Capítulo 14

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Borja intentó por todos los medios sacarle información a su hermana de quién era Sofia en la vida de Stef, pero Vanesa no se lo confesó. Le dejó claro que si ella no le había contado nada acerca de Sofia por algo sería, así que mantendrá la boca cerrada, ya que ese no era un tema de su incumbencia. Frustrado dejó el tema por la paz pero no estaba conforme, necesitaba saber quién era esa chica. No le gustaba estar en la ignorancia.

El resto de la noche la pasaron viendo películas de terror y comiendo palomitas. Aunque no lo admitiría en voz alta, él extrañaba vivir con su hermana y por lo visto, no era el único, porque Chama estaba más que feliz de tener a Vanesa en casa.

Cuando llegó la hora de ir a dormir, ayudó a su hermana a llegar a la única habitación que había en el departamento. Él tuvo que dormir en el sillón y no le molestaba, lo importante era que su hermana se sintiera cómoda y pudiera descansar después de un día muy largo.

Se acomodó en su pequeño sofá y tardó un poco en conciliar el sueño, no dejaba de pensar en Stef. No entendía por qué en tan poco tiempo esa chica se le había metido tan hondo.

Lo peor de todo era que no la conocía mucho, y a pesar de haber visto más su lado malo y prepotente, también sabía que era una mujer muy dulce y con un gran corazón. 

Cansado de darle vuelta tanto al mismo tema se quedó dormido sin siquiera darse cuenta.

Unos lengüetazos lo despertaron. Trató de aparta a Chama para que lo dejara dormir, pero al ser un perro tan grande le era difícil alejarlo de él. Resignado, abrió los ojos y la primera imagen que apareció ante él fue la de un Chama feliz.

—¿No me dejarás dormir mas, verdad? —el perro le ladró y se subió encima de él—. Eso me imaginé, ahora quítate de encima que pesas mucho —como si le entendiera, se bajó de Borja y salió corriendo hacia la habitación donde se encontraba Vanesa.

Pocos minutos después se escuchó la risa de su hermana, Vanesa amaba que Chama le despertara a lengüetazos, aunque ella le decía “me despierta con besitos”. Eso Borja lo sabía de sobra.

Al tener visitas decidió hacer el desayuno, que, por la hora que marcaba el reloj de la cocina, sería almuerzo. Pero qué importaba, era fin de semana y no tenía nada interesante que hacer, solo tenía que sacar a Chama a dar su paseo.

Sin perder más el tiempo puso manos a la obra y preparó dos platos de panqueques con fruta y miel, la cocina era una de las cosas que no se le dan tan mal y que lo relajaban. Al vivir en un constante mundo de cambios y contratiempos necesitaba cosas que lo alejaran de sus problemas, entre más ocupada estaba su mente, mejor.

—Que rico huele —dijo Vanesa mientras caminaba con lentitud, aún le costaba dominar las muletas.

—Hice panqueques para comer, espero que tengas hambre.

—Qué bien, porque me estoy muriendo de hambre.

—¿Cuándo no, Vanesa? —preguntó divertido mientras colocaba los dos platos en la encimera, que dividía la cocina de la sala.

—Amo comer y eso no cambiará, así que deja de criticarme y comamos.

—Está bien. 

Pasaron el resto de la comida poniéndose al día. A Borja le gustaba escuchar a su hermana. Podían verlos juntos y decir que no tenían ningún parentesco, es que Vanesa era tan extrovertida y llena da vida que era muy difícil que se quedara quieta un minuto, por eso le hacía gracia que al estar enyesada tendría que bajarle un par de revoluciones. Por otro lado, él era todo lo contrario a su hermana, un chico introvertido, tímido, inseguro, perfeccionista y prefería vestir de negro que cualquier otro color, Vanesa era de las mujeres que le encantaba experimentar con cualquier tipo de color y no le daba pena llamar la atención en la calle. Y él odiaba ser el centro de atención en cualquier situación. Sin duda, eran como el agua y el aceite pero aún teniendo mil diferencias, se querían incondicionalmente.

BorjaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora