbrado a lidiar con personas difíciles, pero ella era un tema aparte. Al ser tan cerrada, le era difícil ver más allá de lo que ella deseaba mostrar. Pero qué podía discutir él, si cuando se acercaban demasiado se cerraba lo más posible y no dejaba que absolutamente nadie, ni siquiera su hermana, le tendiera una mano para sacarlo de la oscuridad.

Él estaba muy concentrado en las últimas palabras que había escrito, de las cuales no estaba muy convencido, sentía que le faltaba algo, pero por más que releía no encontraba el fallo. Por lo que frustrado cerró su portátil y dejó caer la cabeza en el respaldo del sillón. No sabía si era la falta de inspiración o el no tener a su musa de frente lo que le hacía sentirse más inseguro de lo normal sobre su creación.

Estar en casa solo no le ayudaba mucho, sus pensamientos siempre regresaban a la misma chica. Sin saber qué hacer, se levantó de su sofá para revisar el refrigerador y el panorama que le mostró lo deprimió más; ni un solo mísero alimento se encontraba dentro de este. Resignado al no encontrar que comer, cerró el refrigerador y comenzó hacer la lista de compras, necesitaba tener al menos lo indispensable para sobrevivir.

Un sonido inundó su pequeño departamento, era su teléfono. Corriendo hacia el sofá donde se encontraba el artefacto contestó sin verificar de quién se trataba.

—Hola, Borjis —habló una voz que él conocía perfectamente.

—Hola Isabel —estaba decepcionado, por más que trató de ocultarlo no pudo.

—Pero qué ánimos querido, si así me vas a contestar cada vez que te llame evitaré hacerlo —respondió ella.

—Lo siento, pensé que eras otra persona —«Tonto de mi» pensó. Pero en serio esperaba que Stef le llamara, le había dejado unos mensajes preguntándole si todo iba bien pero ella no los había visto.

—¿Alguna conquista? —preguntó Isabel.

—Para nada. Solo cosas del trabajo —mintió.

—¿En sábado?

—Si, ya sabes que jamás descanso, prefiero mantener mi mente ocupada.

—Claro —ella no se tragaba eso, sabía cuando su amigo le estaba mintiendo y en esa ocasión lo estaba haciendo—. Pero por lo que te llamé... es que necesito que vengas al hospital —eso puso en alerta inmediatamente a Borja.

—¿Qué pasó? —estaba ansioso.

—Primero que nada tranquilo, no es nada grave, ya sabes que estoy trabajando en el Hospital Central.

—Lo sé —«El mismo en el que dejé a Stef aquella vez» recordó Borja.

—Bueno, pues, Vanesa está aquí.

—¿Qué? ¿Ella está bien? —sin importarle que iba en pijama, tomó las llaves y salió del departamento—. Isabel —llamó, se estaba alterando. Odiaba los hospitales y su amiga con su lentitud lo estaba poniendo peor.

—Borja, tranquilo. Ella está bien, solo tuvo una pequeña caída y se fracturó la pierna.

—¿Se fracturó? —«¿Y es que eso no es grave?» cuestionó. «Claro que lo es».

—Sí, le hicieron los exámenes correspondientes para descartar cualquier cosa y todo está bien, dejando la fractura de lado —eso lo tranquilizó un poco. Estaba subiendo a su coche cuando escuchó la voz de su hermana en el fondo.

BorjaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora