Era domingo por la tarde y Vanesa se encontraba sentada en una silla enfrente del sillón donde su hermano dormía profundamente. Ella estaba preocupada al no saber cómo despertaría Borja, por norma general luego de un ataque de ansiedad caía en un sueño profundo y en ocasiones pasaba hasta dos días en ese estado de inconciencia.
Al principio ella no entendía debido a qué después de sus crisis se desconectaba de esa manera del mundo, pero conforme pasaron los años lo comprendió, el cerebro de su hermano era tan complejo que para evitarle más dolor lo mantenía en ese letargo que el sueño le proporcionaba. Otro de los efectos que tenían en él las crisis era su forma de actuar al despertar. Había dos opciones. La primera, que simplemente se despertara con un gran dolor de cabeza y su comportamiento sería normal. La segunda opción era que al despertar no emitiera palabra más que el nombre de una persona. Una persona que no era para nada de su agrado.
Sin saber cuánto tiempo pasaría su hermano en esa situación, se encaminó hacia la cocina con la lentitud de una tortuga o al menos ese era el ritmo que le permitían las muletas, estaba harta de ellas y solo llevaba tres días con esas cosas. Sin perder más el tiempo, puso a trabajar la cafetera, necesitaría mucha cafeína para afrontar la situación.
A Vanesa le destrozaba el corazón ver cómo su hermano perdía control sobre sí, ver como poco a poco su aparente felicidad se desmoronada frente a sus ojos mostrando que en realidad nada había sido superado por más años que pasaran. Su corazón, su cuerpo y su mente están rotos a tal punto que con un mínimo estimulo estos se quebraban aún mas.
Ella sabía que debía ser fuerte, que no podía echarse a llorar cada vez que Borja tuviera una crisis, pero su preocupación solo iba en aumento al preguntarse: ¿Qué pasaría si en algún momento tenía otro ataque y ella no estaba para ayudarlo? ¿Cómo podría superar su hermanito el estar solo sin que nadie le guiara para salir de ese oscuro lugar donde su mente lo llevaba en repetidas ocasiones? Solo de pensarlo la impotencia se apoderaba de cuerpo.
Dejando la taza en el fregadero, regresó al salón donde para su sorpresa, se encontró con un Borja bastante despierto pero con la mirada perdida. Y como sospechaba, de sus labios solo salió una palabra. Sin siquiera verla, se dirigió a su habitación.
Vanesa sabía lo que tenía que hacer así que resignada tomó su móvil y Marco el número de la única persona que sería capaz de ayudar a su hermano en ese momento.
Una hora más tarde sonó el timbre y tomando una gran bocana de aire, abrió la puerta. Ante ella se encontraba una pelirroja que por más que pasaran los años, a ella no terminaba por gustar.
—¿Dónde está? —fue la primera pregunta de la chica.
—Hola a ti también, Isabel —respondió Vanesa.
—No estoy para formalidades, ¿Dónde está?
—En su habitación, ¿Sabes dónde se encuentra?
—Sí, lo he visitado una que otra ocasión.
—Bien —fue la única respuesta de Vanesa, permitiéndole la entrada a la chica que durante años había sido amiga de su hermano.
Sin perder el tiempo Isabel se dirigió hasta la recamara de su amigo. No sabía con que se iba encontrar, pero esperaba de corazón que no fuera tan grave porque no estaba segura de poder contener las ganas de llorar que le provocaba ver a Borja en ese estado.
Al llegar a la puerta que la separaba de uno de los chicos más importantes de su vida, las manos le comenzaron a temblar. Tomó una fuerte respiración y agarró el pomo de la puerta para girarlo, pudiendo ingresar. La imagen que la recibió fue una que por muchas veces que la observara siempre tenía el mismo efecto en ella, un efecto que solo le producía ganas de llorar. Borja estaba sentado en la cama con las manos entrelazadas hacia el frente y la vista clavada en ella.
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Borja
Teen FictionBorja Loson, un joven ingeniero en sistemas de veintidós años, es contratado por una de las mejores empresas de tecnología de los Estados Unidos. Además de ser inteligente y buena persona, es muy tímido e inseguro. No confía en nadie. Nunca se ha d...