Salió del camarote. Miró hacia ambos lados del pasillo y se cerró la bata sobre su cuello. La mañana estaba especialmente fría... ¿o era que añoraba el calor del cuerpo de Sandor?... Sonrió... Seguro que era eso. Su piel le pedía volver a sentirlo cuanto antes. Suspiró, con la sonrisa mantenida en sus labios.
Le pediría a Claire, su nueva criada, que le preparase un baño caliente, en cuanto llegase.
Enfiló el camino a su camarote, apoyándose en las paredes para salvar el vaivén del barco, sin percatarse del ruido, que los tripulantes hacían volviendo a sus quehaceres. Perdida en los recuerdos de una noche inolvidable, no sé percató, de que en ese momento, un par de ojos la estaban siguiendo.
Cuando Sansa, exultante de felicidad, cerró la puerta de su estancia, esos mismos ojos, se giraron molestos y contrariados a observar el lugar de donde había salido.
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Acababa de secarse su largo pelo pelirrojo, cuando Claire volvió a entrar en la estancia. Se acercó al pequeño tocador al que ella estaba sentada y le dio una nota:
- Sir Yohn Royce me ha pedido que os entregue esto.
Sin añadir nada más salió discretamente del camarote.
Sansa cogió el pequeño sobre, de vasto pergamino, con el sello de Piedra de las Runas, y lo abrió.
Sir Yohn, con exquisita educación, le pedía que acudiese a su camarote.
Sansa lo dejó encima de la estrecha mesa, se recogió su pelo un moño alto y se levantó para ir al encuentro de quien había sido un aliado experto y fiel, sobretodo, desde la muerte de Meñique. Había subido al barco acompañando a Sansa y al hijo de Lisa Arryn, el señor de Nido de Águilas. Ellos desembarcarían en Puerto Gaviota, mientras que Sansa y el sequito de Invernalia, lo harían en Puerto Blanco.
Cuando Sansa llegó, un criado le abrió y la dejó pasar, para después abandonar la estancia, dejándolos solos.
Lo encontró con las manos cruzadas a su espalda, observando el cielo plomizo de la mañana, a través de un pequeño ojo de buey.
- ¿Hay algún problema con Robert?-. Le preguntó ella nada más entrar, algo preocupada. El muchacho estaba encerrado en su camarote con fuertes mareos desde el inicio del viaje.
- No, mi señora, no lo hay. Se encuentra perfectamente, dentro de lo que cabe...- Le dijo, suspirando. Sansa lo interpretó, como una muestra de disgusto ante el débil carácter de chico, fruto de años de consentida educación, por parte de su inestable madre.
Sir Yohn agachó la cabeza y empezó a pasearse por la estancia.
- Quiero hablaros de algo que me preocupa, y que tiene que ver con vos...
Sansa sonrió extrañada.
- Decidme....- le dijo invitándole a que se lo contase.
El caballero del Valle, tragó saliva y agachó la cabeza apartando los ojos de la firme mirada de Sansa.
- He sido participe de ciertos rumores que me han dejado profundamente desconcertado.
Sansa frunció el ceño. Por puro instinto se puso a la defensiva. La expresión del señor de Piedra de las Runas había dejado de ser afable.
- ¿Qué clase de rumores?-le preguntó.
Sir Yohn volvió a levantar la cabeza y estaba vez, sí clavó sus profundos ojos en ella.
- ¿Cuál es la naturaleza de vuestra relación con Clegane? .-le espetó sin más preámbulos.
Sansa palideció. No esperaba que la conversación tuviera que ver con Sandor.
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Heridas (Sansa y Sandor)
Фанфик... ¿y si el Perro no hubiese muerto al consumar su venganza? Sansa y Sandor, una historia de imposibles.