CAPÍTULO 37: "Angélica y Kevin"

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Capítulo 37:

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Últimamente los días estaban pasando muy rápido, el día viernes llegó y los libros no dejaban de perseguir a nadie, y mucho menos a ellos.

Angélica y Kevin.

Kevin y Angélica.

La nueva pareja más halagada de la Universidad desde que entraron tomados de la mano por las grandes puertas. Todos los habían mirado, algunos habían murmurado para bien y otros para mal.

La campana ya había sonado hace un buen rato, así que ellos empezaban a salir de sus diferentes salones. A Kevin lo rodeó un grupo de chicas, pidiéndole un autógrafo o haciéndole preguntas de todo tipo, algo que lo sorprendió de verdad.

—¿Y cuándo será el próximo concierto? —Preguntó una rubia de ojos azules mientras lo miraba con entusiasmo.

—Ammm, la verdad es que no sé... —decía lento, mirándolas a todas.

—¿Me enseñas a tocar guitarra? —Preguntó una morena de cabello rizado y oscuro.

—¿Tienes novia? —Preguntó una pelirroja aún más coqueta y atrevida que los demás.

Kevin solo las miraba sin saber qué decir. Estaba abrumado y atropellado de tantas preguntas, cuando unos brazos delgados lo abrazaron desde atrás y parándose de punticas, posó su cabeza sobre el hombro de él.

—Para su respuesta, sí, tiene. —Angélica lo miró y él le sonrió totalmente a ella—. ¿Verdad, mi amor?

—Sí, mi reina. —Él le dio un beso y Angélica se separó, tomándolo de la mano y llevándolo a la cafetería.

Las chicas simplemente maldicieron por debajo e hicieron un berrinche de admiradoras celosas. Algo que para su edad era realmente ridículo.

Kevin caminaba con orgullo, tomando de la cintura a su novia, quien usaba un hermoso vestido color celeste. Ella lo miraba sonriendo como una tonta enamorada. ¿Acaso no se veía? Todos los miraban y muchos se habían sorprendido con ese noviazgo pero no era algo de lo que ellos tuvieran que preocuparse. Al contrario.

Se escucharon pasos correr tras de ellos y alguien le saltó a la espalda a Kevin, a lo que este por poco se va de cara al suelo.

—¡Mi mujer! —Sebas gritó abrazándolo.

—Sebas, van a pensar que estás loco.

—¿Y acaso eso ya no lo sabe todo el mundo? —Angélica soltó entre risas.

—Me ofendes, cuñada.

El chico se bajó de la espalda de su mejor amigo y la cargó a ella como costal de papas, corriendo a la gran puerta de la escuela. Ella chilló de forma en la que todos voltearon a verlos.

—¡Corre, pendejo, porque si te agarro te mato! —dijo Kevin, acomodando su mochila para correr tras ellos dos, bajando las escaleras de la Universidad y corriendo por toda la acera que daba vista a los diferentes negocios de la ciudad.

Horas después, al atardecer, los tres estaban en la playa jugando entre ellos y tirándose agua, riendo como un buen trío de amigos. Estaban disfrutando de la felicidad que tenía la vida y aunque a Angélica no se le olvidaba que tenía muchas cosas por resolver, aún sonreía, siendo el reflejo del intenso mar en los ojos de Kevin.

Ya un rato después estaban sentados en la arena, mirando cómo el sol teñía el mar de rojo.

Un color que podría tener diferentes significados como la pasión, el amor, la sangre y el odio. Aunque solo un ángel podría verle un solo significado más.

La vida.

La vida está hecha de rojo, amando lo que queremos, luchando apasionados por un objetivo, sangrando hasta que las heridas abiertas se cierren y odiando el tiempo perdido.

Cuando vimos por primera vez al chico de ojos tristes, todos pensamos que ya no volvería a sonreír. Sus alas estaban caídas y sus manos llenas de vendajes manchados de sangre. La vida no era su más grande lucha y la muerte era su más grande sueño.

La balanza para él estaba desequilibrada en su totalidad y sin esperarlo, no pensó ni se le pasó nunca por la cabeza que alguien de ojos miel bajaría entre las nubes solo para volver a darle esas ganas de vivir.

—Gracias por estar ahí cada vez que los he necesitado. —La voz de Kevin rompió el silencio que se había formado y tanto Angélica como Sebastián lo miraron—. Gracias, en verdad gracias...

Sebas dio palmadas en su espalda y un abrazo de buen amigo. Angélica se acercó y besó sus labios.

—Vamos a estar aquí cuando lo necesites siempre, Kevin  —dijo su amigo, mirándolo.

—Eso es verdad. —Angélica le sonrió.

Kevin sonrió levemente y despeinó el cabello de su amigo y de su novia, echándose a reír, luego de verles las caras sin nada de gracia.

—Si te agarro, Kevin... —Angélica lo miró seria y él se levantó, le embarró la nariz de protector solar y empezó a correr por la orilla del mar.

—¡Oye! —Angélica corrió tras de él con fuerza, sin detenerse.

Sebastián solo reía mirándolos divertirse como una pareja enamorada. Eran felices y a simple vista se veía, solo que ellos no notaban que eran observados por alguien que se disgustaba de esa felicidad.

La chica del cabello negro se paró detrás de la silueta que los miraba apretando sus puños y le susurró al oído:

—Ya calma, está todo planeado y listo para esta noche. —Sonrió de forma malvada y lamió la oreja sobre el cuello completamente tatuado de esa persona.

—Más vale que así sea. No la quiero muerta, si le haces algún solo rasguño prometo cortarte el cuello.

La chica eliminó su sonrisa y asintió levemente.

—Esta noche los ángeles pagarán por todo lo que nos han hecho a nosotros los demonios. ¿Y qué manera más hermosa de hacerlos pagar que quitándoles a su más preciada ángel de la guarda para convertirla en la reina del infierno? —Una sonrisa diabólica relució entre las sombras y en sus ojos rojos se reflejó un beso entre Angélica y Kevin—. En especial para deshacerme de él.

La silueta desapareció al decir un conjuro entre murmuros y un humo negro que lo hizo esfumarse del lugar, dejando a la pelinegra mirando la escena, pero especialmente, a Angélica.

—No, tú no vas a robarme ese lugar. La reina seré yo. —Sus ojos se pusieron tan rojos como un rubí y unos colmillos salieron de sus labios.

Angélica reía tranquila, cuando sintió toda aquella aura oscura y miró hacia donde estaba el demonio, pero ya no había absolutamente nada ahí.

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CAPÍTULO DE EDICIÓN CONCLUIDA

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