Capítulo 12:
Al siguiente amanecer, Angélica ayudaba a Kevin a hacer limpieza en la casa, algo que la la última iba a agradecer. Digamos que Kevin no es muy activo a la hora de agarrar la escoba. Si él supiera alguna manera de limpiar sin levantarse del sofá, ya lo hubiera utilizando.
—Hay colillas de cigarro por todas partes, Kevin —Protestó Angélica soplando un mechón de cabello que caía sobre su cara escapándose del moño desordenado que tenía —¿Desde cuando no limpias esta casa? —Se detuvo sosteniéndose de la escoba en sus manos.
—No sé, tal vez hace meses —Dijo Kevin afinando la guitarra que tenía en sus manos mientras estaba sentado en la cama ya tendida y acomodada por alguien que sí admiraba lo limpio —Además... ¿Para qué la limpio si luego se ensucia de nuevo?
—Ah mira tú... ¿Entonces tú no te bañas porque después vas a volver a ensuciarte, no?
—Oye, eso no es verdad.
—Cochino —Angélica volvió a empezar a barrer la habitación.
—No soy un cochino.
—Sí, sí lo eres.
Kevin alzó su mirada viéndola distraída y se levantó dejando la guitarra a un lado. Caminó hacia ella y la agarró de los hombros, acorralándola a la pared.
—No lo soy —Mencionó Kevin viéndose reflejado en los ojos castaños de Angélica.
La respiración de Angélica empezó a salirse de control acelerando los latidos y palpitos de su cuerpo. Ella vio como los labios de Kevin fueron mojados en el momento en el que pasó su lengua por estos.
—¡Hey, chicos, traje refrescos y...!
Sebas se detuvo en seco cuando la escena, Angélica se separó de forma rápida y Kevin la siguió con la mirada.
—Perdón si interrumpí algo.
—No, no interrumpiste nada, todo es un mal entendido —Dijo Angélica y agarró la escoba pasándole rápido por al lado y bajando las escaleras.
Kevin se había quedado mirando por la ventana. Sebas lo miró.
—Ni se te ocurra abrir la boca —Los ojos azules miraron a su amigo de reojo con amenazas.
Sebas solo hizo como si cerrará la boca con un zíper. Kevin caminó hacia él y le pasó por al lado para luego bajar las escaleras.
—Angélica, espera.
La castaña sacudía los muebles intentando ignorar la voz de Kevin. Ella no era tonta, sabía de las intenciones del acercamiento de Kevin, pero eso la había incomodado.
—Angélica.
—¿Qué?
Ella se volteo rápido hacia él.
—Perdón si te incomodé —Él volvió a hablar acercándose.
Ella solo lo miró y suspiró
—No lo vuelvas a hacer —Angélica lo miró a los ojos y el asintió —En serio me incómodo.
—No sé ni por qué lo hice, perdón.
Hubo un gran silencio antes de que la castaña volviera a suspirar y luego sonriera.
—Perdonado.
Kevin soltó un suspiro de alivio y la jaló hacia él, abrazándola: algo que sorprendió verdaderamente a Angélica, pero le correspondió envolviendo sus brazos a su alrededor y recostándose en su pecho, sonriendo, sintiendo así la calidez de cada latido de su corazón.
Sebas miraba la escena desde las escaleras con una sonrisa en el rostro. ¿Orgulloso de su amigo? Tal vez, pero eso nunca lo sabremos.
En la noche los tres amigos veían películas comiendo palomitas como si de niños se hubieran conocido toda la vida. Y no sé si se han dado cuenta que Angélica pasaba más tiempo en casa de Kevin que en su propia casa.
—Nooo —Angelica chilló abrazando repentinamente a Sebastián que también la abrazó a ella por la escena donde los zombis se comían a un conejo.
—Joder, de Angélica lo espero —Dijo Kevin y miró a su amigo —Pero de ti sé que solo te estás aprovechando.
Sebas le sacó la lengua y Kevin lo golpeó con el dedo en la frente.
—Kevin, se acaban las palomitas —Angélica lo miró haciendo ojitos.
—Oye, no puedes hacerme ojitos cada vez que busques que haga algo por ti.
—¿No? —Angélica se acomodó en el asiento —Pues es simple.
Kevin la miró confundido por el cambio drástico de actitud de Angélica.
—Yo te ayudé a limpiar este basurero, así que te levantas y me buscas palomitas porque me lo merezco.
—Ohooo —Sebas gritó dramático.
—Como guste, my lady —Kevin sonrió porque por primera vez Angélica habló su idioma —¿Con mantequilla o con chile?
—Mantequilla.
Kevin se paró derecho e hizo la seña de un militar.
—A sus órdenes, coronel.
Angélica rió y con eso se fue a la cocina.
Desde la cocina Kevin miraba a Angélica que también lo estaba mirando a él, ella le guiñó un ojo y sonrió. Kevin negó riendo entre bajos.
«¿Quién a esta hora?»
Kevin entrecerró sus ojos y vio a Sebas levantarse mientras él seguía haciéndo palomitas.
—¡Yo voy!
—Voy contigo —fueron las palabras de Angélica levantándose, para luego subirse sin previo aviso a la espalda de Sebas.
—¡Hey! Intrusa —el rió y aguantó las piernas de Angélica, que por cierto tenía una de las playeras del joven Kevin puesta.
Al llegar a la puerta, Sebas abrió esta y su sonrisa desapareció.
—¿Kevin está? —una chica de cabellos plateados se encontraba frente a frente con él, lo cual hizo que Angélica bajara de su espalda soltando él sus piernas.
—¿Qué haces aquí?
La chica de cabellos plateados no hizo ni por mirar a Angélica.
—¿Está Kevin o no?
—¿Quién es, Sebas? —Kevin salió de la cocina y puso la mano alrededor del cuello de Angélica dándole sus palomitas, pero al ver hacia delante sus sonrisa se escapó y no volvió.
—¿Que pasó, bebé? —La chica sonrió —¿Tan rápido me olvidaste? —dio un paso hacia él pero este la detuvo.
—Lárgate de mi casa, Dania, no sé para qué carajos estás tomándote la molestia para venir hasta aquí.
—Claro que sí sabes, al fin y al cabo soy tu novia. —La chica miró a Angélica.
Ella que hasta ahora miraba la escena confundida, ya que sinceramente no sabía quien era ella, ahora estaba aún más confusa.
La palabra "novia" le retumbaba en la mente como un eco infinito. Se sentía extraña en ese momento, fue como si su corazón estuviese siendo oprimido desde dentro.
—¡Lárgate de aquí, Dania! —Kevin gritó furioso, pero antes de darse cuenta, la que había salido corriendo sin rumbo era otra.
—¡Angélica! —Sebas salió corriendo detrás de ella pero ya era demasiado tarde.
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CAPÍTULO CON EDICIÓN CONCLUIDA
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COMO CAÍDA DEL CIELO (CCDC) ✅
Romance(Concluida y Editada) Si pudiera describir un ángel en una palabra diría: irritante. Así era como la consideraba en un principio: una chica irritante que no dejaba de perseguirme a donde quiera que fuera, y no sabía cómo se las arreglaba, pero siemp...