Zacarías llevaba un tiempo buscando a Stef pero no la encontraba, por lo que decidió ir a la sala de espera, esa era una de sus últimas opciones. Al llegar se topó con varias personas, pero ninguna de esas era su hija. Se detuvo un momento y repasó una vez más el lugar para estar seguro de que ahí no se encontraba su niña. Estaba a punto de irse cuando a no más de diez metros se encontraba una mujer que llamó su atención, ella estaba sentada —casi recostada— con los ojos cerrados, su cabello castaño y facciones eran delicadas, su piel tan blanca como la nieve le recordaban a una pequeña joven que conoció hace unos años. Más por curiosidad que por otra cosa, se acercó a aquella chica que lo atraía como un imán.
Vanesa sintió que alguien se aproximaba, por lo que resignada abrió los ojos, estaba un poco mareada por el efecto que los calmantes tenían en ella, así que le costó enfocar a la persona que tenía enfrente. Cuando lo logró, quedó un poco confundida, no conocía al hombre que estaba en su campo de visión. Aún estando un poco sedada podía apreciar que estaba de muy bien ver, por lo que una pequeña sonrisa apareció en su rostro.
Por su parte, Zacarías quedó sorprendido al encontrarse con su vieja amiga, Vanesa.
—Hola, desconocido —saludó Vanesa.
—Hola —respondió Zac.
—¿Puedo ayudarlo en algo? —él no comprendía ¿Acaso no lo reconocía? Solo habían pasado unos años.
—Solo quería saber si estabas bien.
—Si estoy bien, solo un poco mareada.
—¿Mareada?
—Sí —ella no sabía quién era él, aunque tenía un aire familiar, pero su cerebro estaba muy revuelto, así que lo dejó pasar.
—¿Por? —preguntó él preocupado, se sentó en la silla que estaba al lado de ella.
—Por los medicamentos —Vanesa se estaba comenzando a fastidiar con tanta pregunta—. No es por ser mal educada, pero estoy adolorida, cansada, enojada e irritable, por lo que si no tienes nada bueno que decir me podrías dejar sola.
—Siempre tan directa, Vany —ella se sentó de un brinco al escuchar ese peculiar apodo, solo había una persona en todo el mundo que se atrevía a llamarla así.
—¿Zacarías? —preguntó aturdida, él le sonrió.
—El mismo.
—No me lo puedo creer.
—Lo mismo digo chica.
—¿Pero qué haces aquí? —preguntó Vanesa mientras colocaba la pierna enyesada en una mejor posición. Ese movimiento no pasó desapercibido para Zacarías.
—Visitando a una persona muy especial.
—Ahh —contestó ella, no sabía que más decir.
—Sí, creo que no debo preguntar por qué estás aquí, ya que es obvio —señaló la pierna enyesada de la chica—. ¿Qué fue lo qué pasó?
—Un pequeño accidente.
—No creo que fuera pequeño.
—Bueno, solo tuve un accidente y me tuvieron que enyesar la pierna, lo cual me fastidia mucho.
—Eso te pasa por ser tan inquieta —agregó él con una sonrisa—. ¿Por cierto, quién te acompaña?
—Mi hermano —eso no le gustó nada, si Borja estaba ahí, se podía topar con Stef—. No sé si lo recuerdas, tenía diecisiete la última vez que lo viste, ya sabes, en el funeral de mi madre —recordar esos momentos no era nada grato para los dos.
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Borja
Teen FictionBorja Loson, un joven ingeniero en sistemas de veintidós años, es contratado por una de las mejores empresas de tecnología de los Estados Unidos. Además de ser inteligente y buena persona, es muy tímido e inseguro. No confía en nadie. Nunca se ha d...