En camino a la habitación de Sofia, ambos chicos iban en total silencio.
Stef estaba nerviosa de ver la reacción de su hija al conocer a su amigo, y aunque él era eso, solo un "amigo", no tendría por qué entrar en un estado de nerviosismo. Pero Borja en tan poco tiempo se había vuelto alguien importante en su vida y por eso no solo temía la reacción de Sofia, sino que también la del chico. Aunque cuando le contó que tenía una pequeña en su vida, no la juzgó. Eso la hizo sentir bien, luego de años de ser juzgada por ser una madre adolescente y que le decían que no podría, que lo mejor era abortar, ella lo pensó muchas veces pero cuando estuvo a punto de hacerlo, no pudo, y salió corriendo de la clínica en la cual le arrancarían la vida a su pequeño angelito. Desde ese momento juró dedicar su vida a hacer feliz a su hija, y a pesar de que Sofia no fue planeada, ella la amaba sin importarle la forma en que fue concebida.
Borja caminaba al lado de su amiga y la volteaba a ver cada vez que podía. La observó sonreír, a lo cual involuntariamente logró sacarle a él también una sonrisa, una que trataba de ocultar.
A pocos pasos de la habitación, Stef detuvo su andar. El chico al percatarse de eso también lo hizo.
—¿Todo bien? —preguntó Borja con cautela.
—Eh, sí, solo debo advertirte que mi hija puede ser un poco insistente en algunos temas, así que no lo tomes en cuenta —respondió la chica al recordar la insistencia de Sofia en buscarle novio, y por nada del mundo deseaba incomodar a su amigo.
—Está bien, creo que es normal que los niños sean curiosos. Si tu hija es igual a tí, puedo asegurar que será un encanto —Stef al escucharlo sintió como sus mejillas se calentaban. Ella estaba acostumbrada a los halagos, pero del tipo que tenían que ver con su aspecto. Por esa razón, por primera vez en años, un chico lograba sacarle los colores con tan sencilla palabra.
—Gracias. Y sí, Sofia es un encanto, pero también es muy traviesa para solo tener ocho años.
—Está bien, creeré lo que me dices.
—Lo hago por tú bien. Pero sigamos, que en poco tiempo se acabará el horario de visitas.
—De acuerdo —aceptó Borja.
Sin agregar más, caminaron los pocos metros que los separaban de su destino.
Stef tomando aire abrió la puerta para darle paso a su amigo. No solo a una habitación, sino que también a otra parte de su vida. Una parte que compartía con muy pocas personas.
Para no arrepentirse luego de llevar a su amigo hasta uno de sus más grandes tesoros, lo invitó a entrar rápidamente. Borja se quedó sin aliento al ingresar al lugar porque la imagen que lo recibió fue muy parecida a la que él vivió hace tan solo cinco años, pero en la cama no se encontraba una mujer adulta, más bien, una pequeña niña ojerosa, delgada y de aspecto cansado, pero a pesar de todo ese cansancio pudo apreciar la belleza que poseía la niña. Pero no fue su belleza casi hipnótica o el cansancio que abordaba a la pequeña lo que llamó la atención del chico, fue la sonrisa que le regalaba sin ni siquiera saber quién era.
—Hola —le saludó la pequeña.
—Hola —respondió Borja aún admirando a la niña.
—¿Eres el novio de mi mami? —preguntó Sofia con picardía, mientras el chico se atragantaba con su propia saliva.
—Sofia Livinson —le regañó Stef—; deja de preguntar tonterías.
—¿Entonces no es tu novio, mami?
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Borja
Teen FictionBorja Loson, un joven ingeniero en sistemas de veintidós años, es contratado por una de las mejores empresas de tecnología de los Estados Unidos. Además de ser inteligente y buena persona, es muy tímido e inseguro. No confía en nadie. Nunca se ha d...