¿Que es la soledad?
No es más que la amiga que nos acompaña en cada momento aún estando acompañado.
Aylena Rodríguez.
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Capítulo 13:
Angélica corría sin saber el motivo del porqué lo estaba haciendo. Su destino no tenía dirección. Sus pies no tenían un límite de cuándo parar y su cabello estaba siendo completamente despeinado por el viento.
La noche ya estaba en su esplendor de oscuridad y la luna que antes se reflejaba en las olas del mar persiguiendo a aquella ángel, se escondió entre las nubes para empezar a llorar, haciendo que charcos de agua se formaran en el suelo.
¿Qué le pasaba? ¿Por qué estaba así? ¿Y qué hay de malo con que Kevin tenga novia? Eso es algo normal ¿Verdad?
Verla caminar ya tranquila y calmada cerca del inmenso océano, cerca de una carretera, provocaba esas preguntas. Y ella también tiene Ia las mismas.
«Razona Angélica» pensó «Que tenga novia es algo bueno. ¿Pero por qué me afecta así?»
Angélica se detuvo en seco y echó su cabello hacia atrás ya húmedo por la tempestad de lluvia que caía. Desesperada y cansada, buscó con sus ojos algo para meterse mientras la lluvia sesaba.
Al ver una pequeña estación de bus, corrió hacia ella ya abrazándose temblorosa del frío.
Una anciana que le daba de comer a un pequeño minino color negro la miró cuando la notó llegar.
—Mija, tendrás un resfriado así empapada.
Angélica volteó a verla y la examinó con la mirada, apenas vestía ropas viejas y sus ojos estaban llenos de cansancio y dolor.
Ella se acercó con cuidado de no asustarla y se sentó a un lado de la señora que se veía tener más de unos 80 años.
—Perdone, abuelita. ¿Qué hace usted tan sola a estas horas? Debería estar en casa —Miró a la anciana con una mirada que sólo un ángel te puede brindar; esa mirada de protección, ternura, una mirada de querer ayudar a todos aquellos que lo merezcan.
—Ay, mi hijita —respondió la anciana con una voz temblorosa acariciando al pequeño minino —No tengo hogar ni micho menos donde ir —La señora sacó de un maletín un manta de color negro y se lo puso en los hombros a Angélica intentando calentarla —Eso te quitará el frío.
—Gracias... Angélica esperó a que la abuela dijera su nombre.
—Rosa.
La castaña sonrió.
—Gracias, Rosa.
—Eres una chica muy linda ¿Qué haces tú en la calle?
—No sé, abuelita. Sinceramente no sé qué es lo que me pasa y cómo vine a parar aquí —Bajó la mirada un momento y la volvió a mirar esta vez con algo de curiosidad —¿Abuela, usted no tiene familia?
—No linda, mi único hijo murió en la guerra y mi único compañero es este pequeño minino al que he llamado ángel, ya que no me ha dejado sola en ningún momento —El minino acarició las piernas de Angélica y ella sonrió.
—Es muy lindo, un verdadero ángel —Ella acarició el pelaje del minino y este se le subió encima.
En un silencio bastante cómodo la lluvia empezó a sesar, convirtiéndose en una suave llovizna.
—Ya debo irme, linda —La anciana se levantó y la miró
—¿Rosa, no le gustaría ver a su hijo nuevamente?
—Eso es imposible mija —Se agachó para recoger del suelo su pequeño bolso y al levantarlo sus ojos se iluminaron al ver al espíritu de su hijo al lado de la pequeña ángel que en ese momento no ocultó sus hermosas y grandes alas blancas.
—¡Oh, Dios mío! —fueron las palabras de la anciana para luego sostenerse con la ayuda de las pequeñas manos de Angélica —¿Pero cómo?
Aquella mujer no había visto una cosa así en todos sus años de vida; era normal que se sorprendiera de esa manera.
La pequeña Angélica sin decir nada se quitó el collar que traía en su cuello, con forma de alas.
—Abuelita, deje que la lleve con su hijo, allá donde todos llaman cielo no le va a faltar nada.
—¿Eso no sería morir, linda? —La anciana la miraba temblorosa pero con alegría.
—Usted ya no merese sufrir más. Descanse. En su próxima vida su hijo y usted estarán siempre juntos.
La anciana movió su cabeza de arriba abajo y la pequeña Angélica puso el collar en su cuello.
—¿Pero y el pequeño Ángel? —detuvo a Angélica —Promete que lo cuidaras —la castaña asintió —Gracias, linda —terminó de poner el collar.
La anciana se volvió transparente y su hijo la tomó de la mano, la abrazó para luego irse por un pequeño portal de luz blanca, que con su entrada se cerró quitando el poco de iluminación que había ahí.
El minino de hermoso pelaje negro acarició los pies descalzos de la hermosa Angélica y esta al sentirlo se agachó, lo cargó y luego lo acarició bajo su mentón. Él ronroneó moviendo su colita.
—Hola, Ángel. Un gusto volver a verte, lindo -El minino lamió la nariz de la pequeña ángel y esta sonrió leve —¿Nos vamos a casa? Lo has hecho muy bien.
El minino maulló como si le estuviera respondiendo la pregunta a aquella ángel que al escucharlo estiró sus alas y de un solo aleteo, levantando algo de polvo, se alzó en vuelo ya cuando la lluvia no se lo impedía.
Los ángeles no solo aparecen en forma de humanos, a veces son animales que cuando los cuidas y amas se convierten en tus guardianes y protectores de vida. Un animal siempre te querrá como sea y teniendo alas o no siempre serán Ángeles de la guarda. Aquel que ame a los animales, nunca le faltará ganas para vivir.
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CAPÍTULO CON EDICIÓN CONCLUIDA
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COMO CAÍDA DEL CIELO (CCDC) ✅
Romance(Concluida y Editada) Si pudiera describir un ángel en una palabra diría: irritante. Así era como la consideraba en un principio: una chica irritante que no dejaba de perseguirme a donde quiera que fuera, y no sabía cómo se las arreglaba, pero siemp...